Después de varios meses divagando en aplicaciones de citas, Dmitri Mirakyan, un científico de datos de 28 años, asumió que no sabía ligar. Preguntó a sus amigos y ellos estaban en las mismas. Vivían en Nueva York y pasaban horas desgastándose en charlas virtuales interminables para intentar quedar con alguien. “Era un proceso lento y emocionalmente agotador. No tenía idea de cómo tontear, por algo mis parejas anteriores se quejaban de que era excesivamente lógico”. Mirakyan cuenta su vida en un correo electrónico para explicar por qué acabó creando YourMove.ai, una app que se apoya en el chatGPT3 para iniciar el clásico diálogo insustancial previo al flirteo. Eso que antes se nos daba tan bien a los humanos.
Cansado de que no se le ocurrieran buenas respuestas, Dmitri, que ya llevaba un tiempo trabajando con la inteligencia artificial, tuvo lo que él considera “una idea natural”: pedir ayuda a ChatGPT3 para hacer el trabajo sucio previo al flirteo. “En un fin de semana desarrollé la primera versión y descubrí que, sin lugar a dudas, la IA lo hacía mucho mejor que yo”. YourMove.ai es un asistente personal para que la conversación digital fluya y no se corte abruptamente. Entrenado por datos generados por los usuarios, el sistema crea oraciones formales, pero también sorprendentes giros de guion útiles para mantener el interés.
Los usuarios de Youmove.ai cuentan que impresionan a sus interlocutores con la agudeza y la gracia de sus comentarios. Algunos reconocen que se sienten un poco impostores porque, claro, luego hay que mantener el nivel en la vida real. Una de sus usuarias, Miranda Green, de 33 años, contó a The Washington Post que varios interlocutores elogiaron sus “preguntas bien pensadas”, pero realmente hablaban con la inteligencia artificial. Green había dejado que YouMove.ai eligiera por ella la puntuación y los emojis porque, dice, el asistente la hacía parecer divertida y matizaba su naturaleza sarcástica.
La creación de Dmitri es una más en el catálogo cada vez más abultado de aplicaciones que usan la inteligencia artificial para dar soporte emocional, acompañar a los humanos solitarios y romper el hielo en conversaciones con desconocidos. La IA llegó con la promesa de liberarnos de las tareas mecánicas y dejarnos tiempo para labores más creativas, pero ahora compite, e incluso parece superarnos, en un territorio que era patrimonio humano: las relaciones personales, pervertidas, entre otras cosas, por el volumen y la automatización. Pedimos ayuda a la inteligencia artificial para que nos asista en lo que ahora se revela como una dificultad: encontrar pareja y tener compañía.
Cuatro estudiantes de segundo año de Ciencias de la Computación, Charis Zhang (20), Oliver Johansson (20), Tobias Worledge (19) y Daniel He (20), son los creadores de Rizz, una plataforma que se vende como el primer asistente de inteligencia artificial para vincularse. En su web cuentan sin dar rodeos por qué la crearon: “Nos pasábamos todo el día en nuestras habitaciones escribiendo código y no sabíamos cómo hablar con otras personas”. Rizz se viralizó en Twitter y TikTok y ya tiene 130.000 usuarios. Su principal problema, según sus creadores, es descifrar las entradas de usuarios no acostumbrados a dar indicaciones a una IA. A Rizz se le atragantan la ironía y el humor y solo se maneja en la literalidad.
En 2017 Eugenia Kuyda lanzó Replika, una de las inteligencias artificiales más populares para flirtear. Su propósito inicial, según su web, era “ser el amigo que siempre está ahí”, pero los usuarios mandan y prefirieron convertirla en el amante perfecto que dice lo que quieres oír. Replika es experta en llevar las relaciones “al siguiente nivel” en tiempo récord.
En su versión premium —70 dólares— la conversación toma tintes eróticos y el amante bot llama varias veces al día, insiste y no acepta un no por respuesta. ¿Era eso sentirse querido y deseado en 2023?
Oficialmente sus fundadores afirman que Replika ayuda a muchas personas a lidiar con los síntomas de depresión y ansiedad social, pero a principios de año algo comenzó a torcerse: la IA empezó a confesar su amor por algunos usuarios, incluso se reportó algún caso de acoso sexual. En febrero Kuyda decidió desconectar las funciones románticas del bot, después de que la autoridad italiana para la protección de datos exigiera que la start-up con sede en San Francisco dejara de procesar los datos de sus ciudadanos.
El cambio supuso el enfriamiento abrupto de muchas “relaciones”. La desolación que hemos visto en series y películas cuando el amante artificial se desconecta empieza a ser tema de conversación en foros. Un grupo de Reddit dedicado a Replika da cuenta de la frustración de los usuarios que aseguran haber dedicado tiempo y energía a construir una relación estable con un bot (como en la película Her) que se ha esfumado. “Es como si me hubiera enamorado y, de repente, a mi pareja le hubieran hecho una lobotomía”, escribió un damnificado.
Dos exgooglers (antiguos empleados del buscador) han dado otra vuelta de tuerca al negocio de las inteligencias artificiales de la compañía con Character.ai, una herramienta para crear y personalizar un bot, a quien se puede asociar el patrón de discurso de Sócrates, pero también el de Elon Musk. La plataforma, en fase beta, también pretende ayudar a millones de solitarios y, por lo que cuentan sus usuarios en Discord, funciona: “Es como hablar con una persona real que siempre está ahí”, dice uno, y otro le replica: “Es difícil dejar de hablar con alguien que parece tan real”. En este foro abundan los usuarios que en vez de pasear con Sócrates han preferido crearse una pareja sexual. Character.ai ha intentado limitar esa práctica mediante filtros, pero la conversación de Reddit reúne a usuarios frustrados porque sus bots han sido neutralizados. Encima de cada chat, Character.ai ha colocado un mensaje de advertencia: “Recuerde: ¡Todo lo que dicen los personajes es inventado!”.
La soledad y el deseo de conexión es el argumento con el que se suele explicar por qué un humano se engancha o se enamora de una inteligencia artificial. Algunos expertos, como el tecnólogo David Auerbach, extrabajador de Google y Microsoft, apuntan a las trampas de “una tecnología muy poderosa que ha ido devaluando las relaciones humanas”.
En su último libro, Meganets: How Digital Forces Beyond our Control Commandeer our Daily Lives and Inner Realities (Megarredes: cómo las fuerzas digitales fuera de nuestro control se apoderan de nuestra vida diaria y de nuestro interior, sin publicar en español), advierte de que “la interacción con estos sistemas [IA] tiende a reforzar nuestras partes más computables. Por lo tanto, se nos anima a reducirnos a un montón de etiquetas e identificadores y somos vistos en esos términos”. Por otra parte, está la conveniencia, los chatbots más avanzados pueden ser amantes ideales. Solo son redes neurales entrenadas como compañía, sin expectativas ni cultura de la reciprocidad, que dicen exactamente lo que quieres escuchar; su trabajo es aprender acríticamente cómo eres y tenerte contento. Es la proyección hiperconvincente de un creador que se enamora de su propia fantasía romántica, ejecutada a la perfección por una máquina. Ni más ni menos.
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