Desde que el COVID-19 irrumpió en la humanidad, la palabra “pandemia” ha cobrado un nuevo significado. La Real Academia Española (RAE) define una pandemia como una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o afecta a casi todos los individuos de una localidad o región. Si bien la ciencia ha proporcionado explicaciones y soluciones eficaces para enfrentar esta problemática, como la vacunación masiva que ha logrado mitigar las hospitalizaciones y los fallecimientos, el análisis de expertos señala que hay otros factores a considerar, entre ellos, el cambio climático.
Según lo que afirmó la Dra. Silvia González Ayala, infectóloga platense: “La estimación en base a los datos del mundo real es que 218 enfermedades infecciosas de las 375 enumeradas en la Red Global de Enfermedades Infecciosas y Epidemiología (GIDEON, por sus siglas en inglés), se han agravado. Esto es objeto de preocupación y ocupación con el fin de mitigar los efectos del cambio climático antropogénico en la salud humana.
El estudio es transversal, integrado y transdisciplinario bajo el concepto de una sola salud: humana, veterinaria y ambiental”. No se trata solo del agravamiento, además “hay un aumento de la frecuencia de algunas enfermedades relacionado con el cambio climático, dengue es un ejemplo”, continuó la especialista.
Por su parte, la también profesora en su ámbito de incumbencia aportó que “el fenómeno del niño modifica la situación, empeorándola. Por otra parte, el cambio climático con el calentamiento global es determinante de: la no interrupción de la cadena de transmisión del dengue, porque persisten las poblaciones de mosquitos, en áreas subtropicales del país (cambio a la endemicidad); y, en la expansión de las zonas con presencia del vector principal (Aedes aegypti)”.
Jarbas Barbosa, director adjunto de la Organización Panamericana de la Salud, advirtió que los países deberían aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia de COVID-19 para prepararse para el impacto del cambio climático y prevenir futuras crisis.
Según Barbosa, las altas temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos y la contaminación han provocado un aumento de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y transmitidas por vectores, como el Zika y el Chagas
Recientemente, un estudio liderado por la Universidad de Bristol y publicado en la revista Nature ha arrojado luz sobre la dinámica de supervivencia del virus SARSCoV-2 en el aire que respiramos.
Los investigadores han destacado el papel crítico del dióxido de carbono (CO2) en la determinación de la supervivencia de los virus transmitidos por el aire. Controlar y reducir los niveles de CO2 en la atmósfera podría contribuir a la reducción del riesgo de infección.
El estudio reveló una correlación entre el aumento de las concentraciones de CO2 y la prolongación del tiempo durante el cual el virus permanece en el aire. A concentraciones típicas de CO2 en interiores, como 3000 partes por millón (ppm), la supervivencia del virus fue significativamente mayor que en entornos más ventilados. El CO2 actúa como un ácido cuando interactúa con las gotas de aerosol exhaladas, lo que disminuye el pH de estas gotas y ralentiza la inactivación del virus.
Uno de los autores del estudio, Allen Haddrell, señaló que “abrir una ventana puede ser más poderoso de lo que se pensaba originalmente, especialmente en habitaciones abarrotadas y mal ventiladas, ya que el aire fresco tendrá una menor concentración de CO2, lo que hará que el virus se inactiven mucho más rápido”.
Además, resaltó la importancia de los objetivos globales de cero emisiones netas, ya que niveles ligeramente elevados de CO2 pueden mejorar significativamente la tasa de supervivencia del virus y el riesgo de propagación.
El CO2 no solo es un indicador de la ventilación en interiores, sino que también influye en la supervivencia del virus en el aire. Los científicos encontraron que diferentes variantes del SARS-CoV-2 tienen distintas estabilidades en el aire, siendo la variante Ómicron la más resistente.
Esto sugiere que los niveles crecientes de CO2 en la atmósfera podrían aumentar la transmisibilidad de otros virus respiratorios al extender el tiempo que permanecen infecciosos en el aire. Pablo Orellano, especialista en epidemiología e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), aclara que el dióxido de carbono interior, no atmosférico, podría estar interactuando directamente en el riesgo de contraer virus respiratorios. Este gas afecta el pH del aire ambiente del interior, lo que podría afectar la supervivencia de las partículas virales en el aire y aumentar el riesgo de infección.
Orellano subraya que es prematuro afirmar si el incremento de las emisiones de dióxido de carbono podría facilitar las condiciones para una pandemia similar a la del COVID, ya que la relación es indirecta y aún está en estudio. Sin embargo, advierte sobre la importancia de la prevención y la vigilancia epidemiológica continua para evitar futuras crisis sanitarias.
Según Ana Putruele, jefa de la División Neumonología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, las infecciones virales respiratorias son causadas por virus que se propagan a través del contacto con gotitas que provienen de la nariz y la garganta de una persona infectada. Estos virus necesitan invadir células vivas para multiplicarse, y su propagación se ve influenciada por factores como la ventilación del ambiente.
Un estudio realizado por profesionales de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, estableció vínculos entre la severidad de las infecciones y los niveles de contaminantes del aire. Se observó que un aumento del 25% en la exposición a partículas finas y dióxido de nitrógeno estaba asociado con un aumento en las hospitalizaciones y admisiones en cuidados intensivos. El ozono a nivel del suelo reveló correlaciones aún más altas con las hospitalizaciones, admisiones en UCI y tasas de mortalidad.
El cambio climático, la contaminación del aire y los niveles de CO2 en interiores pueden jugar un papel crucial en la transmisión y gravedad de las enfermedades respiratorias virales. La conexión entre estos factores subraya la importancia de abordar el cambio climático y mejorar la calidad del aire interior como medidas preventivas para evitar futuras crisis sanitarias.
UN ESTUDIO ALARMANTE
El impacto del cambio climático en la salud humana es un tema de creciente preocupación para la comunidad científica. Un reciente estudio realizado por el profesor Camilo Mora, del departamento de Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Manoa en Hawái, junto con sus colegas, revela que el 58% de las enfermedades infecciosas humanas conocidas se han visto agravadas por los peligros climáticos.
Los resultados de esta investigación, publicada en la revista Nature Climate Change, muestran que más de 3.200 casos de hasta 286 enfermedades exclusivamente humanas se relacionaron con 10 amenazas climáticas, como el aumento de las temperaturas, las inundaciones o la sequía.
“En general, ya se ha demostrado que el 58% de una lista de enfermedades infecciosas que han afectado a la humanidad se ha visto agravada por los peligros climáticos”, explican los autores.
El estudio destaca cómo los peligros climáticos pueden acercar a los humanos a los patógenos o viceversa. Por ejemplo, las tormentas e inundaciones causan desplazamientos asociados con casos de fiebre de Lassa o la enfermedad del legionario. Además, el calentamiento global aumenta el área sobre la cual pueden actuar los organismos que transmiten enfermedades, como la enfermedad de Lyme o la fiebre del Nilo.
Estos hallazgos revelan nuevas vías en las que los peligros climáticos pueden provocar enfermedades, lo que subraya la capacidad limitada de adaptación de la sociedad y destaca la necesidad urgente de abordar la fuente del problema: la reducción de gases de efecto invernadero.
El profesor Mora señala que, hasta ahora, los estudios se habían centrado principalmente en grupos específicos de patógenos o en la respuesta a ciertos fenómenos climáticos. Sin embargo, aún se desconocen en gran medida las amenazas para la salud que un espectro más amplio de enfermedades podría enfrentar debido a los efectos del cambio climático.
“Estos hallazgos son una llamada de atención para la sociedad. Debemos trabajar en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para minimizar los riesgos para la salud humana”, concluye el profesor Mora.
El estudio destaca la necesidad urgente de tomar medidas para mitigar los efectos del cambio climático y proteger la salud de la población mundial. En un momento en que el mundo enfrenta una pandemia global y una crisis climática, estas investigaciones son más importantes que nunca.
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