Oreste Lapadula junto a los integrantes de la actual orquesta.
Oreste Lapadula junto a los integrantes de la actual orquesta.
EL ARTE COMO COMPLEMENTO

El cable a tierra de la diaria: profesionales que incursionaron en la música como su parte lúdica

Democracia dialogó con cinco profesionales que, en paralelo a sus respectivos trabajos, se desarrollaron en el mundo de musical de distintas maneras: el canto, el baile o la práctica de un instrumento. En todos los casos abordados primaron dos factores en común: el adentrarse a la música mediante la figura de un familiar y el entusiasmo por aprender.

La música siempre ha ocupado un lugar distinguido en el mundo de cualquier persona. Ya sea a través de la escucha o el ejercicio mediante un instrumento, todos reconocen su afinidad por distintas bandas, ritmos, letras o cualquier otro hecho que tenga que ver con la vertiente musical. A su vez, ha sabido y suele representar un espacio para canalizar sensaciones como así también despertar o transmitir emociones.

Con el objetivo de abordar el “lado lúdico” de distintos profesionales de reconocida trayectoria local que se hayan desarrollado en la música como un aspecto complementario en su vida, Democracia entrevistó a Oreste Lapadula, docente de historia que se desenvolvió en el mundo de las orquestas y el piano; René Perea, médico cardiólogo en Sanatorio Junín con conocimientos de guitarra; y Gabriel Erbiti, médico clínico en la Clínica Centro con dotes con la guitarra e incursionando en el mundo de la composición.

También este medio entrevistó a Daniel Urosevich, médico cardiólogo de extensa trayectoria en el HIGA y una fuerte vocación en el tango; y, finalmente, Hugo Astrada, trabajador de distintos oficios y excombatiente en la guerra de Malvinas, quien ha sabido animar distintos eventos y hacerse un lugar con su voz en el ámbito de la música tropical de la región.

Génesis de relación

Diversos caminos vivenciados con un denominador en común: la presencia de algún familiar en lo que fue la génesis del vínculo con la música que se extiende al día de hoy. 
Tal es el caso de Lapadula, quien reconoció que “de muy chico tuve la influencia de mi familia. Mi padre era amante de la música y, desde los seis años, me dejó bajo las manos de Nicolás Campazzo, un reconocido profesor de piano. Ahí comencé, hice el conservatorio y todo un trayecto”.

“Fui despuntando el vicio, primero, de manera informal, y después más formal. Siempre tratando de indagar un poco más en la cuestión, como armonía, contrapunto que me permite orquestar y escribir arreglos. Hoy por hoy, siendo un docente jubilado, le dedico muchas horas de mi vida a la música. Siempre tratando de aprender un poco más e ir permanentemente realimentando la pasión por la música”, relató.

Similar fue el caso de Perea que también se vio atravesado por la incidencia de su figura materna en su Catamarca natal. “A los seis años quería un rifle de aire comprimido y, como era peligroso, mi madre me compró una guitarra. Ella era docente y tenía la idea de enseñarme”, recordó. 

Asimismo, Erbiti también reconoció en su madre docente la importancia para abocarse a la música con el paso de los años. Al respecto, indicó que “ella era maestra de música y había un piano en casa. Además, una tía abuela me regaló una guitarra de regalo y ahí si tomé clases, pero fueron cortas. Después fue más autodidacta durante la secundaria: escuchar mucho y sacar canciones con la guitarra. Estaba muy metido con Silvio Rodríguez que, indirectamente, me enseñó a tomar canciones con el pasa cassette”.

Distinto fue el caso de Astrada, quien no encontró en un instrumento la pasión por la música, sino en el micrófono y en la voz: algo que descubriría con el paso de los años y la experiencia en el mundo musical. 

“Según mis abuelos, padres y tíos me decían que siempre andaba cantando. A los diez años, mi mamá y mi tía me compraron una guitarra y hablaron con Aldo Marchetto, que enseñaba música y guitarra. Luego tuve un impasse y, a fin del año 74, me entero de una persona que enseñaba por oído y agarré otra técnica”, contextualizó Astrada.

Urosevich también se diferenció de los casos anteriores, ya que, su particularidad radica en la danza del tango. Sobre la génesis de su vínculo con la disciplina compartió: “Soy modelo 60 y, en esa época, el tango estaba medio caído. Había pocas ofertas y había ganado mucho el mercado discográfico del rock nacional e incluso el folclore. Tenía un tío que vivía en Arribeños que escuchaba mucho y me cautivó con la voz de Julio Sosa que fue uno de los referentes de los 60 que mantuvo viva la llama del tango”. 

“Un dicho dice que ´el tango te espera´. Empecé a escuchar las letras de algunos autores que contaban cosas profundas. De esa forma, me empecé a acercar por la escucha al tango Goyeneche, que me llevó a Troilo y este a Pugliese”, reseñó. 

Desarrollo y evolución

Más allá del inicio de la relación con la música, otro aspecto fundamental en la biografía artística de los entrevistados tiene que ver con el desarrollo, la evolución y “profesionalización” en la música cada uno a su tiempo.

Lapadula señaló que “se fue dando paulatinamente y de manera casi natural. Era despuntar el vicio cuando uno podía o en casa de amigos cuando había instrumentos y uno podía tocar. Hoy con la posibilidad de tener piano propio y transportable creció la posibilidad de tener acceso”.

Fiel a lo que supo ser su principal profesión, como la docencia y la historia, Lapadula contextualizó: “Hay un detalle que es bueno tener en cuenta, antes no había pianos cómo hoy que vas con el piano a cualquier lugar. De hecho, eran contados en Junín: Círculo Sirio, Club Social, entre otros. Con el tiempo la actividad se fue haciendo más intensa, pero no me desvelaba porque lo hacía con la actividad docente”.

Ese aspecto señalado por Lapadula no es menor y cobra una destacada importancia según el contexto, tal como compartió. Además, el hecho del piano como medio para descubrir nuevas relaciones, no pierde vigencia.

En tal sentido, Perea contó: “En un congreso de médicos había un piano de cola y nadie sabía tocarlo. Volviendo del viaje, alrededor de mis 45 años, fui a tomar clases. Estaba entusiasmado y empecé de una forma básica. Me compré un teclado y mi profesor me escribió con fibrón cada nota. De a poco aprendí a tocar el piano, no en un nivel 10/10, sino un 3/10 que me sirve para cantar y tocar temas instrumentales”.

“Me ha permitido relacionarme con un montón de gente. Lo he hecho de manera amateur y entre amigos, también considero que me ayudó en un montón de situaciones en mi vida”, expresó y añadió: “Siempre tuve la inquietud de tocar el piano ya que era una asignatura pendiente. En la casa de mi abuela había uno y nunca había recibido educación ortodoxa para tocarlo”. 

Erbiti también tuvo su propia experiencia con el piano y la guitarra. De tal forma, explicó: “Mi madre intentó enseñarme algo de piano, pero es algo más complejo. De hecho, recuerdo que intentó enseñarme Imagine de Lennon, pero fui haragán para estudiar música en sí”. 

“Por eso, me pareció más práctico la guitarra que hasta la podés llevar a distintos lugares. Siempre estuvo ahí la guitarra como algo alternativo y tocaba con amigos. Siempre fue una compañera”, detalló. 

Del piano pasando por la guitarra para, finalmente, llegar a descubrir su vocación: la composición. “Siempre escribí poesías y cuentos, pero hace unos años, salió alguna canción y ahí empecé a ver la guitarra con otros ojos y que podía canalizar algunas cosas que me salían”, sostuvo Erbiti.

En lo que hace al canto, Astrada contó: “A los 22 años vuelvo del servicio militar, estaba en un baile y averiguo si una orquesta necesita algún cantor para probarme porque me gustaba subirme a los escenarios y cantar”.

“En el 84, me presentan un jueves en el BAP a Manolo Velgara, El Matador, y luego nos juntamos a ensayar algunos temas porque también cantaba Chiche López. Ese fin de año se iban a La Pampa y me llevaron con ellos”, reseñó y puntualizó: “Mi primera vez en un escenario fue el 29 diciembre 1984 en el San Martín de Santa Rosa”.

“Tras un tiempo con ellos, y ya de novio con mi actual esposa, Rosana Lazzati, comencé a seguir a su padre, Roberto Santos Lazzati, otro gran referente de la música local. Un día de 1986 me invita a cantar y ya sabía todos los temas”, comentó sobre su desarrollo en la música.

“Viajábamos mucho y cada vez que íbamos a La Pampa o Pehuajó eran tres días mínimo. Los viernes eran de ir al Moreno; los sábados al Club Rivadavia o viajar a Pergamino o Chacabuco; y los domingos íbamos a Morse, Saforcada o alguna matiné”, expuso sobre la vorágine vivenciada como cantante y fundamentó: “Trabajaba en la fábrica de pantalones de Antonello y ganaba más dinero con los bailes en verano que durante el año en lo que era mi trabajo”.

Respecto a su camino andado, Urosevich describió: “Quería hacer algo y como cantar no sé y tampoco tocar algún instrumento, pensé que quizás, lo podía bailar. Fui a tomar clases y fue un camino de ida. Cuando empezás a descubrir la danza, te enamorás”. 

“Con la pandemia se interrumpió y comencé a prestar más atención a las letras. Empecé a tener un programa de radio en los últimos momentos de FM Tango 140.9, donde tenía un espacio de dos horas y eso me llevaba a repasar la historia de tango entre otras cosas. Sin ser músico puedo apreciar la riqueza musical del tango”, narró.

Definición música

Un aspecto fundamental que abordó Democracia fue el hecho de qué significa y qué lugar ocupa la música para cada uno de los entrevistados.

En el caso de Perea representa “un cable a tierra”. Y expuso: “Todos los días toco un poco. La música es una cuestión de interpretación y escucharla, un gran sentimiento. Me gusta y disfruto de escuchar cualquier tipo de música y me genera emoción. Para mí, el poder interpretar cosas con cierta calidad musical, es un desafío y es una forma de conexión con mi interior”.

“La música me acompaña todo el día, escucho permanentemente y cualquier tipo. Me gusta escuchar cosas nuevas”, valoró Erbiti.

Además de la importancia compartida, el caso de Astrada se diferencia, ya que, no utilizó el término “cable a tierra”, sino, precisamente, usó la palabra “salvación”. Al respecto, consideró que fue “algo importante en mi vida. Me sacó adelante de mi experiencia en la guerra de Malvinas. Además, gracias a la música, hoy tengo una hermosa familia porque ahí comenzó todo: en un baile conocí a mi esposa, mi suegro y seguimos firmes y juntos”.

Lapadula utilizó el concepto de “pasión” y opinó: “Es una actividad que me ha permitido desarrollarme en muchos aspectos y cosechar amigos, algunos queridos y no están, y otros que sigo compartiendo momentos gratificantes. La vitalidad que uno le pone a esta actividad se va regenerando constantemente”.

A su vez, más allá de su figura, también lo abordó de una forma local y analizó: “La música ha sido una actividad importante en Junín, violinistas, bajistas y pianistas de todo. Hoy se mantiene esa característica de la ciudad. Por eso, cuando hay espectáculos organizados por juninenses la gente concurre y acompaña. Siempre ha sido un foco cultural de referencia para la zona”.

A su turno, respecto al lugar ocupado por la música, Urosevich manifestó: “Llena una gran parte de mi mundo. Es un gran porcentaje de mi vida y de mi espíritu a la hora de estar conmigo mismo. La música, principalmente el tango, ocupa un espacio distintivo”.

Futuro

En lo que hace al futuro musical, Lapadula indicó que “estamos con la orquesta y en septiembre haremos un espectáculo por Troilo. Sin tener una desesperación absoluta, vamos cumpliendo etapas y haciéndolo con tranquilidad y de la mejor manera posible”.

En tal sentido, vale hacer mención a los integrantes de la orquesta que lleva su nombre y que Lapadula encabeza donde se hayan: en los violines, Juan Martín Decarre, Gisela Petraglia, Sofía Cardona; en la viola está Hugo Fochi; en guitarra, Miguel Salem; en la flauta, Francisco Galian; en el bandoneón Ángel Fare; en el bajo Daniel Arias; y la voz es de Horacio Fernández.

Urosevich no se detiene en el aprendizaje de la danza y va por más. “Hice varios cursos de DJ y tengo contacto con gente que está poniendo música en las grandes catedrales de Buenos Aires e incluso participo de un chat donde se dan discusiones y controversias. Eso me hace ver que mi escucha en el tango es importante y por supuesto que me falta mucho porque es inagotable lo que se puede escuchar. Estoy en un buen momento para iniciar cómo musicalizador de milonga”.

Otro entrevistado que compartió su proyección en el mundo artístico es Erbiti quien indicó: “Nunca me consideré gran cantor, pero canto mis canciones. Desde hace un año estoy yendo a un estudio con Santiago Lazarte, para mejorarlas y producirlas para grabar. Es apasionante, como una terapia todos los viernes dos horas. 

Y proyectó: “Tengo varias cosas escritas, algún día me gustaría compilar todo y presentarlo. No tengo fechas ni exigencias de alguna editorial o grabadora, en la medida que va transcurriendo y en el compartir, algún día podría hacer algo. Tengo cuentos, anécdotas, editarlo, subirlo a alguna plataforma o presentarlo para gente conocida. Creo que estaría bueno para algún cierre”.

Con varias metas cumplidas y su sueño hecho realidad, Astrada se encuentra fuera del circuito musical. Sobre su futuro en el mundo artístico respondió: “Disfrutar de los momentos de alguna fiesta o encuentro. A veces subo videos a mis redes sociales o armo algún vivo y a la gente le gusta, deja sus comentarios y se suma. Dispuesto a ir para hacer algo y dar una mano donde se necesite. Hace poco fui a un baile en ´Colonos unidos´, frente a Roca, un club hermoso con un gran salón”.

Respuesta a prejuicios

En última instancia, este medio abordó el lugar ocupado por los prejuicios que se producen a partir de lo que es el mundo artístico y el desarrollo de la música.

Erbiti reflexionó: “Si hay alguien que tiene una pasión artística, más allá de la música, como escribir o pintar, no hay edad para eso. Tiene que darle lugar, desarrollarla y compartirla para el feedback con el otro. Uno se nutre con la opinión del otro. Hay que darse lugar porque te reconfortan el alma, sino nos enfrascamos en las cuestiones de la vida cotidiana y está bueno tener un cable a tierra”.

Urosevich se inscribió en la misma perspectiva del mensaje y contó: “Hay un mito, no tan mito, que es que aprender a bailar tango es difícil. Tiene muchos pasos y figuras acrobáticas. Hay que caminarlo con la música y solo van a aparecer las figuras. Hay que deconstruir al bailarín, que no siempre es o va a ser para escenario, sino también el aprendizaje. Yo fui aprender a bailar con 50 años”.

Perea coincidió con ambos relatos y agregó: “Siempre hay que aprender música y más si uno tiene esa tendencia y esa sensibilidad. Se requiere eso y capacidad para poder explotarla. No es una cuestión para todas las personas. Siempre alenté a mis hijos a que incursionen en la música y lo hicieron a su forma. 

Astrada también eludió los prejuicios y alentó a “que siempre se luche por cualquier sueño. Siempre hay que intentar hacer lo que a uno le gusta. Pienso en la vida que he tenido desde mi nacimiento a hoy y se han pasado muchas cosas”.

Finalmente, desde su lugar como docente y experimentada figura en el rubro musical, Lapadula sostuvo: “A los jóvenes les diría que el camino es estudiar con responsabilidad, bucear un poco más allá siempre. No hacerlo de una manera improvisada porque el estudio es importante. También la responsabilidad en la tarea, el prepararse seriamente y nunca subestimar la actividad musical”.

Distintos relatos complementarios entre sí que vuelven a demostrar que trabajar y formarse, aunque sea en un espacio alternativo y de forma lúdica, se puede. Finalmente, vale resaltar que los distintos entrevistados constituyen destacados ejemplos locales que se han ganado un lugar en la comunidad juninense a través de su trabajo y desarrollado su pasión por la música.

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