A un año del accidente de Felicitas Díaz, la nena de Lincoln que salvó su vida de milagro
El 31 de diciembre de 2017 Felicitas recibió la patada de un caballo en el rostro. Lo que vino después fueron días de angustia, lenta recuperación y de inmensas demostraciones de afecto hacia la niña y su familia.
Hace exactamente un año Felicitas Díaz (9) fue al parque General San Martín de Lincoln, como cada domingo, junto a sus abuelos. Andar a caballo era la actividad que más le apasionaba y ese día, el último de 2017, tenía ganas de dar unas vueltas. Sus padres y sus tíos habían llegado unas horas más tarde al lugar para pasar la jornada en familia. Ahora, mientras tomaban mates, la miraban a Felicitas andar. Después de un rato, la nena decidió que bajaría del caballo para subir a un carrito y así continuar su tarde de juegos, fue entonces cuando sin querer tocó con la rueda del carro la pata del equino y, por instinto, el animal dio una patada que hizo añicos los pequeños huesos de la sien de Felicitas. El golpe y los gritos pusieron a todos de pie. En tan solo un segundo, la vida que conocían cambiaba para siempre.
“Eran las cinco y media de la tarde cuando ocurrió el accidente, yo salí corriendo y la vi en el suelo, le tomé el pulso y puse mi dedo cerca de su nariz para ver si respiraba”, cuenta a Democracia Andrea Prieto, la mamá de Felicitas,“no quise esperar a la ambulancia y la llevé con mi hermana al hospital de Lincoln, de ahí nos trasladaron a Junín, donde estuvimos hasta el 2 de enero, y luego a La Plata”. Hasta la capital bonaerense Felicitas Díaz viajó en un avión sanitario con médicos y enfermeros, sus padres llegaron en auto. Fue el viaje más largo del mundo: la nena viajaba en estado crítico, lejos de mamá y papá.
“Ella entró a terapia intensiva del Hospital de Niños de La Plata y nos recibieron tres médicas que nos explicaron todo, nos dijeron cómo estaba, nos dijeron que había que rezar, que estaba en estado crítico”, recuerda Andrea y agrega “son palabras que no voy a olvidar nunca, no nos daban esperanzas y estar con ella en terapia fue terrible”. Una vez en La Plata, la familia de Felicitas supo exactamente lo que había ocurrido: la patada del caballo había roto en pequeños pedacitos los huesos que están entre el borde del ojo y la sien. “Mi hija tenía mucho dolor porque en Lincoln la habían cosido por la hemorragia y eso hacía presión en el interior”, cuenta Andrea y agrega “no podían operarla porque debían esperar a que respirara por sus propios medios y Felicitas estaba entubada”.
A los pocos días, médicos neurocirujanos y oculistas evaluaron la tomografía y supieron que podrían salvar el ojo comprometido de Felicitas, entonces la operaron. Y al día siguiente se despertó. “Fue un momento muy emocionante, yo estaba con ella porque me decían que si despertaba no iba a entender dónde estaba, le iba a dar miedo, y cuando abrió los ojitos la tenía de la mano y le dije ‘Feli te amo’ y ella me dijo ‘yo también,má’. Ese día volvimos a vivir”, cuenta Andrea con emoción.
Ya en la terapia intermedia Felicitas comenzó a evolucionar de manera favorable y sin fiebre. Estuvo internada hasta el 19 de enero y el día en que le quitaron los puntos y le dieron el alta lo primero que quiso hacer fue tomar un helado. “Antes de irnos le preguntó al médico si podía seguir andando a caballo, el médico se sorprendió”, relata Andrea y agrega “durante este año volvimos a La Plata para hacer controles, le queda solo uno y está próxima al alta definitiva”.
Al volver a Lincoln, familiares y amigos recibieron a Felicitas con numerosas demostraciones de afecto, es que después de las cadenas de oración, el milagro había ocurrido. Actualmente la nena tiene un caballo que se llama Catriel y continúa disfrutando los días en el parque sin miedo ni rencor. Del ojo que recibió el golpe solo ve un diez por ciento pero eso no le impide seguir adelante con su vida normal, es la única secuela que le dejó el accidente que pudo costarle la vida.
“Después de lo que pasó, su abuela estuvo muy mal, no quería volver al parque, nosotros de chicos nos criamos en el campo con caballos y nunca nos había ocurrido algo así, pero hace poquito los convencimos y volvieron, porque es de lo que toda la vida disfrutamos”, cuenta Andrea y agrega “Felicitas hoy es la misma nena que antes del accidente. Es alegre, buena, compañera, fuerte, mimosa… ¡Y ahora más mimosa que nunca!”.