Llegar a la instancia del “casamiento” no es nada sencillo, ni tampoco llevarlo adelante por los costos que se demandan. Al adentrarse en el tema se puede reconocer numerosas perspectivas para abordarlo.
El universo ideológico de la iglesia, la política económica y la opinión pública coinciden en una realidad: en los últimos años se ha registrado una baja en la cantidad de casamientos. Sin embargo, propio de la costumbre, sigue siendo una tradición que representa la unión y el amor de las parejas.
Democracia dialogó con referentes del sector de las fiestas en torno a metodologías y precios; con el párroco de la iglesia San Ignacio de Loyola, Pablo Vallés, para tener una mirada religiosa; e incluyó testimonios en primera de persona de casamientos que tomaron estado público en el último tiempo, como son los casos de Luis Chami y Guido Covini.
Mundo de la fiesta y demás
“Dónde” es el puntapié inicial al momento de dar inicio al mundo de la fiesta del casamiento, que debe contar con comida, DJ, fotógrafos, decoradores, accesorios de cotillón, torta y, eventualmente, show.
Acerca de salones para alquilar y desarrollar la fiesta del casamiento, los valores, hablando exclusivamente en dólares, oscilan entre los 800 y 1000.
Sobre la planificación que compete, uno de los dueños del salón Zahir, Gastón Laius, comentó que “en cuestión de días se puede agendar un evento. Otras personas empiezan un año y medio antes”. Y explicó que “los salones de fiestas podemos hacer un evento por noche; no le pasa lo mismo a un fotógrafo o al sector gastronómico que es más complejo”.
También señaló que el factor económico de la actualidad es algo que incide directamente en el rubro. Al respecto, utilizó el caso de las fiestas de 15 para explicarlo: “Hace años tenías una buena recepción, una entrada, plato principal, postre, mesa dulce, torta y final de fiesta. Hoy se sacaron dos platos y, por ende, dos tiempos de baile. La gente prefiere reunirse y pasarla bien más que el plato principal”.
En este sentido, sobre los costos fue claro: “Esto tiene un piso y no tiene techo. Si a todo lo que es la fiesta, le agregás un espectáculo, se te va a mucho”.
Zahir tiene capacidad para 220 personas y, además del salón, en su servicio incluye todo el inmobiliario para el acontecimiento. El resto de los agregados, como el DJ, fotógrafos, decoradores o cotillón, son aparte.
Precisamente, respecto a este mundo de agregados, ejemplificó: “Nosotros podemos elegir un fotógrafo, pero lo ideal es que lo elija el cliente. Yo puedo poner el que yo me siento cómodo, pero el que se debe sentir cómodo es quien se casa”.
Un espacio emergente para poder desarrollar este tipo de acontecimientos es “El Laurel”. En diálogo con este medio, uno de sus dueños, Juan Bautista Blanc, contó que “es un bosque con más de ochenta años de historia, que tiene un sector parquerizado con una gran vista y nos permite hacer una ceremonia, recepción y baile al aire libre”, describió del servicio.
Acerca de reservas, comentó que “por lo general se reserva un año antes y después se hacen acuerdos particulares. Es el mismo precio ya sea para 120 o 300 personas”.
Por otro lado, en lo que hace al mundo gastronómico, Democracia dialogó con Fabián Oruza, responsable del catering Iris, situado en Chacabuco y Perú.
En lo que hace a los costos, indicó: “Teníamos tres presupuestos, pero nos dimos cuenta que, el que no sabe, capaz elige el más económico, y en verdad el que nos llevó a la fama es el Full por todo lo que tiene. Son dos hojas A4 de todo lo que incluye como rabas, mesa de fiambres, langostinos y mesa dulce”.
Por eso, Oruza justificó: “Al que me decía algo del servicio básico, yo no le podía responder que el que se eligió es el plato más económico. Por eso, desistimos del más barato y nos abocamos al full”.
En tal sentido, explicó que “somos laburantes y nuestra gente también, por lo que el plan de pago no es algo duro. Lo conversamos con la gente y nos plantean su situación”.
Lo novedoso, además de trabajar con presupuestos en pesos, es el tema de las reservas con proyección a un futuro no tan inmediato. “Tomamos una seña mínima para un evento de enero de 2026. Es para asumir el compromiso, pero no podemos congelar el precio”, aclaró.
Como parte de ese gran mundo de la fiesta, la torta ocupa un lugar especial. Ángela De Camillis, influencer y reconocida pastelera, interactuó con Democracia y brindó detalles de lo que hace a este punto.
“A veces son muchas reuniones para decidir. Puede variar a través de pisos falsos o, como se está usando en el exterior, se arma una torta completamente falsa con las porciones cortadas, que se sirven a la hora del brindis", informó sobre las novedades del rubro.
Sobre costos, detalló: Depende bastante de los modelos elegidos, pero en dos pisos reales (alrededor de 8/9 kilos), con algunas flores en azúcar, cuesta algo así como $180 mil”.
A modo de síntesis, según pudo averiguar este medio con personas del sector, entre el salón (entre 800 y 1000 dólares); los trajes y accesorios, que cuestan entre $700.000 y $1.000.000; el DJ (1000 dólares); decoración (1000 dólares); el fotógrafo; la torta y catering; y el cotillón; todo da como resultado que se necesitan, aproximadamente, 15 millones de pesos para poder casarse (todo ello sin considerar un eventual show).
Testimonios en primera persona
Dejando a un lado la arista económica, con el fin de tener una mirada integral acerca del acontecimiento de “casarse”, Democracia reunió testimonios de distintas personas que se casaron en el último tiempo.
Uno de ellos fue Guido Covini, reconocido músico juninense y exfuncionario del gobierno local, quien compartió que “el tema del casamiento surgió de una manera muy especial y algo inesperada incluso para Carolina (Amoroso). Decidí proponerle matrimonio desde el escenario en uno de los shows de mi banda (Parientes). Quería que fuera un momento inolvidable y que nuestros seres queridos pudieran compartirlo con nosotros”.
“Casarme fue uno de los días más felices de mi vida. No lo veo como un mandato, sino que se volvió un sueño que decidimos vivir juntos”, desarrolló y opinó: “Es una manera de reafirmar el amor y el compromiso”.
Otro casamiento reciente que tomó trascendencia en nuestra ciudad fue el que protagonizó Luis Chami, exsecretario de Seguridad de la Municipalidad y candidato a intendente en las últimas elecciones, quien contrajo matrimonio hace dos años.
Sobre lo que representa este acontecimiento, indicó: “Es una forma de consolidar el amor. Normalmente se escapa a la palabra matrimonio porque encierra mayor responsabilidad. Hay gente que vive en concubinato y no lo critico”.
“Un matrimonio amigo tiene un salón hermoso y fueron la motivación a la fiesta. Arrancó en una charla en un asado y empezamos a delinear los preparativos”, contextualizó sobre el origen que lo impulsó.
Y continuó: “Esta gente tiene máquinas viales y pedí una topadora para entrar a la fiesta. La adorné, con moño inclusive, y filmamos la entrada con un drone”.
Acerca de tal hecho, comentó: “Nunca había manejado una topadora y tuve que prepararme. Fue un suceso muy comentado y al día de hoy sigue dando vueltas el video por todos lados”.
También abordó qué considera que está ocurriendo con la institución de los matrimonios y opinó: “Tenemos una generación que tiene otras metas. Hay jóvenes que han sufrido la separación de padres y no quieren la responsabilidad que conlleva. Hoy pasa más por lo económico sumado a que quizás no le dan tanta trascendencia a un papel firmado”.
Sin embargo, una juninense que tensiona la hipótesis de que la juventud no se casa es Julia Abdala, de 26 años, que está pronta a hacerlo en los próximos meses.
“Siempre quise casarme, desde que era chica, al punto que era un sueño. Considero que es una instancia importante y la etapa previa para formar familia. Para nosotros es muy importante celebrar nuestro casamiento con la gente que nos quiere”, narró.
Al abordar el casamiento como fenómeno social, consideró que “muchas veces es una cuestión económica lo que determina hacerlo o no. También me parece que la gente no está muy atada a algunos compromisos y hay menos presión social. Tengo amigas que no sueñan con casarse”.
De tal forma, en los tres casos, tanto Covini, Chami y Abdala coinciden en que es una manera más de reivindicar el amor y compartir con los seres cercanos. No obstante, también reconocieron que la variante económica es un factor decisivo.
Visión religiosa
Una mirada más “técnica”, proveniente de la iglesia, que también entrevistó este medio fue Pablo Vallés, reconocido párroco de San Ignacio de Loyola. Al abordar el tema del casamiento para la iglesia, dijo que “es uno de los siete sacramentos que instituyó Jesús. Son vinculaciones especiales con Dios.”
Para eso, citó que “el primer milagro de Jesús lo hizo en un casamiento convirtiendo agua en vino como una forma de renovar el amor”.
“El judaísmo tiene una simbología respecto al vino con el amor porque alegra, se usa para compartir y para eventos festivos. Que en una boda se terminase el vino era un mal presagio y estaba dando un anuncio de que ese matrimonio no estaba por funcionar”, explicó y comparó: “Es como pasó con el Mundial y fechas particulares. Se unen circunstancias especiales”.
Siguiendo con su análisis, al hacer referencia al casarse, definió: “Es ir al altar a pedir la gracia y ponerse en manos de Dios. Más que una promesa es pedir asistencia para sostenerlas. Un acto de humildad”.
En lo que hace a su función técnica, indicó que “uno como sacerdote acompaña a los novios, y verlos cómo están y cómo llegan a esta instancia. Hay que percibir que no estén dando ese paso por miedo o coacción. Luego hay que completar un expediente”.
Asimismo, en lo que hace a la actualidad, Vallés reconoció que “hay una especie de crisis de las instituciones, pero no solo de la Iglesia, sino en general: clubes, sociedades de fomento, otras”.
“Crisis no como algo negativo, sino que está cambiando ya que el paradigma no responde y está dando respuestas a las necesidades del presente”, aclaró.
De tal forma, expresó: “Me parece que la escasez de matrimonios tiene que ver con eso: no en cuanto al amor, porque se siguen amando, sino en cuanto a presiones sociales: antes una persona embarazada o si eran novios, cuando llegaban a determinada edad, se tenían que casar”.
Por último, compartió: “Hay casamientos que se realizan luego de mucho tiempo de convivencia y, con el tiempo, deciden formalizar y hacer la ceremonia. Le llamamos ´Regularización´. Han disminuido el número de ceremonias, pero las que se hacen son con mayor conciencia y convicción”.
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