Inflación
La lógica del yo no fui.
Cuando hablamos de “El Mercado” lo hacemos como si quienes asistimos a este espacio físico o virtual para comercializar nuestros productos y servicios no tuviésemos ningún tipo de incidencia. Santo o diabólico según la conveniencia, nos referimos a él con cierto desdén o menosprecio.
En tiempos de hipocresías de redes sociales, los postulados públicos refieren a compromisos que no se reflejan en la realidad. No me refiero a cuestiones solidarias que tocan la fibra íntima de la gente: grandes catástrofes, movilizaciones vinculadas con la salud de un niño y otros temas operan como impulsores de buenos gestos. Ahí, en esos casos, la comunidad responde movilizando lo que no tiene para acercar una mano. El punto sensible es el bolsillo, es ahí cuando el egoísmo surge y el discurso políticamente correcto se cae a pedazos.
Sucede cuando un bien escasea o alguna circunstancia (de mercado) nos permite inflarlo (dejo de lado lo estrictamente vinculado al costo de producción). Cuando por algún motivo un producto o servicio tiene una alta demanda y los oportunistas aprovechan para remarcar con un 100% 200% 300% sobre el valor original. Es ahí cuando caen las caretas y aparece la oferta y demanda como reguladora de las transacciones. Hablemos claro. Somos nosotros, con nuestros comportamientos y la memoria que debería sancionar.
Así fue con el agua, los barbijos o el alcohol en gel. Los pescados en semana santa y tantas otras situaciones. No se trata de un aumento de los costos de producción, distribución o comercialización sino de la expresa voluntad oportunista de quienes hacemos el diabólico mercado: las personas.
Sucede en la costa argentina cuando los choclos, panchos y helados cotizan en bolsa o tres palos y una lona para cubrirse del sol cuesta más que el alquiler de un departamento. Maldito mercado, una frase que construye responsabilidades híbridas.
Se trata de buena o mala reputación. El mercado, así como el marketing y otras palabras tienen mala prensa pero en realidad solo se trata de indagar en profundidad y meter la cuchara para ver que en el fondo somos nosotros, las personas que le damos forma y fondo a la oferta y demanda.