DESPUÉS DE DIEZ AÑOS DE TRABAJO

Gustavo Garzón debuta en cine con la película "Por un tiempo"

El actor hace una apuesta fuerte con su ópera prima protagonizada por Esteban Lamothe y Ana Katz como intérpretes de una historia sobre vínculos paternales.

Gustavo Garzón, actor y guionista, trabajó durante diez años para construir la trama del filme Por un tiempo, su ópera prima como realizador, protagonizada por Esteban Lamothe, Ana Katz y la debutante Mora Arenillas, que llegará a la pantalla grande mañana.
"Es una historia pequeña, sobre los vínculos, acerca del lugar de la paternidad en la vida de una persona, especialmente en qué consiste el trabajo del padre en la cotidianeidad con su hijo", describe Garzón.
El relato -reescrito diez veces por el actor- muestra cómo frente a un hecho inesperado, se derrumban las certezas de una pareja de clase media que espera con ilusión la llegada del primer hijo.
La irrupción de una hija de 12 años, fruto de una relación que el esposo ni recordaba, conmueve la dinámica del matrimonio, ya que la chica –con el silencio de su pena a cuestas– debe vivir con ambos, mientras aguarda la –incierta– recuperación de su madre de una grave dolencia.
Si bien al protagonista del filme (Lamothe) le "aparece una hija ya grande y tiene que hacerse cargo de una persona desconocida, muchos padres convivimos con los hijos, pero en cierto momento –y la adolescencia puede serlo– no sabemos quiénes son", arriesga el actor de la obra Buena gente, donde compartió escenario con Mercedes Morán.
"La escritura fue mi espacio para reinventarme. Un período de tristeza y apatía vivido por mi hija a los 12 años, mi relación con las mujeres y los perros –la presencia de un can es vital en Por un tiempo– motivaron el guión", explica.
Dos situaciones de duelo, "mi enfermedad y la que padeció mi ex mujer –la fallecida actriz Alicia Zanca– afianzaron aún más mi relación con lo escrito. En cualquier lugar es posible sentarse a escribir", detalla quien fue guionista del programa televisivo Señoras y señores, allá por 1997.
El trabajo obsesivo sobre la estructura del texto durante una década obedece a una certeza: "Si no existe un relato sólido, no hay nada" y ese trabajo impulsó el desafío de convertirlo en filme.
Un proceso tan arduo de trabajo con las palabras hizo que "no hubiera soportado que otra persona la dirigiera. Me puse al frente de la historia –insiste– porque las pelis son propiedad del director".