EL DEBATE SOBRE LA CALIDAD

¿Qué le pasa a la educación?

Hoy en día vemos que la educación ha decaído y nos preguntamos: ¿Qué le paso a la educación? ¿Cómo llegamos de ser un país altamente alfabetizado y “culto” a estar entre los peores países del mundo? ¿Por qué en el examen PISA estamos en el puesto 59 de 65 países que realizan el examen? ¿Qué pasó con aquel sueño de Sarmiento del pueblo educado?
Es verdad que jamás hubo tanta oferta educativa, tanto apoyo para que ir al colegio sea una realidad. Se han creado secundarias, impuesto la obligatoriedad de la salita de 4 hasta el último año del secundario, establecido la asignación universal por hijo y el plan Progresar…y aún así sólo caemos en picada libre.
En mi opinión esta apertura tan amplia sin una exigencia nos condenó. Los chicos van a la escuela en busca de muchas cosas: comedor, contención, guardería, ropa y, allá lejos, educación.
La docencia sufrió un desprestigio muy grande.  
La sociedad no valora nuestra labor, si vamos a paro somos los malos que jugamos con los niños y su posibilidad de aprender. Nadie quiere escuchar que nuestro reclamo es además de salariar, edilicio, presupuestario y por insumos.
Es la docencia el único trabajo donde uno no sólo paga por su uniforme sino que también paga por sus materiales de trabajo, las tizas, las fotocopias, la cooperadora y cuando no hacemos una vaquita para comprar o arreglar algo.
Nuestros familiares, amigos, conocidos y vecinos van y colaboran con arreglos. Somos las que llevamos la torta para la feria del plato y la que la compramos. En este manoseo constante nos desviamos del foco que es educar. Vamos tapando agujeros, intentando cumplir con el programa, haciendo malabares en un sistema que es perverso y cruel no solo con los docentes sino con los alumnos.
Los números tienen que dar, y para que den se ha ido bajando la exigencia, ya no se repite primer grado, los alumnos de primaria que se incorporan tarde a la educación son puestos en un grado según la edad cronológica,  por mas ilógico que suene si un  niño de 10 años jamás piso un establecimiento educativo es inscripto en uno, va sin escalas a cuatro grado.
La maestra verá cómo hacer para compensar el tiempo perdido, tarea casi imposible en aulas de 30 alumnos. En el secundario tenemos infinitas posibilidades para que los alumnos aprueben las materias: diciembre, marzo y ahora abril todo esto apoyado con el Plan de Mejoras Educativas.
Este facilismo hace que los alumnos no quieran esforzarse, para que si total con el tiempo, “se pasa igual”.
Esa es la filosofía, parte de este gran engaño que se llama inclusión.
Hay que incluir, siempre y cuando el otro quiera participar, sin esta condición es imposible que alguien que no quiera aprender, aprenda. Hay que exigir no podemos pretender derecho, sin obligación. Los niños tienen derecho a ir a la escuela y recibir una educación de calidad. Para esto los mismos están obligados a hacer su parte, estudiar, llegar a horario, cumplir las normas, etc.
Y no sólo ellos sus padres también son los responsables de estos menores, no pueden pretender que la escuela cumpla el rol de familia, es imposible. Es muy común que los padres no asistan a las reuniones, no vayan a firmar los boletines, no pasen a notificarse por la escuela.
El contrato social Familia-Escuela se ha roto y hasta que el mismo no se restaure y nos paremos otra vez los dos en la misma vereda será imposible mejorar.
También hay que hacer el mea culpa. Los docentes nos cansamos, nos desilusionamos, nos dejamos estar, vemos que todos recibimos lo mismo al final, quien hace y quien no hace es igual al sistema, esto junto con los docentes que llegaron al mismo por descarte…“quería ser otra cosa y como no pude acá estoy”. El abuso de licencias, las faltas crónicas, la ART eternas, enferman a la educación.  
Para mejorar hay que barajar y volver a tirar, empezar otra vez, renovados reconstruir los lazos exigirnos mutuamente y cada cual cumplir su rol con la mayor responsabilidad posible, premiando a quien lo merezca y castigando a quien se lo haya ganado.


(*) Docente