Lecturas detrás de la carta, las tensiones que no cesan y una disputa más allá de los cargos
En la Gobernación interpretan que la reciente carta pública de Cristina Kirchner, en la que reclamó un aggiornamiento del peronismo, les ha terminado por dar la razón.
Cuando hace algunos meses Axel Kicillof pronunció aquella sentencia en el sentido de que el PJ debía comenzar a interpretar “una nueva melodía”, la interna con sectores del kirchnerismo duro se hizo aún más áspera. En rigor, se potenció.
Ahora, cerca del mandatario bonaerense leen el pronunciamiento de la expresidenta no como un guiño explícito a aquella demanda, sino más bien como un reconocimiento hacia la necesidad de ampliar la base de sustentación de un partido que busca volver al poder en 2027.
Algo que, recuerdan, Kicillof comenzó a esbozar hace un tiempo. Una y otra cosa pueden ir de la mano. El diagnóstico acaso coincida, pero el método para llegar a destino sigue siendo motivo de diferencias y discrepancias internas.
Esas peleas asoman por aquí y por allá. Intendentes cercanos a Kicillof mantienen disputas abiertas con sus pares camporistas.
El caso más notorio es el de Jorge Ferraresi (Avellaneda) que les camina los distritos y les organiza actos opositores a Mayra Mendoza en Quilmes y a Julián Álvarez en Lanús.
Esa tensión escala con el correr de los días. Mendoza y Álvarez salieron con los tapones de punta contra Ferraresi. Desde el Senado, encontraron la solidaridad de la kirchnerista Teresa García. La senadora supo ser ministra en el arranque de la gestión Kicillof, pero lejos está de encolumnarse en la construcción del proyecto presidencial del gobernador.
En algunos despachos oficiales ya le reprochan que “no deja crecer” a dirigentes nuevos en San Isidro, un distrito refractario para el PJ. Ese rosario de tensiones tiene como estación previa el cierre de listas para el año que viene.
Kicillof pretende sentarse a la mesa de decisiones que prácticamente han monopolizado la propia Cristina y su hijo Máximo Kirchner.
La pelea por al menos compartir la lapicera implica que esos roces se potencien y que, en forma paralela, el proyecto presidencial del gobernador busque seguir alimentándose.
En pocos días más habrá un acto en Mar Chiquita, donde el kicillofismo en construcción mostrará sus vigas dirigenciales.
Kicillof procura no quedar en el lugar de desafiar el liderazgo de la expresidenta. Dirigentes del kirchnerismo más ortodoxo creen lo contrario. Que la pelea implica pasar a un segundo plano a Cristina.
Por eso, sigue dando vueltas la alternativa de una candidatura a diputada nacional para el año que viene, como para marcar que su influencia, al menos en la Provincia, mantiene su peso.
Otra disputa por liderazgos es la que se va a librar en el radicalismo bonaerense. De un lado, Maximiliano Abad; del otro, Facundo Manes y Martín Lousteau.
En lo formal, lo que está en juego es el control del Comité Provincia que librarán Miguel Fernández, auspiciado por Abad, y Pablo Domenichini, empujado por Lousteau y Manes.
Pero en el fondo, la pulseada implica comenzar a definir el norte que tomará el radicalismo de cara a la construcción electoral del año que viene.
Para el senador nacional marplatense conservar el control del partido es tan importante como derrotar a dos de sus máximos opositores internos, lo que le permitiría además proyectar nacionalmente su figura, ya que podría mostrar entre sus pergaminos una victoria sobre dos dirigentes que tienen aspiraciones presidenciales en 2027.
Lousteau y Manes -a quienes apuntarían por tener acercamientos con el kirchnerismo- sostienen por su parte que la interna bonaerense también excede la pelea por los cargos.
Lanzan la sospecha de que Abad podría ensayar algún acercamiento con el esquema libertario si se dieran algunas circunstancias.
De ahí que la pelea por el Comité Provincia adquiera una gravitación aún mayor. Cerca de Abad niegan esa posibilidad que tampoco estaría en los planes del presidente Javier Milei, que cada vez que puede zamarrea a los radicales.
Las fuerzas que buscan construir la “alternativa del medio” para 2025, alejada del kirchnerismo y de los libertarios, también miran el desenlace de la pelea radical.
Una puja que acaso pueda interesarle a Kicillof: sabrá con quién comenzar a negociar las vacantes en la Suprema Corte.