Fertilidad: Menos nacimientos, con padres y madres “tardíos”
Mientras baja la tasa de natalidad en la Región y el país, las parejas evitan tener familia o retrasan la decisión. Causas y consecuencias de un fenómeno global.
Mientras la cantidad de nacimientos cae anualmente, hay varias causas por las que las parejas platenses deciden no tener hijos o retrasar lo más posible la decisión de tener familia. Entre los motivos priman los temas económicos, educativos y laborales.
El Instituto Nacional de Censo y Estadística (INDEC) informó, tras el Censo 2022, que existían 213.882 mujeres en viviendas particulares de 14 a 49 años en La Plata. Entre todas, 111.771 no tenían ningún hijo; mientras que 31.742 poseían uno; 37.380, dos y 32.989, tres. Además, dentro del total de las fuentes registradas, solo 6.019 tuvieron hijos en el último año al momento de responder el cuestionario nacional y se reportaron 235.255 hijos nacidos sobrevivientes. Por su parte, desde la solapa de estadísticas de la página oficial del Registro Nacional de las Personas (RENAPER) se visualizó que, en 2022, la Ciudad registró 7.589 nacimientos, con lo que se vio una caída respecto a los años anteriores (594 menos que en 2021 y 1.754 menos que en 2020).
La tasa de natalidad en Argentina registró una caída del 36% entre 2014 y 2022, alcanzando los 495.295 nacimientos anuales. El dato, lejos de ser una cifra aislada, es parte de una tendencia regional y global que está reconfigurando el panorama demográfico y social del país.
La psicoanalista Rosalía Alvarez, citada por Clarín, consideró que el deseo de no tener hijos “es algo que ocurre en todo el mundo y tiene que ver con el contexto convulsionado y difícil en el que vivimos, que ha transformado la vincularidad familiar”.
Según la licenciada en Psicología, Noelia Benedetto, las parejas compuestas por personas de 25 a 45 años que se vinculan monogámicamente “privilegian el vínculo de pareja, el desarrollo profesional, las amistades y también los espacios individuales, la estabilidad financiera, y la libertad sin restricciones que les da el no tener a nadie que dependa de ellos, tanto en los cuidados como en la reproducción de la vida cotidiana, para poder trabajar, ocupar sus espacios de ocio, viajar y gastar en lo que deseen”. Además, la especialista indicó “Está comprobado que el deseo de no hijos y/o la postergación ha ido en aumento. La postergación, más de una vez, concluye en una imposibilidad de gestar porque cuando deciden hacerlo, la mujer está cerca de los 40 y tiene que acudir a tratamientos, muchas veces sin éxito”. Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), este descenso en la fecundidad fue más abrupto que en las seis décadas previas. Argentina no está sola: en América Latina, la fecundidad cayó un 68,4% entre 1950 y 2024, convirtiéndose en la región con la mayor baja a nivel mundial. Pero en el ámbito local, las implicancias ya están generando un llamado de atención.
El aumento de la edad promedio para tener hijos y la disminución de la tasa de fecundidad global reflejan una tendencia sostenida, influida por factores sociales, económicos y culturales. A nivel mundial, la fecundidad pasó de 3,3 hijos por mujer en 1990 a 2,3 en 2022. En Argentina, esta cifra descendió de 2,35 a 1,88 entre 2010 y 2022, mientras que la edad promedio de maternidad se trasladó de los 25-29 años en los años 80 a los 30-34 años en 2019. La tasa de reemplazo poblacional —estimada en 2,1 hijos por mujer— ya no se alcanza. Este fenómeno anticipa un futuro con menos trabajadores activos y una población envejecida, lo que podría tensar las estructuras del sistema jubilatorio y los servicios sociales en las próximas décadas.
Mariana Isasi, jefa de la Oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Argentina, manifestó para DiarioAR que “los cambios demográficos son habituales en las sociedades y el tamaño de cada población no es ni bueno ni malo. Sobre la caída de la tasa de natalidad por debajo del nivel de reemplazo, esta tendencia es la que muchas veces sienta las bases de los discursos que ven a este fenómeno global con preocupación. Pero también podemos pensarlo como parte de los avances en materia de acceso a la salud, la educación y a los derechos sexuales y reproductivos”.
Diferentes factores explican esta nueva realidad. Por un lado, las mujeres tienen hoy un mayor control sobre su fertilidad. La decisión de ser madres —o no serlo— y el momento en que desean tener hijos son ahora parte de una autonomía conquistada, que también está vinculada a mayores niveles educativos y a una participación creciente en el mercado laboral. Sin embargo, esta postergación de la maternidad puede derivar en problemas de fertilidad, una preocupación cada vez más presente.
Nora Koremblit, psicoanalista y exsecretaria del Departamento de Niñez y Adolescencia de la APA, señaló a La Nación: “No todos los jóvenes se sienten realizados personalmente a través de ser padres. Antes mencionar eso era mal visto porque, al igual que el personaje Susanita de Mafalda, armar una familia y ser madre era el ideal de toda mujer, pero la capacidad de elegir permite que uno se sienta más libre y, en caso de ser madre o padre, realizar mejor su tarea”.
Según un estudio de la Universidad Austral, “el cambio de la población argentina durante los últimos 20 años plantea grandes desafíos. Uno de los cambios más visibles es la baja de la tasa de la natalidad, por debajo de los niveles de la de reemplazo. Mientras que en 2001 se estimaban 2,1 hijos por mujer, el último censo, realizado en 2022, determinó que esa variable se retrotrajera a 1,4 hijos. Y el otro dato es el alargamiento de la esperanza de vida. Hace treinta años había 29 personas de 65 años o más por cada 100 personas. Hoy hay 53 o más por cada 100. Esto plantea un escenario en el que, en los próximos años, se invertirá la pirámide poblacional: habrá más adultos mayores que niños”.
Por otra parte, el contexto económico también juega un rol determinante. El aumento del costo de vida, la dificultad para acceder a servicios esenciales como la salud y la educación de calidad, y la falta de soluciones habitacionales adecuadas generan incertidumbre y condicionan la decisión de formar una familia.
El efecto del cambio climático
Una investigación extensa y minuciosa llevada a cabo en e país logró medir con mayor precisión el impacto de ciertos factores ambientales en la fertilidad masculina, brindando información fundamental tanto para quienes desean formar una familia como para los especialistas en medicina reproductiva.
El estudio fue realizado por científicos del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme), perteneciente al reconocido Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Alllí, los expertos examinaron más de 54 mil muestras de semen de hombres de entre 18 y 60 años, recolectadas durante un período de 19 años por un laboratorio privado ubicado en la Ciudad de Buenos Aires.
Los resultados de estos análisis se compararon con registros climáticos provistos por el Servicio Meteorológico Nacional correspondientes al mismo intervalo temporal, entre los años 2005 y 2023.
De este modo, los investigadores determinaron que las olas de calor tienen un efecto negativo sobre la calidad del semen, reduciendo en aproximadamente un 10% la cantidad de espermatozoides móviles, es decir, aquellos que pueden desplazarse y se consideran cruciales para la fertilidad. Además, observaron una disminución en la proporción de espermatozoides con morfología normal.
El estudio fue publicado en la revista científica Science of the Total Environment.
El equipo de investigación, encabezado por Mónica Vazquez-Levin, directora del Laboratorio de Estudios de Interacción Celular en Reproducción y Cáncer del Ibyme, contó con la colaboración de Ania Manjón y Gustavo Verón.
En diálogo con BBC Mundo, Vazquez-Levin destacó que el trabajo pone en evidencia la importancia de considerar el impacto de las altas temperaturas al momento de planificar un embarazo, así como otros factores conocidos que también afectan la calidad del esperma, como el tabaquismo, la obesidad y el consumo excesivo de alcohol.
Acceso a técnicas de reproducción asistida
En Argentina, la reproducción asistida es un derecho garantizado por la ley, lo que permite a todas las personas mayores de edad acceder a técnicas y procedimientos de fertilización sin distinción de género, orientación sexual o situación de pareja. Este derecho abarca tanto tratamientos de baja complejidad, como la inseminación artificial (IA), como procedimientos más avanzados como la fecundación in vitro (FIV) y la microinyección intracitoplasmática (ICSI).
Aunque la ley garantiza el acceso a estas tecnologías, aún existen prácticas no reguladas en el país, como el alquiler de vientres, que muchas parejas recurren. En cuanto a los límites de edad, se establece que las personas menores de 44 años pueden acceder a tratamientos con óvulos propios, mientras que hasta los 51 años pueden utilizar óvulos donados, salvo indicación médica contraria.
Derecho garantizado: en Argentina, la reproducción asistida es un derecho para todas las personas mayores de edad, sin distinción de género o orientación sexual. Cobertura gratuita e igualitaria: las obras sociales y empresas de medicina prepaga deben cubrir los tratamientos, incluidos medicamentos y terapias. También se puede acceder al sistema público sin costo.
Tratamientos disponibles: se ofrecen técnicas como inseminación artificial (IA), fecundación in vitro (FIV) y microinyección intracitoplasmática (ICSI). Límites de edad: hasta los 44 años para utilizar óvulos propios y hasta los 51 años para óvulos donados, salvo prescripción médica.
Procedimientos: en tratamientos de baja complejidad se coloca el semen en el útero, mientras que en la FIV los óvulos se fecundan en laboratorio.
Alquiler de vientres: no está regulado en Argentina, lo que genera controversia y la necesidad de una normativa. En caso de obstáculos en el acceso a los tratamientos, se puede recurrir a la acción de amparo.