Una buena metáfora que representa lo que significa ser modelo es la punta de un iceberg donde lo único y poco que se ve es lo que resalta en la superficie. Eso, llevado al mundo del modelaje, serían las sesiones de fotos y eventos que se publican en los medios, redes sociales o revistas. De tal forma, vale preguntarse: ¿Cómo es que se llega a ser modelo?
¿Cuáles son las complejidades para poder lograrlo? ¿Qué aprendizajes se tienen en el camino?
Democracia entrevistó a cinco juninenses que se desarrollaron en el rubro para conocer cómo fueron los procesos vivenciados en cada caso. Para eso, este medio dialogó con Luisina Cirelli (trabajó como modelo en la agencia Dotto y actualmente es publicista), Martina Siracusa (modelo que lanzó su propia marca de cosméticos), Camila Allende (actualmente modela a nivel internacional), Maira Storani (del modelaje a ser tripulante de avión) y Amparo Velazco (desarrolló el modelaje como hobby y hoy es contadora pública), con el fin de conocer los recorridos de cada una a nivel local y nacional.
Modelaje como proyecto de vida
Luisina Cirelli inició su carrera a nivel local a los 11 años y fue contactada por la agencia Dotto. Enfocada en la apuesta del desarrollo de su carrera, recordó lo que significó aquel momento. “Tenía tan solo 15 años y me sometí a un proceso durísimo de exigencia personal. La emoción fue total, pero también así la presión para cumplir un sueño de pocas”.
Tras firmar su primer contrato como profesional, Cirelli se trasladó a Buenos Aires. Al respecto, rememoró: “Para ese entonces Dotto te ofrecía una casa, pero era como la ´casa del pueblo´, ya que toda chica del interior podía caer ahí. Por eso, nos juntamos con dos chicas más, ninguna mayor de edad, ya que teníamos entre 14 y 16 años, y nuestros padres se pusieron a ver dónde podíamos vivir”.
“Conseguimos una pensión solo de mujeres donde no entraban hombres. En una misma habitación dormíamos, comíamos, todo. Teníamos un teléfono público que podíamos usar con monedas y un cuaderno en el que, si llamaban y no estabas, dejaban un mensaje para vos. No existía celular, solo había cybers y Guía T para moverse en una ciudad donde no alcanzaban las páginas para entenderla”, contextualizó.
Acerca de lo vivenciado, relató: “No hay nada que no me haya marcado de ahí. Fue un proceso de mucha sanación y terapia al tratar de descubrirme qué era yo sin ser modelo.
Frené mi carrera en el modelaje porque me estaba enfermando y me puse a estudiar sin haber hecho una buena escuela o sin pensar qué podría ser, dónde quisiera vivir, para qué más era buena”.
Siguiendo con su mirada, contextualizó: “Era una época donde no existían los cuerpos diversos y, cuando ibas a un casting, había un solo talle de pantalón. Entrabas o entrabas. Te decían cosas que eran extremas, como estás gorda o muy flaca”.
Sin embargo, Cirelli resignificó toda su experiencia para tener un valor distinto en su trabajo como publicista. “Trabajo como estratega en GUT, una de las mejores agencias de publicidad de Argentina. Comencé como creativa y fui mutando dentro de la industria hasta llegar a donde estoy”.
“También disfruto de ser productora de campañas de moda cuando me llaman de marcas que conozco y lo hago desde otro lado, desde el conocimiento y creatividad conceptualizando a la marca”, cerró.
Otro caso de representación local es el de Martina Siracusa, quien llegó a compartir desfiles junto a reconocidas modelos, como Nicole Neumann, Rocío Guirao Díaz y Zaira Nara.
Además, fue elegida como reina de la primavera y reina provincial del Cosechero. De tal forma, la contactaron de agencias de Buenos Aires para realizar desfiles de temporada de verano en Pinamar y Mar del Plata.
“Formé parte del evento de Caras de fin de año, de los Martín Fierro Digital y una sesión de fotos en Milán. Cosas que, en el momento, no caés por los nervios y significaron un shock por estar cumpliendo un sueño”, describió sobre los hechos vivenciados que la llenan de orgullo.
Por otra parte, al dar su mirada sobre las complejidades del ambiente, opinó: “Es un rubro difícil en el que es importante tener los pies sobre la tierra. Hay mucha competencia, hay gente que entiende que tiene que pisar a otro para resaltar”.
“Un día trabajando me dijeron que ´estaba potente´ y que, si quería trabajar con ellos, tenía que vivir ´a lechuga´. Me puse a pensar en que, si se lo dicen a alguien que no tiene una red de contención o que duda de sí, le pueden arruinar la vida. Había desfiles en los que te decían que no te daban malla porque te veían hinchada”, narró sobre una experiencia no grata que recordó.
Y agregó: “En un desfile, mientras esperaba a subir a la pasarela, estaba estudiando y vino un productor que me dijo: ´en este mundo te conviene ser la rubia hueca porque te va a ir mejor´. Fue gracioso y hoy lo recuerdo con risas. Es un estereotipo que se busca mucho en este mundo”.
“No obstante, quiero resaltar que es un mundo en el que fui feliz y aprendí mucho. Siento que fue y es un sueño trabajar como modelo porque se siente una sensación única frente a la cámara cuando empieza la producción o al abrir o cerrar un desfile”, aclaró.
Siguiendo con su análisis del sector, consideró que “después de la pandemia, el mundo del modelaje cambió mucho. Hubo que reinventarse también porque antes había más desfiles y producción de fotos. Ahora se usan más creadores de contenidos, influencers y redes sociales. Se pasó de posar frente a cámara a hacer un video hablando a un espectador”.
En lo que hace a su presente, Siracusa contó: “Estoy reorientando mi vida al mezclar las cosas que me gustan: el modelaje, por un lado, e ingeniería química, que es la carrera que estudié, potenciado por el Máster en formulación de cosméticos y ciencia cosmética. Mezclé todo eso para tener una marca de cosméticos y maquillaje que lancé hace dos meses”.
Eventos y fotos
Amparo Velazco tuvo su primera experiencia “modelando” cuando realizó su book fotográfico por cumplir 15 años. Luego de realizar algunas sesiones para un local de indumentaria local, formó parte de desfiles y diversas producciones para ropa deportiva, urbana y calzado.
En tal sentido, destacó el rol ocupado por el fotógrafo Gabriel González Rivas y expresó: “Soy muy tímida por fuera del modelaje y él lograba sacar una parte de mí que no salía de otra forma que no fuera en la sesión. Me divierte modelar, pero nunca lo hice para vivir de esto. Es algo que siempre me gustó y lo hago de hobby”.
“Quizás, en Junín, chicas con quienes he compartido campañas y que querían dedicarse a eso se fueron a Buenos Aires, ya que acá es muy difícil y no se le da la importancia realmente que tiene la actividad”, contextualizó.
Por eso, Velazco decidió abocarse al estudio de los números y convertirse en contadora pública. Más allá de eso, además de conocer los pormenores que implica esta actividad, vivenció las complejidades que forman parte. “He sufrido prejuicios, es un rubro que no es fácil y siempre hay mucha competencia. A mí nunca me afectaron sinceramente, pero los hay y hay chicas que los sufren”, expuso.
De modelar a tripulante
Maira Storani inició su carrera como modelo a los 12 años. La siguiente anécdota fue el álbum de fotos para los 15 años, cuando la fotógrafa que contrató le brindó tips para la sesión, como el hecho de indicarle qué cosas subir y cuáles fotos no, a redes sociales.
Tras participar de una serie de eventos, campañas publicitarias y desfiles, Storani finalizó los estudios secundarios y comenzó la carrera de ingeniería industrial. Sin embargo, su futuro no estaría allí ni en el modelaje, sino en un avión como tripulante de cabina.
Acerca de la génesis de tal acontecimiento, explicó que “cuando era chica tuve la oportunidad de viajar en avión y fueron en esos momentos, estando en los aeropuertos, que me llamó la atención el mundo de las tripulantes, caminando hacia el avión o haciendo el servicio abordo”.
“En 2019 comencé un curso de tripulantes que lanzó la universidad en la que estaba, me anoté y arranqué. Duró siete meses, me recibí en noviembre de ese año y comencé la búsqueda laboral. Luego viene la pandemia y el panorama se complejiza más, por lo que decidí hacer otra carrera como turismo y hotelería para aprovechar ese tiempo en el que yo iba buscando trabajo para capacitarme”, relató.
Y siguió: “La hice durante tres años y retomé la búsqueda laboral. Mandé para una aerolínea lowcost europea, hice una entrevista online y me llegó un mail en el que me invitaban a hacer el ´training´ de tripulante. Todos los días teníamos un ´daily test´ para ir viendo cómo mejorábamos y aprendíamos. También tuvimos cinco exámenes a aprobar para el ingreso y lo logré hacer. La base, finalmente, me tocó en Eslovaquia”.
Respecto a los cambios culturales vivenciados, contó: “Fue chocante el cambio porque acá son muy fríos y la gente te saluda a la distancia o como mucho te da la mano. Además, la gente es muy callada, seria, y nunca veo a nadie sonriendo. Únicamente cuando estoy con el traje de azafata la gente me saluda, si no, no”.
Pese a lo negativo, valoró: “Algo que sí me gusta acá es la seguridad porque puedo caminar a la hora que sea y nunca me pasó nada. Me toca ir a trabajar a las cuatro de la mañana y voy caminando sola”.
En torno a los requisitos para ser admitida como tripulante de avión, Storani informó: “Hay que tener 18 o 21 años, dependiendo cuál; estudios secundarios finalizados; experiencia en atención al cliente; una altura, mínimamente, de 1,60; tener pasaporte; el idioma inglés con un nivel intermedio; eventualmente idiomas adicionales; no podés tener tatuajes o que estén a la vista; saber nadar; y ser amable”.
Precisamente la altura es un factor determinante al momento de ingresar a trabajar. Al respecto, Storani compartió su vivencia: “Cuando iba a hacer el curso de tripulante me pedían una estatura de 1,57 y, cuando me medí, tenía 1,56. Arranqué un gimnasio y le pedí al entrenador una rutina específica para estirarme un centímetro. Lo logré a través de la constancia”.
“Soñé desde chica poder vivir en Europa y volar por distintos países. Se extraña mi casa, mi familia y mi pareja, pero estar afuera te ayuda a valorar todo mucho más”, narró y manifestó: “Con la política de cielos abiertos me encantaría poder trabajar en Argentina y volver a estar cerca de mis afectos”.
A pura actividad
Camila Allende es una representante local que, al día de hoy, vive del modelaje. Actualmente tiene 22 años y, para encontrar su comienzo en el rubro, hay que remontarse al 2018, cuando tenía 16 años.
Tras participar de algunas sesiones de fotos a nivel local y realizar un curso de modelaje, fue contactada por Robinson Wdoviak, su actual manager, para ser convocada a su agencia. “Fui contactada, lo charlé con mis padres, firmamos un contrato y empezó esta hermosa locura”, reseñó sobre aquel momento.
Paso a paso fue haciéndose un lugar en el sector. “Empecé a hacer fotos para marcas reconocidas a nivel nacional y, de un momento a otro, me llegó un mensaje de una empresa de Londres que me quería conocer. Hacemos una videollamada, conversamos y firmamos un contrato. Luego, el 11 de febrero de 2023, viajé por primera vez a Londres e hice mi debut de modelaje a nivel mundial”, recordó sobre su primera experiencia en el extranjero.
En torno a vivencias en el rubro, indicó que “lo que más me marcó es el estilo de vida, es decir, cuando te dedicás a esto se dejan muchas cosas de lado y te enfocás en el desarrollo. He vivido en París, Londres, Milán, y uno está lejos de su familia. A su vez, mi estilo de vida es no saber cuándo voy a viajar y, quizás, pasado mañana me llaman y me dicen que me voy a Londres. Entonces en un día tengo que arreglar todo para viajar”.
En lo que hace a prejuicios del mundo del modelaje, Allende señaló que “hay un estereotipo inculcado en la sociedad de que la modelo es hueca, pero considero que está obsoleto al día de hoy. Por otro lado, en lo que es la formación personal, estudio lalicenciatura en Psicología social, voy por mi segundo año y estoy muy conforme con ella. Sería mi plan alternativo: poder ayudar a otros desde ese lado”.
Volviendo a su andar como modelo, resaltó la posibilidad de haber conocido a la reconocida figura Donatella Versace y proyectó: “Me gustaría poder debutar en París, es el lugar al que apunto y sé que lo voy a lograr”.
Finalmente, concluyó: “Tener el apoyo de mi familia en cada paso que doy es fundamental. Desde el momento cero creyeron en mí y fue algo hermoso. En cada viaje que hago me acompañan a Ezeiza y me van a buscar. Siento su amor y apoyo pese a la distancia”.
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