OPINIÓN

El debate como construcción de ciudadanía

Para que la democracia cumpla su cometido como forma de gobierno, es necesario que el respeto, el pluralismo y la tolerancia sean pilares fundamentales. Por eso, la democracia es mucho más amplia que ejercer el voto: está asociada con el pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos, el respeto por la libertad, pero también con el progreso y la justicia social. En síntesis, la democracia moderna se ha convertido en un modo de vida.
En Argentina, por primera vez en la historia, llevamos treinta y seis años ininterrumpidos de democracia, pero esto no quiere decir que esté consolidada. Todavía es débil y frágil.
Desde su restauración en el año 1983, ha estado sujeta a vaivenes permanentes, que los podemos asociar; por un lado, con la calidad del ejercicio político democrático y por otro, a la eficiencia y a la eficacia en el diseño, la planificación y la ejecución de las políticas públicas.
En cuanto a su calidad, es justo decir que la democracia es la mejor forma de gobierno para resolver la diversidad política, pero no siempre su ejercicio permite una cabal significación por parte de los ciudadanos. Ya sea por falta de educación y cultura política, en algunos casos, por interrupciones autoritarias, en otros, como también por prácticas prebendatarias y clientelistas que limitan y condicionan el accionar de los ciudadanos.
En nuestro país, la eficacia y la eficiencia, sin lugar a dudas, son el tema pendiente a resolver. No por un problema de la democracia en sí, como régimen, sino por diversos motivos asociados a la falta de un proyecto común a largo plazo y también por la defección de la clase dirigente, lo que ha impedido traducir las intenciones y propuestas en políticas públicas destinadas a alcanzar el bien común.
Por eso la democracia debe aspirar a respetar el pluralismo y a ofrecer en la esfera pública un espacio en donde las diferencias ideológicas puedan expresarse y debatirse, construyendo así una comunidad política en todos sus sentidos. Mucho más en las ciudades, donde la proximidad y el conocimiento entre vecinos hace que dirigentes y ciudadanos convivan cotidianamente. 
Desde la Grecia de Aristóteles, pasando por la República Romana, hasta la actualidad, la discusión política ha estado en el centro de la escena, guiándose por dos principios básicos de toda sociedad, como son la igualdad y el derecho a la libre expresión de las ideas políticas. Esto realza el significado del uso de la palabra, del respeto mutuo y de la posibilidad concreta del intercambio de ideas.
La construcción de capital social y de ciudadanía implica debatir, por eso la predisposición a participar es una condición propia de la democracia. No se concibe la democracia sin debate, sin la posibilidad de que aquellos que pretenden la representación popular y el ejercicio de los poderes públicos no expliquen cuáles son sus propósitos, no transparenten sus ideas y no comuniquen cuáles son sus planes de gobierno.
En este tiempo de incertidumbre es fundamental que gobernantes, dirigentes y sociedad civil generen las condiciones necesarias para que los ciudadanos estén en las mejores condiciones al momento de emitir su voto, no solo para tomar una opción electoral, sino también para que con información, participación y visión de futuro podamos encontrar el camino del desarrollo sustentable para nuestra ciudad y nuestro país.


(*) Licenciado en Ciencia Política.