MARKETING APLICADO

Dibu

Los reflejos como virtud.

Muchas veces creemos que la vida del futbolista es simple, que solo se trata de patear un rato la pelota y forrarse de dólares. Vivir en mansiones, viajar por el mundo y disfrutar de las rosas de la fama. Seguramente quienes llegan a la cumbre disfrutan de algunas de estas bondades, pero pocas veces se considera el camino, entendido en esta columna como una metáfora comercial. 

Así como los futbolistas practican cada golpe contra una pared, perfeccionan su pierna inhábil, potencian su salto y están formados emocionalmente para perderse el nacimiento de un hijo, de esa misma manera, con el reflejo del Dibu en la pierna extendida frente a Francia, esa es la única forma de mantener una empresa o comercio vivo, sano y activo. 

Analizando al rival, evaluando nuevas estrategias e incorporando jugadores que piensen de otra manera. Se trata de tener capacidad de reacción para pivotear rápidamente sobre la esencia de la marca para ofrecer productos o servicios que sean coherentes con la historia, pero tengan proyección de futuro. 

¿Por qué les digo esto?

Según la lista Fortune Global 500 (mide las empresas más exitosas del mundo), el 40% de las firmas del afamado listado no existirán en diez años excepto que creen o abracen cambios sumamente necesarios para cada rubro. Es decir, que las organizaciones más exitosas de hoy están condenadas al fracaso si no evolucionan, sin importar su tamaño. Ejemplos hay muchos, a nivel local, nacional e internacional. 

Para no herir susceptibilidades juninenses, me voy a referir a un ejemplo lejano, pero conocido. Me pregunto qué hubiera pasado si Blockuster (para los más jóvenes, una cadena de renta de películas en formato físico) hubiera prestado atención a Netflix. La historia cuenta que Netflix quiso que Blockbuster la comprara por $50 millones. Sin embargo, esta oferta no fue nada tentativa para Blockbuster, e incluso la tomaron en broma. El fin de la historia ya es conocida. 

Es una cuestión de reflejos, de incorporar nuevas prácticas, de repetir nuevos procesos aunque duelan, para finalmente incorporarlos. De escuchar nuevas voces, poniendo en jaque nuestro orgullo profesional. Porque todo está cambiando todo el tiempo y quedarse quieto, sin ensayar nuevos movimientos, es firmar un acta de defunción. No se trata de innovaciones tecnológicas, sino de establecer sinergia con ellas, de aportar estrategia y creatividad como valor agregado propio y nativo de la naturaleza humana. De tener reflejos para reaccionar y ensayarlos frente a cada nuevo escenario, así como hizo Dibu. Porque, si no, "¡mirá que te comen, hermano!"