Ansiedad, depresión, ataques de pánico, consumos problemáticos, trastornos por déficit de atención e hiperactividad, ludopatías... Si se toma hoy un grupo cualquiera de personas de alrededor de 30 años es probable que cerca de la mitad de ellas haya sufrido o esté atravesando un cuadro de salud mental.
Alguien podría afirmar que la existencia de un mayor número de casos responde a que hoy se tiene mayor conciencia de ellos, y puede que tenga razón. Pero el hecho de que el fenómeno se esté dando en todo el mundo parece hablar de una problemática de escala generacional, como sostiene un valioso estudio publicado días atrás.
La investigación -realizada durante cinco años por una comisión de cincuenta especialistas en salud mental y política económica de distintos continentes- advierte que la salud mental de los adolescentes y jóvenes viene en franco declive en los últimos veinte años; que los trastornos mentales entre ellos son cada vez más comunes y más serios; y que el fenómeno trasciende la vulnerabilidad individual.
Para los responsables del estudio -publicado en la prestigiosa revista The Lancet Psychiatry- el fenómeno obedecería en buena parte a ‘megatendencias nocivas’ que afectan a las generaciones más jóvenes en forma global.
Ya pertenezcan a países ricos o “en vías de desarrollo”, quienes tienen hoy entre 17 y 35 años conviven con una sombría perspectiva marcada por la desigualdad económica, el deterioro de los salarios, la inseguridad laboral, la dificultad de acceso a la vivienda y la amenaza climática; todo ello en una vertiginosa dinámica de redes sociales que los ponen todo el tiempo frente a lo que no son ni van a poder tener.
Estamos creando “un presente y un futuro desalentadores para los jóvenes en muchos países”, afirman los autores, para quienes el avance de los trastornos mentales entre los jóvenes debería dejar de tratarse casi exclusivamente como una problemática individual para empezar a darle un enfoque colectivo que considere los cambios ambientales, sociales, económicos, políticos y tecnológicos que contribuyen al malestar mental.
Y es que si bien reconocen que esas ‘megatendencias nocivas’ que menciona el informe han estado presentes durante décadas, los investigadores sostienen que su impacto ha empeorado con el tiempo y que los modelos de atención sanitaria no estaban funcionando como es de esperar.
“Debemos invertir urgentemente en la intervención temprana, así como en nuevos tratamientos y formas innovadoras de atender a las personas”, afirma el psiquiatra australiano Patrick McGorry, uno de los principales responsables de la investigación.
En cualquier caso, la decisión de la comisión de expertos de centrarse en los cambios sociales que contribuyen a los problemas de salud mental señala un cambio de paradigma en este campo, entiende Lisa Fortuna, presidenta del consejo de niños, adolescentes y familias de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Aunque es importante asegurarse de que se atienden las necesidades de salud mental de un individuo, los psiquiatras y otros profesionales de la salud mental reconocen cada vez más la importancia de dar un paso atrás para examinar los problemas más generales que afectan a las personas, como la desigualdad de ingresos y las barreras para acceder a los servicios de salud mental, cuenta Fortuna, quien no formó parte de la comisión.
AMENAZA ECONÓMICA Y AMBIENTAL
Aunque la mayoría de las investigaciones sobre el tema y el discurso público tienden a centrarse en los posibles efectos negativos de las redes sociales y el tiempo frente a las pantallas, los autores del informe publicado en The Lancet destacan que los factores económicos y ambientales también desempeñan un papel central en el deterioro de la salud mental de los jóvenes.
Según la comisión de investigadores, las tendencias económicas de las dos últimas décadas han contribuido a problemas como el aumento de la deudas, las disparidades en el reparto de la riqueza entre las generaciones mayores y las más jóvenes, la falta de acceso a la vivienda propia y la dificultad para encontrar y mantener un empleo, entre otras realidades angustiantes.
Pero también la ansiedad climática se está convirtiendo en una preocupación cada vez más común entre jóvenes y adolescentes. Las búsquedas en internet relacionadas con este tipo de ansiedad han aumentado significativamente y en algunos países han comenzado a aparecer grupos de apoyo, servicios de contención con terapeutas especializados en temas climáticos y programas de certificación en psicología climática.
Frente a esto, el informe ofrece varias recomendaciones, como una mayor inversión pública en la salud mental de los jóvenes, mejoras en el acceso a la vivienda y los alquileres, y una oferta más amplia a oportunidades educativas. Pero los autores destacan por sobre todo la necesidad de una atención de la problemática a temprana edad.
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