Para los Baby Boomers –las personas nacidos entre 1946 y 1964- el ingreso a una empresa, tener un buen sueldo y poder dar curso a sus ambiciones de consumo, era una suerte de ideal de realización. La Generación X –nacidos ente 1965 y 1980- se caracterizó por una necesidad de goce más desatada que exigía mejores ingresos: ser jefe era un objetivo clave para atender esa demanda personal. Los Millennials (1981 / 1996) ya empezaron a privilegiar la libertad personal, el manejo de sus horarios, un compromiso menos firme con sus empleadores pero manteniendo altas exigencias de remuneración. Ahora, la Generación Z (nacidos a partir de 1997) parecen asestar un duro golpe a uno de los ideales que motorizó el progreso de las sociedades y las empresas: el anhelo de convertirse en “jefes”.
Los mal pensados dirán que les gusta “hacer la plancha”, acusación que recae sobre aquellos que hacen lo mínimo indispensable de sus tareas asignadas. Tanto como para no ser objeto de sanciones pero ni un poquito más de lo que les exigen. Y, si es posible, se las arreglan para eludir incluso aquello que deben sí o sí cumplir. Pero esa nueva tendencia que se da a nivel mundial entre los “generación Z” recibe un nombre más elegante que el de “la plancha”: “ambición silenciosa” o “quiet ambition”, le llaman.
Ese hace los mínimo indispensable apunta contra ese ideal de progreso dentro de la organización empresaria: el ascenso. Es que estos jóvenes se muestran reacios a asumir cargos con mayor responsabilidad y prefieren los puestos menos demandantes, con menos estrés, y bajo ningún concepto admiten anteponer el éxito profesional por sobre el personal.
A esa conclusión llegó un análisis publicado por la revista Forbes, en base a distintos estudios. Uno de ellos es de la consultora internacional Visier (especializada en recursos humanos), que reveló que solo un 38% de 1.000 trabajadores encuestados aspiraba a ser ascendido a jefe en su trabajo, mientras un 62% restante manifestó que prefería seguir con sus funciones actuales.
Asimismo, otro sondeo realizado en 276 empresas por otra consultora de renombre como McKinsey & Company y el sitio web LeanIn.org en 2023, arrojó que apenas un 36% de los trabajadores consultados buscaba convertirse en gerente de cualquier organización.
Al preguntar por los motivos, el 91% mencionó al mayor estrés y presión, o que estaban realmente satisfechos con su situación actual. Esta tendencia se ha vuelto un desafío, tanto para las empresas como para los reclutadores, pues ven que sus empleados más jóvenes ya no están tan motivados por crecer profesionalmente.
Este fenómeno fue bautizado el año pasado por revista Fortune como “quiet ambition” (ambición silenciosa) y parece haber surgido luego de la pandemia. Este fenómeno global impuso a muchos de esos jóvenes el replanteo de las prioridades y relevar la importancia de la salud mental, asegurándola con más tiempo libre, esparcimiento, actividades lúdicas y -claro- menos responsabilidades. También arribaron a esa conclusión –dicen los analistas- por la observación a generaciones anteriores: el fuerte compromiso de sus padres con sus empleadores, no lo vieron como una actitud que redundó en su beneficio.
La pandemia también impuso la “funcionalidad” del trabajo remoto con lo cual llevó a muchos jóvenes aún hoy –a tres año del fin de los aislamientos sociales o cuarentenas- a incluir como una pretensión de sus condiciones de trabajo el incluir días de home office para preservar “el equilibro entre la vida laboral y personal”.
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