Cada caso mediático que saca a la superficie el drama de la pedofilia nos recuerda que los chicos están en riesgo permanente: si no es por el grooming que acecha en las redes, es por las apuestas en línea y el riesgo cierto de la ludopatía, como por el uso de inteligencia artificial capaz de viralizar imágenes suyas de desnudos que nunca hicieron.
En las últimas horas se confirmó que el diputado provincial misionero Germán Kiczka y su hermano Sebastián, ambos detenidos acusados de traficar imágenes de niños en situación de abuso, no eran los únicos integrantes de esta red de pedofilia que, se sospecha, actuaba desde hace rato. Su actividad fue alertada por la ONG norteamericana ICMEC (International Centre for Missing & Exploited Children); investigada por una fiscalía de Cibercrimen porteña y derivada a un juzgado de la localidad de Apóstoles.
Es que del análisis de los 603 archivos con fotos y videos de menores explotados sexualmente surgió que fueron compartidos con otros cómplices, uno de los cuales sería integrante del poder político de Misiones. La causa que tiene, por ahora, como protagonista principal al desaforado legislador del partido Activar, es encabezada por el juez de instrucción N°4 de Apóstoles, Miguel Ángel Faría.
Más allá de los nombres y circunstancias aberrantes que rodean a este caso en particular, el dato inquietante es que la industria del abuso de menores en formato digital crece de manera fenomenal, muchas veces ligada al negocio de la trata, y a manos de ejecutores que ya ni siquiera se esconden en la dark web. El intercambio de enlaces suele circular por redes sociales, con códigos secretos que los mantienen en el anonimato.
Quienes estudian de cerca al problema no dudan en calificarlo como “el negocio de mayor crecimiento de los últimos años y la segunda industria criminal más grande del planeta: genera más de 150 mil millones de dólares anuales”, según apuntó recientemente Paula Wachter, directora de la ONG “Red de Infancia”. Y sumó: “Lo que ocurrió con el diputado y parte de su familia, es más común de lo que parece. Es moneda corriente en el mundo”.
EN LA PLATA
En junio de este año, un empresario de 37 años fue detenido en nuestra Ciudad, acusado de publicar y distribuir imágenes de abuso sexual infantil en la dark web, a cambio de criptomonedas. Registrado en la AFIP como financista y dueño de una empresa dedicada al negocio de la computación, fue descubierto a partir de un trabajo conjunto entre Argentina y Estados Unidos, desde donde alertaron que “desde un sitio web se estaban promocionado páginas dedicadas a promover, facilitar, explotar y distribuir material de abuso sexual de niños, niñas y adolescentes”.
Así arrancó una investigación por parte de la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas 17 y el Cuerpo de Investigaciones Judiciales del Ministerio Público Fiscal porteño.
Un agente realizó una transacción virtual encubierta con la página investigada y detectó que el imputado publicitaba diversos archivos de abuso sexual infantil, disponibles para descargas gratis o pagas con moneda virtual. “Tenía cuentas activas en Fiverr, Reddit, Twitch, VK, Wikipedia, Wordpress, Coinvote”, se supo entonces. El Juzgado de Garantías Nº3 de La Plata autorizó el allanamiento, que terminó con el secuestro de material importante y financista preso. Pero se sabe que el negocio no se detiene nunca.
Una investigadora platense que trabaja en casos de delitos informáticos en la Región -y pidió mantener su identidad en reserva-, considera que los depredadores sexuales sacan provecho del “desconocimiento de los padres y el acceso de los chicos a las redes, sin ningún tipo de control. Están en riesgo todo el tiempo”, advierte. Por eso recomienda “estar muy pendientes” del uso que de ellas hacen los menores, “sobre todo en juegos que tienen chats individuales”.
“Groomers (ciberacosadores) y pedófilos aprovechan mucho esa situación –agrega-, sobre todo los juegos en línea para pequeños, como Roblox. Hay padres que ni saben que tiene un chat propio”. Lo mismo pasa con Instagram o TikTok, que son las redes más utilizadas por adolescentes.
Tan fuera de sintonía pueden estar los padres o adultos responsables, que las alertas primarias suelen provenir de las escuelas. Es que en ese ámbito, explica la investigadora, el niño o la niña que ha sido víctima de un delito sexual o de acoso puede revelarlo en la interacción con sus compañeros o manifestarlo con conductas detectables para profesionales con mirada entrenada.
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