Alcides Schiavoni: De sangre celeste
Desde chico estuvo ligado al “Granadero” y fue su presidente durante 18 años ininterrumpidos. De su gestión destaca las mejoras edilicias y el haber podido llegar con el equipo de primera al Torneo Federal B.
Los primeros recuerdos que tiene Alcides Schiavoni sobre su relación con el Club San Martín se remontan a sus tres o cuatro años de edad, en una época en que la institución organizaba tardes de cine, para lo cual se ponía un telón en la pared sur, y allí se proyectaban las películas. En esos días, iba con su padre y le ayudaba a limpiar y ordenar las sillas.
Más allá de que hayan pasado unos 55 años, todavía se emociona al evocar aquella situación. En el medio, transcurrieron siete años de su vida como jugador y 31 como dirigente, 18 de ellos en la presidencia.
Y aunque se haya alejado, sigue sintiendo al club como su segunda casa y en sus venas continúa corriendo sangre celeste.
Alcides
Schiavoni nació y se crió en el barrio Villa Belgrano. Solamente se alejó de allí cuando se fue a estudiar Ciencias Económicas a Rosario, después de haber hecho la primaria en la Escuela N°16 y la secundaria en el Colegio Comercial.
La economía familiar lo obligó a regresar de Rosario al año. Fue empleado en una casa de venta de máquinas de escribir, en una distribuidora de agroquímicos, y luego ingresó en la DGI (hoy AFIP), donde todavía sigue trabajando, después de 38 años, ahora a cargo de la oficina de Mesa de Entrada.
“Hoy San Martín representa a la mitad de Junín, deportivamente”.
Relación con San Martín
“Mi vínculo con el Club San Martín viene de sangre”, dice Schiavoni. Es que uno de sus tíos fue presidente y su padre –que “se pasó su vida ahí adentro”– fue designado intendente de la cancha, cuando todavía era de polvo de ladrillo.
Alcides recién pudo jugar al básquet a sus 14 años. Tenía diagnosticado pie plano, escoliosis y otras dificultades, por lo que hasta esa edad ni siquiera había podido usar zapatillas.
Jugó desde los 14 a los 21, aunque ya a sus 18 empezó a formar parte de la comisión directiva del club. Y pasó por diferentes subcomisiones.
“Esto me viene en la sangre –insiste Schiavoni–, por la historia de mi viejo, de mi familia, y por la educación que tuve. Con 14 o 15 años nosotros ayudábamos en el mantenimiento del club y limpiábamos los baños, por eso hoy siento ese olor a fluido, cierro los ojos y el recuerdo me lleva a esa época. Había una cultura en la que eso se hacía carne, no era solamente ir a divertirse sino también involucrarse y sumar”.
“Ya con 14 o 15 años ayudábamos en el club y limpiábamos los baños, por eso hoy siento ese olor a fluido, cierro los ojos y el recuerdo me lleva a esa época”.
Presidente
Participó en la dirigencia del “Granadero” durante 31 años, y ejerció la presidencia por 18: de 1986 a 2004.
Durante décadas, en la cancha de Siria 65 se jugaba al básquet al aire libre: “San Martín fue el último club en tener su tinglado. La obra de construcción del gimnasio empezó el 6 de octubre de 1986, con la demolición de la vieja estructura, para después erigir una nueva. Y recién el 27 de febrero de 1991 se pusieron las chapas que tiene hoy. Y tuvimos que esperar hasta el 20 de marzo del año 2000 para poner el tan ansiado piso flotante”.
Para Schiavoni, los logros que pudo haber obtenido durante su presidencia, fueron el fruto del trabajo “de un grupo grande de gente que integró una generación que tuvo la posibilidad de hacerle dar un salto” a la institución: “Fue un cambio en lo edilicio, y también en lo deportivo, porque se fueron dando muchas cosas, y en el año anterior a que yo dejara mi lugar pudimos ascender al Federal B, que para nuestro club fue una apuesta trascendente, y al año siguiente, bajo la presidencia de Néstor Calvet, se llega al TNA. Después, eso desnudó un montón de debilidades que tenemos las instituciones del interior”.
En 2004 se alejó de su cargo por cuestiones personales y dejó un espacio para que hubiera “una renovación en el club”.
“Si tuvimos éxito fue porque honramos el valor de la palabra”.
El club
Schiavoni cree que el camino para alcanzar objetivos debe estar cimentado de buenas y nobles acciones. “Si tuvimos éxito en la gestión fue porque hacíamos lo que decíamos que íbamos a hacer, honrábamos el valor de la palabra”, asegura.
En cuanto a la posible proyección del club, Alcides considera que San Martín “está ubicado en un punto neurálgico, en el corazón de la ciudad, y tal vez faltaría potenciar el lugar con la identidad del barrio”. Y amplía: “Somos el único club que tiene práctica de básquet de la vía para aquel lado, quizás se pueda capitalizar esa cuestión en función de una representatividad que el club tiene en el barrio Belgrano. Hoy San Martín representa a la mitad de Junín, deportivamente, y eso es un proceso que se tiene que ir dando”.
Más allá de que hace más de una década que no está en la dirigencia del club, sigue impregnado de esa mística celeste que entremezcla su historia familiar, su barrio y su pasión: “San Martín es todo para mí. Ha sido un lugar de expresión porque en esos 31 años de participación sentí que formé parte de un grupo de trabajo que permitía que 250 o 300 chicos encontrasen un espacio donde no solamente aprendieran un deporte, sino que pudieran vincularse, sociabilizar, viajar, conocer gente, crecer y sentirse contenidos. Por eso la tarea que hacemos en los clubes es crucial”.