CON 52 AÑOS, AUN JUEGA
Raúl Scaglione: "Nunca digan nunca"
Integra el plantel del Club Deportivo Baigorrita, que compite en el torneo de la Asociación Juninense de Básquetbol.
Raúl Horacio Scaglione se volvió a calzar los pantalones cortos a los 52 años para despuntar el "vicio" del básquetbol en Deportivo Baigorrita, marcando un récord en cuanto a edad de un jugador de baloncesto en cancha por los torneos locales.
DEMOCRACIA lo entrevistó para saber cómo se siente y el porqué de su retorno.
- ¿Cómo nace todo esto?
- En realidad, la idea hace mucho que daba vueltas en mi cabeza pero por trabajo u otras razones nunca podía llevarse a cabo. Hasta que un día Agustín, mi hijo más grande (actualmente estudiando y jugando en La Plata), me pide que vea por internet un video.
Siempre con mi hijo mayor ante un evento nos motivamos con este tipo de cosas. Es así como llego a un discurso de uno de los más grandes basquetbolistas de la historia, Michael Jordan, quien a su entrada al Hall de la Fama dijo: "No se rían si algún día me ven jugando a los 50, nunca digan nunca. Porque los límites, como los miedos, son muchas veces solo una ilusión.
Era el empujón que me faltaba y desde ese momento no hubo retorno, ya casi era una obsesión.
- ¿Cuándo fue la última vez que habías jugado oficialmente?
- Fue hace 18 años, a mis 34, venía de una tercera operación de mi rodilla derecha (tengo 7 operaciones en las piernas) y el médico me aconsejó que dejara de jugar. Mi retiro duró un año. Llegó el cuadrangular final de la AJB y luego de ese año de inactividad hablé con Darío Racero (mi maestro) para 'despedirme' jugando oficialmente. Estuvimos ahí de salir campeones. Perdimos la final con Sarmiento en la última pelota. Los Indios logró el subcampeonato y yo me retiré.
- ¿Qué te impulsa a volver a las canchas?
- En realidad no sé (risas), creo que una mezcla de cosas: Esa sensación de 'te retiraron los médicos', el encontrarme hoy muy bien físicamente, el desafío, mis amigos que me ayudaron a tomar la decisión, ese fuego que te quema por dentro y por supuesto el clan Scaglione que siempre está apoyando lo que yo hago. La cosa, poco a poco, fue tomando forma, solo faltaba el equipo que quisiera darme la oportunidad.
- ¿Por qué en Deportivo Baigorrita?
- En primera instancia pensé en Los Indios (donde juega Manuel, mi hijo menor) y luego en el Club Junín, (donde está mi maestro de toda la vida). Pero fue imposible por razones muy entendibles. Una noche jugaba el "Depo" contra el Club Junín y fui a verlos. Me gustó la idea de jugar con ellos. Fui a ver al técnico, Juan Vega, este habló con los jugadores y tras el consentimiento de todos, llegué al club. Los chicos me recibieron como si toda la vida hubiéramos jugado juntos. Es más muchos de ellos fueron alumnos míos o los dirigí en algún momento. Hablé con el entrenador y le dije de entrenar tres veces por semana y darles una mano incondicional ciento por ciento. Pero que por favor me pusiera en la lista de buena fe y si me necesitaba treinta segundos por partido, yo quería estar.
- Así arrancaste...
- Entrenando duro, muy duro, a la par de todos los jugadores, sin regalar nada. Entreno los siete días de la semana, tres veces básquet y reparto en doble turno natación, pesas y ciclismo. De esa forma, me siento bien conmigo mismo y seguro de no correr riesgos innecesarios. No siento miedo nunca, no se me pasa por la cabeza lesionarme. Me siento totalmente feliz.
- Así llegó el gran día ...
- Fue contra Sarmiento, en su cancha. Juro que la noche anterior no pude dormir, la adrenalina me salía por los ojos. Llegar a la cancha, entrar a un vestuario no como entrenador, manos transpiradas, una sensación de vacío en el abdomen, pedir mi camiseta, pensando 'cuánto vale todo esto', la entrada en calor, la mirada sorprendida de alguno. El abrazo de Mario Caporaletti, de Adriano Di Biaggio, de unos pibes, del 'Manso' Lorio, un amigo de la vida.
El resto fue anécdota. Cuatro minutos jugué, la espera mirando al DT que me dijera las palabras mágicas: 'Raúl, entrás...'. Verónica (mi esposa) en la tribuna, una nota de mi hijo Manuel escondida en mis zapatillas, muy fuerte todo lo que me pasaba por dentro y por fuera. Algunos amigos que fueron a verme. Pero el momento llegó y volví a jugar".
- ¿Pensaste en batir algún récord?
- No, para nada. Pensé en darme el gusto de mi vida, en cumplir un sueño, por ahí que esto le sirva a alguien frente alguna adversidad para decir que se puede, que cuando nos proponemos algo lo podemos conseguir. Récord seguramente es el de Juan Espil que se retiró hace un mes a los 49 años jugando a primer nivel de la Liga Nacional, un fenómeno. Hoy es algo incorporado para mí jugar y entrenar. Como hace ya muchos años.
- ¿Cómo es la relación con tus compañeros?
- La mejor. Primero con Juan Vega que es un entrenador muy joven y autocrítico y mi apoyo es incondicional, como le dije el primer día estoy para dar una mano, sumar en los entrenamientos, jugar el tiempo que sea, 30 segundos o lo que él disponga. El me brinda espacios para volcar mis experiencias cuando practicamos, eso es muy bueno para mí, espero que para el equipo también lo sea, y habla muy bien de él. Juan toma las decisiones. Mis compañeros que el primer día me miraban como bicho raro, ahora me tratan como a un igual en el juego, es decir me maltratan lo que corresponde, eso me hace sentir muy bien, no me regalan nada. Yo entreno pensando en jugar, en ser titular, pongo todo lo que puedo tratando de ganarme el puesto. Mis compañeros me demuestran afecto y cariño. Cosa que también recibo de mis rivales. Contra San Martín, Nicolás Godoy me dijo, al finalizar el partido, que había sido un honor jugar contra mí. Te imaginás mi emoción".
- ¿La gente te apoya?
- Primero me dicen que estoy algo loco (risas). Pero cuando escuchan mis razones, algunos me hacen sentir que les gustaría hacer lo que yo hago. Volver a entrar a un vestuario y sentir que la pasión nunca muere.
- ¿El partido con los Indios fue algo especial?
- Muy especial, a pesar de jugar dos minutos, por un corte en mi nariz durante el juego. Subir las escaleras para acceder al vestuario, escuela de mi adolescencia donde escuchábamos hablar a los más grandes, asomándonos a nuestras primeras historias de vida. Recuerdo que a los 15 años me promovieron a la primera del club. Qué orgullo sentía por entonces. El popurrí de imágenes se superponen unas con otras. Mi viejo y mi vieja sentados en la mitad de la cancha, Mario, Ilda, 'Pirulo', Luis, Etel (todos ellos no están más entre nosotros). Las tardes cuando llegábamos al club a las 14 para entrenar a las 20. Hasta dormíamos un rato en el cuartito de las pelotas. Mis compañeros, Daniel Aréjula, Ricardo, Rubén y Luis Lorio, Pablo Gianelli, los Gandolfo, Horacio Bárriga y muchos más. Mis hijos participando de algún torneo o encuentro, Martina en el femenino y Agustín y Manuel entre los varones. El saludo final de los compañeros de 'Manu', y alguna que otra foto que nos sacamos. Mirá si no fue una noche especial....
- ¿Cuál es el mensaje final?
- Solo agradecer humildemente a todos los que me ayudaron a concretar esto y a los que me dijeron que no lo haga (para cuidarme), a mi familia, a mis amigos. A la tremenda cantidad de adhesiones por medios sociales que me llegaron de gente cercana a mí, pero también de algunos que no conozco. Al respeto con que me trata todo el mundo, subiéndose a mis sueños. A mis motores: Gracias... Nunca digan nunca. Porque los límites, como los miedos, son muchas veces solo una ilusión, cerró Raúl Scaglione.
DEMOCRACIA lo entrevistó para saber cómo se siente y el porqué de su retorno.
- ¿Cómo nace todo esto?
- En realidad, la idea hace mucho que daba vueltas en mi cabeza pero por trabajo u otras razones nunca podía llevarse a cabo. Hasta que un día Agustín, mi hijo más grande (actualmente estudiando y jugando en La Plata), me pide que vea por internet un video.
Siempre con mi hijo mayor ante un evento nos motivamos con este tipo de cosas. Es así como llego a un discurso de uno de los más grandes basquetbolistas de la historia, Michael Jordan, quien a su entrada al Hall de la Fama dijo: "No se rían si algún día me ven jugando a los 50, nunca digan nunca. Porque los límites, como los miedos, son muchas veces solo una ilusión.
Era el empujón que me faltaba y desde ese momento no hubo retorno, ya casi era una obsesión.
- ¿Cuándo fue la última vez que habías jugado oficialmente?
- Fue hace 18 años, a mis 34, venía de una tercera operación de mi rodilla derecha (tengo 7 operaciones en las piernas) y el médico me aconsejó que dejara de jugar. Mi retiro duró un año. Llegó el cuadrangular final de la AJB y luego de ese año de inactividad hablé con Darío Racero (mi maestro) para 'despedirme' jugando oficialmente. Estuvimos ahí de salir campeones. Perdimos la final con Sarmiento en la última pelota. Los Indios logró el subcampeonato y yo me retiré.
- ¿Qué te impulsa a volver a las canchas?
- En realidad no sé (risas), creo que una mezcla de cosas: Esa sensación de 'te retiraron los médicos', el encontrarme hoy muy bien físicamente, el desafío, mis amigos que me ayudaron a tomar la decisión, ese fuego que te quema por dentro y por supuesto el clan Scaglione que siempre está apoyando lo que yo hago. La cosa, poco a poco, fue tomando forma, solo faltaba el equipo que quisiera darme la oportunidad.
- ¿Por qué en Deportivo Baigorrita?
- En primera instancia pensé en Los Indios (donde juega Manuel, mi hijo menor) y luego en el Club Junín, (donde está mi maestro de toda la vida). Pero fue imposible por razones muy entendibles. Una noche jugaba el "Depo" contra el Club Junín y fui a verlos. Me gustó la idea de jugar con ellos. Fui a ver al técnico, Juan Vega, este habló con los jugadores y tras el consentimiento de todos, llegué al club. Los chicos me recibieron como si toda la vida hubiéramos jugado juntos. Es más muchos de ellos fueron alumnos míos o los dirigí en algún momento. Hablé con el entrenador y le dije de entrenar tres veces por semana y darles una mano incondicional ciento por ciento. Pero que por favor me pusiera en la lista de buena fe y si me necesitaba treinta segundos por partido, yo quería estar.
- Así arrancaste...
- Entrenando duro, muy duro, a la par de todos los jugadores, sin regalar nada. Entreno los siete días de la semana, tres veces básquet y reparto en doble turno natación, pesas y ciclismo. De esa forma, me siento bien conmigo mismo y seguro de no correr riesgos innecesarios. No siento miedo nunca, no se me pasa por la cabeza lesionarme. Me siento totalmente feliz.
- Así llegó el gran día ...
- Fue contra Sarmiento, en su cancha. Juro que la noche anterior no pude dormir, la adrenalina me salía por los ojos. Llegar a la cancha, entrar a un vestuario no como entrenador, manos transpiradas, una sensación de vacío en el abdomen, pedir mi camiseta, pensando 'cuánto vale todo esto', la entrada en calor, la mirada sorprendida de alguno. El abrazo de Mario Caporaletti, de Adriano Di Biaggio, de unos pibes, del 'Manso' Lorio, un amigo de la vida.
El resto fue anécdota. Cuatro minutos jugué, la espera mirando al DT que me dijera las palabras mágicas: 'Raúl, entrás...'. Verónica (mi esposa) en la tribuna, una nota de mi hijo Manuel escondida en mis zapatillas, muy fuerte todo lo que me pasaba por dentro y por fuera. Algunos amigos que fueron a verme. Pero el momento llegó y volví a jugar".
- ¿Pensaste en batir algún récord?
- No, para nada. Pensé en darme el gusto de mi vida, en cumplir un sueño, por ahí que esto le sirva a alguien frente alguna adversidad para decir que se puede, que cuando nos proponemos algo lo podemos conseguir. Récord seguramente es el de Juan Espil que se retiró hace un mes a los 49 años jugando a primer nivel de la Liga Nacional, un fenómeno. Hoy es algo incorporado para mí jugar y entrenar. Como hace ya muchos años.
- ¿Cómo es la relación con tus compañeros?
- La mejor. Primero con Juan Vega que es un entrenador muy joven y autocrítico y mi apoyo es incondicional, como le dije el primer día estoy para dar una mano, sumar en los entrenamientos, jugar el tiempo que sea, 30 segundos o lo que él disponga. El me brinda espacios para volcar mis experiencias cuando practicamos, eso es muy bueno para mí, espero que para el equipo también lo sea, y habla muy bien de él. Juan toma las decisiones. Mis compañeros que el primer día me miraban como bicho raro, ahora me tratan como a un igual en el juego, es decir me maltratan lo que corresponde, eso me hace sentir muy bien, no me regalan nada. Yo entreno pensando en jugar, en ser titular, pongo todo lo que puedo tratando de ganarme el puesto. Mis compañeros me demuestran afecto y cariño. Cosa que también recibo de mis rivales. Contra San Martín, Nicolás Godoy me dijo, al finalizar el partido, que había sido un honor jugar contra mí. Te imaginás mi emoción".
- ¿La gente te apoya?
- Primero me dicen que estoy algo loco (risas). Pero cuando escuchan mis razones, algunos me hacen sentir que les gustaría hacer lo que yo hago. Volver a entrar a un vestuario y sentir que la pasión nunca muere.
- ¿El partido con los Indios fue algo especial?
- Muy especial, a pesar de jugar dos minutos, por un corte en mi nariz durante el juego. Subir las escaleras para acceder al vestuario, escuela de mi adolescencia donde escuchábamos hablar a los más grandes, asomándonos a nuestras primeras historias de vida. Recuerdo que a los 15 años me promovieron a la primera del club. Qué orgullo sentía por entonces. El popurrí de imágenes se superponen unas con otras. Mi viejo y mi vieja sentados en la mitad de la cancha, Mario, Ilda, 'Pirulo', Luis, Etel (todos ellos no están más entre nosotros). Las tardes cuando llegábamos al club a las 14 para entrenar a las 20. Hasta dormíamos un rato en el cuartito de las pelotas. Mis compañeros, Daniel Aréjula, Ricardo, Rubén y Luis Lorio, Pablo Gianelli, los Gandolfo, Horacio Bárriga y muchos más. Mis hijos participando de algún torneo o encuentro, Martina en el femenino y Agustín y Manuel entre los varones. El saludo final de los compañeros de 'Manu', y alguna que otra foto que nos sacamos. Mirá si no fue una noche especial....
- ¿Cuál es el mensaje final?
- Solo agradecer humildemente a todos los que me ayudaron a concretar esto y a los que me dijeron que no lo haga (para cuidarme), a mi familia, a mis amigos. A la tremenda cantidad de adhesiones por medios sociales que me llegaron de gente cercana a mí, pero también de algunos que no conozco. Al respeto con que me trata todo el mundo, subiéndose a mis sueños. A mis motores: Gracias... Nunca digan nunca. Porque los límites, como los miedos, son muchas veces solo una ilusión, cerró Raúl Scaglione.