La ONG Corazón y tiza es una acción impulsada por la Fundación Misión Marianista.
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LAS COMPLEJIDADES DEL PRESENTE

Transición hacia un nuevo paradigma: los desafíos que atraviesa la educación hoy

¿Qué cambios ha habido en las formas de enseñar y aprender? ¿La educación tradicional prepara a los jóvenes para el mundo de hoy? ¿La repitencia vuelve a la escuela más inclusiva o va en detrimento de la pedagogía? Para eso, Democracia dialogó con referentes locales para analizar el escenario educativo.

Como uno de los pilares fundamentales en el desarrollo y bienestar de una sociedad, la educación siempre ha sido un axioma de debate en torno a las políticas públicas de los distintos tiempos. 

¿Cuál es la responsabilidad de las familias en la educación de los jóvenes?  ¿Y del Estado? ¿La educación tradicional prepara a los jóvenes para el mundo de hoy? ¿La repitencia vuelve a la escuela más inclusiva o va en detrimento de la pedagogía? Han sido algunas de las preguntas que se escuchan con frecuencia y Democracia indagó en torno a ellas con cuatro referentes de la educación local para analizar el escenario educativo. 

Hijo de padres docentes, Oreste Lapadula se constituyó como una palabra autorizada en el mundo de la educación y ejerció durante varias décadas en distintas instituciones de Junín y la región.

Oriunda de Ascención, con paso por colegios rurales repartidos entre Agustina, Tiburcio, Morse y nuestra ciudad, Romina Sauro es la actual directora y rectora del colegio Marianista, donde acumula más de veinte años de relación.

Germán Ruggeri registra dos décadas como docente, tuvo paso por distintas escuelas locales y actualmente es parte de la ONG Corazón y tiza, un espacio destinado al acompañamiento formativo de jóvenes en situación de vulnerabilidad.

Y nacida en la provincia de La Pampa, puntualmente en Eduardo Castex, tras ejercer como docente en la Escuela Nacional de Santa Rosa, desembocó en nuestra ciudad para contituirse como una referencia en el acompañamiento de jóvenes a través de clases particulares. Se trata de Evelyn Bertoni que, tras más de cinco décadas, al día de hoy superó la cifra de mil estudiantes que han sido acompañados en sus trayectorias educativas.

Distintos recorridos y distintas miradas, complementarias entre sí, con dos patrones en común: la vocación por la docencia y el compromiso de contribuir al desarrollo de los jóvenes en su etapa formativa.

Análisis

En torno a lo que representan los cambios, avances y retrocesos de un proceso complejo como es la educación en la Argentina, a partir de su experiencia vivenciada en primera persona, Lapadula partió desde la importancia de la figura del docente.

“Uno pasa a ser un engranaje más de un proceso fundamental que es la formación de la persona. La que educa es la familia; el docente instruye y tiene que acompañar ese proceso donde la familia tiene el lugar más importante”, relató. 

Además de la relación entre la familia, la escuela y la educación, también hizo referencia a una consecuencia que se percibe hoy en las aulas. “No existe una disciplina en el estudio por parte de los chicos. El nivel de exigencia se ha reducido muchísimo y hoy se maneja todo más light, cuando antes menos de siete era ir a diciembre”. 

Siguiendo con esa perspectiva crítica desde un sentido constructivo, Ruggeri reconoció que “el docente tiene que acreditar su autoridad desde el saber y no es visto como antes.

También el joven accede a mucha información y el aula no es tan favorable para la educación. Les cuesta sostener la hora sentados frente al banco prestando atención al docente; hay que recurrir al video y la imagen para que no se disipe”.

Bertoni opinó: “La pedagogía está obsoleta. Las clases que desarrollo son personalizadas: no tengo más de dos chicos juntos porque la atención se dispersa”. Y ejemplificó: “En matemática se busca resolver un ejercicio junto al chico, ver cómo lo puedo contener y trabajar a la par”. 

“En este momento lo más importante es la contención porque es lo que más se necesita. Todos los papás trabajan y los niños están solos en su hogar o acompañado de algún abuelo o niñera. La realidad familiar no es la misma que antes”, enfatizó. 

Asimismo, Sauro también reconoció la incidencia de los contextos. “Hoy veo muy convulsionada a nuestra sociedad y eso colabora poco con la formación integral de los adolescentes. También familias desorientadas en la crianza, con serias complejidades en el acompañamiento. No son ajenos a la sociedad en la cual vivimos”. 

En torno a la figura de los alumnos, consideró que “están en un proceso de búsqueda: de reglas claras, de propuestas significativas y profundas tanto a nivel educativo como cultural o emocional, de exigencia bien entendida y adultos coherentes entre lo que dicen y lo que ellos hacen”.

Precisamente, y en comparación con la educación de antaño, manifestó: “Antes era enciclopedista, donde uno aprendía en espacios curriculares sin soporte en plataformas digitales. Hoy, usadas con fines pedagógicos y didácticos, esas plataformas acompañan y fortalecen las trayectorias educativas”. 

Desfasaje

La escuela como axioma formativo en la vida de cualquier persona es el eslabón y antesala a la continuidad de una carrera terciaria o del ingreso a la universidad o mundo laboral.

Por ello, dado los innumerables cambios, vale preguntarse: ¿La educación tradicional prepara a los jóvenes para el mundo de hoy?

Ruggeri fue claro con su mirada al señalar que “la escuela está desfasada y empobrecida desde lo metodológico y recursos. Muchas veces seguimos con tiza y borradores, es decir, estamos en la edad de piedra comparado al acceso a la información a través de redes, internet o la computadora”.

En tal sentido, se inscribió la mirada de Lapadula, que señaló: “Hoy pasan el día con un teléfono más que mirándose cara a cara. Antes, leíamos historietas y libros. Ahora prácticamente no leen y no saben tener un libro en la mano”.

Como parte de su crítica también reconoció que “ahora hay una gran oferta de actividades como inglés, música y expresión estética. Al mismo tiempo, se ha perdido todo un proceso de formación en cuanto a la personalidad que en aquel tiempo eran muy importante: charlas familiares y con amigos”. 

Bertoni adhirió al escenario expuesto y sugirió que “hay que cambiar de contenidos, que sean más reales y concretos con lo que se está viviendo. Los chicos están invadidos de tecnología, pero mal aplicada. No digo que sea mala la pedagogía de hoy, sino distinta; y no responde a las necesidades de la realidad del país para encontrar motivación en los chicos”. 

“Que conozcan la República Argentina en lugar de nombres de ríos de Europa. Poner el ojo más en nuestra realidad. No cambiar todo, simplemente adaptarlo”, sugirió, y contó: “El otro día una nena me preguntó si Junín quedaba en Argentina. No conocen las provincias argentinas, independientemente de si les va a interesar o no”.

A su turno, Sauro reconoció: “Hay un cambio en los paradigmas educativos. Hoy necesitan propuestas que no estén centradas en el contenido, sino en el desarrollo de habilidades y competencias. Hablo de que puedan organizar su tiempo, logren argumentar, tengan autonomía en el trabajo, puedan manejar sus emociones, desarrollen creatividad y proyectos personales y colaborativos”.

“Hay una etapa de transición entre el viejo modelo educativo y las nuevas formas de aprender. De acá a dos años tendremos nuevos diseños curriculares y todo apuntaría a que se va a trabajar en áreas, no en materias como espacios estancos. Áreas que permitan articular con la universidad y el mundo laboral”, señaló.

Repitencia

En las últimas semanas trascendió en distintos medios la propuesta de anular la repitencia en el nivel secundario. Si bien es un tema mucho más profundo que actualmente se está trabajando en el régimen académico en cuanto a formas e implementación, Democracia también indagó en el asunto.

Lapadula tomó una mirada crítica con el escenario. Al respecto, expuso: “Se ha reducido la exigencia a niveles preocupantes. El que no puede leer de corrido no puede entender una idea y, por ende, no puede estudiar. No pasa por un tema de inclusión, pasa por lo cultural. Esta sociedad tiene un problema que adolece y es que es mal educada”.

“Entre la gente de mi generación, todos leemos correctamente y tenemos buena caligrafía. En cambio, hoy es difícil encontrar un chico que lea correctamente”, comparó. 

Bertoni coincidió y manifestó: “No se trata de que pasen todos y nada más porque hay que recibirse. De esta forma, va a haber chicos que no van a estudiar. El chico tiene que esforzarse durante el período escolar y tratar de aprobar las materias. Bajó mucho la vara”.

Por su parte, pese a tener puntos en común, Ruggeri complementó el debate. “En casos bien estudiados y evaluados podría ser beneficiosa. En general, baja la vara porque puede tender a que se estudie menos”.

Evaluación

Quienes transitaron el colegio o la universidad saben que la instancia de la “evaluación” suele ser determinante en el andar formativo como así también en los estados de ánimo.

Al abordar esta cuestión, Bertoni planteó: “Me gusta la nota, el número, y considero que realza la autoestima del chico. Hoy no están estimulados para estudiar y llegar al siete cuesta un montón”. 

Sauro introdujo el concepto de “evaluación en proceso”. Y explicó: “El joven es evaluado todos los días a través de distintas instancias. Debe ser formativa y acompañada. No es una nota única que se pone al cerrar el trimestre. Además, los chicos deben ensayar diversos instrumentos que después van a encontrarse en el mundo universitario”. 

Asimismo, Ruggeri ponderó en tales formas o instrumentos: “Me gusta cambiar el formato a trabajos prácticos o evaluación en grupo, más que pregunta y respuesta tradicional.

Valoro mucho más la evaluación en proceso como participación diaria y lectura en voz alta que el día y la hora que se toma un examen escrito cuando intervienen mil variables: cantidad de estudio, nervios, momento. Es una instancia de aprendizaje y no hay que salir de ahí”. 

Cierre

Finalmente, para concluir con el escenario expuesto, Sauro recalcó la importancia del trabajo en el presente y proyectó un futuro aún mejor. Por eso, manifestó: “Si como adultos, desde el lugar que ocupemos, logramos ver a los jóvenes como oportunidades y la posibilidad de hacer un mundo mejor, la tarea está hecha”.

En lo que hace al rol docente, Ruggeri recomendó: “El docente que tiene éxito hoy es el que escucha, que cede diez minutos de su hora para escuchar una problemática que el grupo tiene. Es una cuestión altamente vincular. No es transmitir la currícula y nada más”.

Compartiendo el argumento de Ruggeri, Lapadula dijo que “uno como docente no puede ser amigo de sus alumnos porque su rol es otro”. Y agregó: “Me manejé de una misma manera y muchos chicos que hoy me cruzo en la calle me lo reconocen. El que no se equivoca es porque no genera nada”.

Para concluir, Bertoni auguró: “Deseo que la enseñanza recupere fuerza y se consolide, no solo pedagógicamente, sino en todo sentido. La educación tiene que ser una política de Estado”.

¿Y qué suecede con la universidad?

Así como las causas de las complejidades de la educación no se reducen solo a la escuela, ya que abarca a familias y Estado, las consecuencias se traducen en el acceso a la universidad. 

Para tener una mirada integral en torno a la temática, Democracia dialogó con Marcelo Storani, quien acumula casi dos décadas como docente en la Universidad Nacional del Noroeste de la provincia de Buenos Aires (Unnoba). Sumado a su rol docente, también fue testigo del crecimiento escolar de sus dos hijos.

“El eslabón entre la escuela y la universidad está roto. Deberíamos encontrar algún plan para acortar esta brecha. En la universidad se necesitan cosas inmediatas y llegan chicos con complejidades de lectocomprensión”, indicó. 

Y siguió: “El colegio debería anticiparse en ayudar a los estudiantes a que se vayan orientando en los dos últimos años del secundario en la carrera que van a seguir. No puede ser que elijan una orientación por un grupo de amigos”.

No solo responsabilizó a la escuela, sino también hizo foco en el seno familiar. “Estamos lejos de la exigencia que nos inculcaban donde nos preguntaban cómo nos iba. Hoy, en cambio, hay sobreprotección. Siempre el problema está en el otro. Por ejemplo, dicen ´me pusieron un dos´ o, en verdad, te sacaste un dos”. 

Acerca de cómo es la metodología de trabajo con un alumnado heterogéneo, contó: “Manejo comisiones de entre 100 y 200 alumnos. Trato de que se sienten en función a un grupo afín para que se ayuden recíprocamente y enfocarme en el que más me necesita. Comparto mi contacto de WhatsApp para responder consultas que tengan respecto al estudio”.

Finalmente, y de igual forma que los docentes escolares consultados, al abordar el lugar de la evaluación en la universidad, Storani comentó: “Lo práctico está durante la cursada, y en la instancia del final es cuando nos sentamos a ver si los conocimientos están aprendidos. Insisto en que sea oral y no tiene que ser traumático, sino que tienen que venir a contar lo que aprendieron”.

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