El mayor problema para Silvina Batakis es la ausencia de apoyo en el oficialismo
Los operadores financieros y los ejecutivos no confían en el cumplimiento de las metas anunciadas por la ministra de Economía, ya que no creen que tenga el suficiente respaldo.
A dos semanas de la asunción de Silvina Batakis como ministra de Economía, las discrepancias en la alianza gobernante generan dudas sobre cuestiones esenciales, pero Cristina, con silencios prolongados o explosivas declaraciones, logró recuperar el centro del escenario político.
No hay ningún atisbo de normalización de las variables macroeconómicas y así emergen cotizaciones del dólar acercándose a los 300 pesos y una inflación que acelera hacia números desconocidos en los últimos 30 años: ya supera las previsiones que la ubicaban en un 70 por ciento para todo 2022. Es que el mercado no confía en que la frágil tregua entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, decante en medidas concretas siquiera para reducir los déficits del sector público, que absorbe todos los recursos y aun así debe emitir pesos para no suspender la realización de obras indispensables para la vapuleada infraestructura del país.
Se llegó a que escaseara el gasoil en la época de las cosechas de las que surgen los dólares que pueden mitigar la calamitosa situación del Banco Central, que obliga a suspender importaciones imprescindibles para el funcionamiento de la industria.
Sin un apoyo claro
La vicepresidenta Cristina Fernández sigue sin dar un apoyo claro al sendero de ajuste fiscal esbozado por la titular del Palacio de Hacienda. Ni las sendas reuniones de supuesta “coordinación” que compartió en la Residencia de Olivos con el presidente Alberto Fernández y Sergio Massa han logrado dar certidumbre a la población en general, a los empresarios, a posibles inversores y a los titulares de los créditos del exterior.
Es la falta de previsión oficial para garantizar la provisión de gasoil y GLP (gas licuado de petróleo), por ejemplo, la que hace desconfiar de que ahora el Gobierno sí se decidirá a desandar un camino de normalización de la economía. Pero también hay dudas entre los ejecutivos sobre el “doble juego” que viene manteniendo la Vice, que cesó los ataques directos al Ejecutivo, pero también viene manteniendo reuniones en el Senado para delinear lo que ella cree que son las soluciones a los problemas socio-económicos que aquejan a la Argentina. Promueve caminos contradictorios con los que plantea la ministra Batakis. Allí recibe a empresarios, gobernadores, sindicalistas e intendentes a quienes da cuenta de que está “al tanto de todo” lo relacionado con la economía.
En una reunión celebrada hace unos 10 días con tres jefes comunales, la Vice planteó que “con el diálogo sólo no alcanza”. Un jefe gremial que la visitó esta semana, en tanto, admitió que Cristina ni mencionó a Batakis ni dio un espaldarazo al plan económico de la ex ministra de Daniel Scioli, pero sí escuchó la preocupación de los emisarios de la CGT -con quienes estuvo largo tiempo distanciada- de que la falta de acuerdo político haga desbarrancar aún más a la economía.
Indicadores que preocupan
Es este difícil cuadro de situación, con un Índice de Precios al Consumidor (IPC) que arrojó un 5,3 por ciento en junio y promete superar el 7 por ciento en julio, y la debilidad “institucional” en la que se encuentra inmerso el Presidente, el que motiva al “silencio estratégico” del kirchnerismo. El temor que asoma, como confió un dirigente camporista en la semana, es que si el barco en el que navega el Ejecutivo se hunde, termine arrastrando a la Vice. “A todos nos puede hundir”, se sinceró.
Pero, como se dijo, en privado las diferencias persisten. En público fue Andrés “Cuervo” Larroque el que nuevamente alimentó la demanda por el salario universal, la misma que en los próximos días unificaría en la calle el reclamo de un dirigente social como Juan Grabois y representantes de la izquierda como Eduardo Belliboni (Polo Obrero). El crecimiento de la conflictividad social es evidente, corre en paralelo al deterioro de las condiciones de vida de la población.
La renta universal es una muestra más de la postura ambigua del cristinismo en su vínculo con la Casa Rosada. De algún modo, esconde su embestida contra las organizaciones sociales más alineadas al jefe de Estado. “Los que inventaron a los movimientos son los mismos que ahora los quieren sacar”, ironizó un barón del Conurbano.
Estos enfrentamientos por el manejo de los cuantiosos fondos para asistencia social desnudan uno de los mayores problemas del oficialismo.