
Como enseñar a los hijos adolescentes a ser más autónomos en la vida
Para la psicoanalista Raquel Petraglia, la adolescencia no es solamente un momento cronológico en la vida de los chicos sino que implica un trabajo de transformación muy grande, para pasar del período de la niñez a la juventud, atravesando cuestiones no solo biológicas sino también psíquicas y culturales.
Uno de los planteos que se hacen los padres actualmente es como ayudar a sus hijos a transitar el paso de la adolescencia a la adultez, a tomar más responsabilidades, para enfrentar el mundo que les tocará transitar.
A veces observan que sus hijos no hacen ni siquiera lo mínimo como es viajar solos en colectivo, en bicicleta o ir caminando hasta la escuela, casas de los amigos, parientes, clubes, entre otros destinos y los llevan como si fueran niños pequeños.
Pero el problema se agrava cuando ya es tiempo de soltarlos, porque ya es tiempo que elijan su camino en la vida y se dan cuenta que ellos no quieren, no les interesa o no tienen voluntad ni aspiraciones a futuro.
Democracia consultó a una especialista, la psicóloga Raquel Petraglia, para hablar de adolescencia y también, de las responsabilidades de los padres.
En principio, prefirió hablar de “las adolescencias”, y no de la adolescencia, porque explicó que cada sociedad generaba un tipo de adolescentes. “El término adolescencia es como una construcción cultural que se va modificando en función de las transformaciones de la cultura, que generalmente y en los últimos tiempos, es bastante acelerado”, apuntó.
Es así que se refirió a la pluralidad de las adolescencias, porque cada adolescencia se daba en un tiempo histórico, en determinada geografía, en diferentes sociedades, según los diferentes estilos culturales y personales de cada pueblo.
“La adolescencia no es solamente un momento cronológico en la vida de los chicos sino que implica un trabajo de transformación muy grande que pasa de ese período de la niñez a la juventud, y eso no pasa solo por lo biológico sino también por el trabajo psíquico y cultural”, explicó.
“Por qué hablamos de pluralidad de las adolescencias, porque hablamos de diversidad, por la influencia del medio socio cultural y económico en donde vive cada uno de esos adolescentes”, sostuvo.
Raquel Petraglia manifestó que en la formación de esa nueva identidad, que significa dejar de ser un niño y transformarse en un joven, había todo un trabajo. Se trata de buscar la nueva identidad ante la presencia de los otros, a través de la familia, del grupo de pares, de las instituciones educativas y demás, y de los ideales de esa época. “Esto tiene mucho que ver en la creación de la subjetividad de ese adolescente”, dijo.
Cómo ayudar
Respecto a la pregunta, cómo podemos ayudar al adolescente a madurar más pronto, Petraglia mencionó que hay como “cierta característica de incapacidad del mundo adulto de poner pautas, normas, límites, como que habría una crisis de la autoridad paterna presente en los padres de los adolescentes de hoy en día”.
Dicho esto, aclaró que ello es una característica de esta época. “Hoy los límites no están claros. El modelo parental de nuestros padres ya no es el mismo”, acotó.
“Hay crisis de la internalización de las figuras parentales. Este rol de barrer las diferencias generacionales no le permite al adolescente que se enfrente necesariamente a los padres porque siempre hay un enfrentamiento por parte del adolescente para marcar sus gustos, sus ideales y sus elecciones diferentes a la de los padres, como para poder buscar su propia identidad”, advirtió.
“Son criados por padres que tienen funcionamiento adolescente. Quizás también una de las causas podría ser el narcisismo de los padres de no sentirse mayores frente al crecimiento de sus hijos, entonces se ponen en rol más de cómplice que de adultos”, dijo.
La época
La psicóloga y psicoanalista manifestó que también en el tránsito de la adolescencia a la juventud influían las características de esta época, “del desarrollo acelerado de las nuevas tecnologías, de esta cultura del vértigo como de una revolución informática”.
“Uno se pregunta cómo el chico metaboliza esta constante de recibir información e imágenes sin tiempo de elaboración. Es como una civilización de lo efímero y de la imagen, y eso por supuesto también influye en la forma de comunicación entre padres e hijos”, dijo.
“Se habla poco, hay bastante menos comunicación. Los padres son, en general, padres sobreocupados, no digo que sea siempre así en todos los casos pero en general vemos adolescentes que por un lado están los padres que trabajan muchas horas fuera de casa, pero por otro, tampoco les dan tareas de responsabilidad a los adolescentes, los mantienen en un estado de mayor inmadurez”, advirtió.
Más grandes
La entrevistada mencionó algo que se observa desde hace un tiempo, bastante largo diremos: “la adolescencia se ha extendido por mucho más tiempo que antes”.
“Antes la entrada a la juventud, a la salida laboral, a lo profesional, los proyectos a futuro estaban más presentes en los chicos, pero hoy en día es como que se extiende más esta etapa de falta de proyecto personal y de ese estado de inmadurez, que hace que los padres estén todavía solventándolos económicamente, los jóvenes viviendo dentro de la casa y en un estado como de espera ante un futuro incierto”, apuntó.
Consumismo
La especialista hizo referencia al mensaje que siempre estaba presente cuando el chico ya se hacía grande, por parte de los padres: estudiar para conseguir un futuro mejor.
“El mensaje de estudiar para conseguir un futuro quedó un poco perimido, aunque quizás en las clases altas se sostiene más. En este mundo tan consumista y de no atravesar las situaciones de sufrimiento que significa transitar el momento de la adolescencia, se tiende a las actuaciones, se resuelve a través de conductas de actuación”, explicó.
“Entonces – siguió diciendo Petraglia-, en los consultorios recibimos patologías de la actuación, de la relación a las pantallas, con las drogas, con el alcohol, con trastornos alimentarios. Es como que está perimido o fuera de logro atravesar los momentos de sufrimiento enfrentando la situación, hablando con los padres, con el grupo de pares. Antes había algunas cuestiones que se resolvían en la escuela pero actualmente hay todo un replanteo de lo que es el sistema educativo. Yo creo que los padres compensan todo esto con no querer frustrar a los hijos, con una sobrecarga en los cuidados que no benefician la maduración de los jóvenes”.
La enseñanza
Para Raquel Petraglia, tiene que haber una madre-un padre presente, que en determinado momento enseñe a los hijos la posibilidad o la capacidad de frustración. Caso contrario no se le enseña que hay un período de espera para conseguir las cosas, no se le enseña sobre el esfuerzo que necesita un proceso de aprendizaje para llegar a una meta.
“O sea – resumió- si todo lo resolvemos pronto y rápido no lo ayudamos a tolerar la frustración y eso significa no ayudarlos a crecer”.
“La cuestión es darse cuenta que es un momento especial, de transformación, un momento de conflictos, de esas ganas de enfrentar a los padres con sus propias ideas, o poniendo en tela de juicio lo que los padres lograron, o no lograron, etc. Hay que permitir ese enfrentamiento generacional y no ponerse a la altura de los chicos, darles responsabilidades, tratar de que puedan aprender a tolerar los períodos de espera, apostar a un futuro, apostar a un proyecto que va a llevar a un esfuerzo por parte de los chicos.
Eso se aprende y se transmite a través de los mismos padres”, sostuvo.
“También hay que tener en cuenta que los adolescentes actuales salen de dos años de pandemia que dejó marcas. Dejó marcas en la cuestión de sus vínculos con sus padres, de la adicción a las pantallas. La vinculación con sus pares estaba bastante acotada y con una cuestión de falta de esfuerzo en su educación, en la relación con sus estudios. Hay chicos que quedaron con marcas, con problemas y eso no podemos dejar de tenerlo en cuenta”, concluyó.
El temor
Cuando los chicos son más pequeños, como para dejarlos ir solos al colegio, son muchos los interrogantes que se hacen los padres de hoy. Por un lado, quieren darles esa seguridad en sí mismo que necesitan desarrollar y ayudarlos a crecer, pero por el otro, hay muchísimos temores, que van desde un eventual robo hasta algo más grave que pueda ocurrirles. “Muchos peligros son reales, pero muchas otras veces, hay que decirlo, nos generamos una paranoia que asfixia. Después de todo, ¿quién no tendría miedo a partir de las cosas que se ven en la televisión o las que se leen en los diarios?”, expresa Laura Lewin, autora, capacitadora y oradora TEDx, quien ha publicado numerosas obras, entre las cuales se encuentra “Fuertes y Felices, el manual que no te entregaron cuando tuviste hijos”, de editorial Bonum.
“Lo primero que debemos preguntarnos es si nuestro hijo está preparado para hacer determinadas cosas solos. ¿Quiere ir en forma independiente a la escuela? ¿Sabe dónde vivimos? ¿Sabe la dirección y el teléfono de casa o de sus padres? ¿Es lo suficientemente independiente para animarse? ¿Podría y sabría pedir ayuda en caso que fuese necesario?”, dice la experta.
Lewin ofrece unos consejos para comenzar a darles autonomía en la ida a la escuela, por ejemplo. “Como en todo, debemos comenzar de manera gradual. Los acompañamos hasta la parada algunas veces, nos subimos al colectivo con ellos, y lentamente los vamos dejando tomar la iniciativa”, sostiene.
“Si la escuela está cerca y se va caminando, las primeras veces les marcamos el camino y las otras, hacemos que ellos nos guíen”, apunta.
¿A partir de qué edad es prudente intentarlo? “A partir del momento en que ellos se sientan confiados. Que un compañero ya vaya solo al colegio a los 12 años, no significa que nuestro hijo también pueda o deba hacerlo. La independencia no se apura. Debemos esperarla”, asegura la experta.
“De a poco vamos dándoles más libertad: los acompañamos a la parada pero ya sin subirnos al colectivo, después los vemos desde la puerta de casa, y así hasta que viajar solos sea un hábito para ellos. Que se reúnan dos o tres niños para emprender un viaje de ese estilo, es una gran ventaja. El apoyo y la compañía de sus pares siempre serán una gran ayuda”, dice Lewin.
Soltarlos
¿Qué pasa cuando el miedo paraliza a los padres y les cuesta soltarlos? “Resolverles la vida a nuestros hijos no es ayudarlos, es incapacitarlos. Es no permitirles convertirse en ellos mismos”, subraya Lewin.
“Ningún padre quiere que su hijo sufra. El problema es que, cuando el adulto se preocupa excesivamente por su hijo, le saca la posibilidad de desarrollar herramientas esenciales para hacerle frente a la realidad que le toque vivir en el futuro”, añade.
“Cuando sobreprotegemos a nuestros hijos, creyendo que ellos no pueden por sí mismos, los despojamos del poder de decidir, de utilizar su razonamiento, de poder tomar decisiones. En vez de ayudarlos a crecer, los hacemos más chiquitos, y los niños terminan con más inseguridades, miedos, angustias, e incapaces de avanzar por sí solos”, sostiene la autora.
Además, les cuesta asumir la frustración o reconocer sus errores.
“Y no solo eso: el adulto también termina agotado. No solamente vive su vida, sino también la vida de su hijo. Debemos brindarles a nuestros hijos las herramientas socioemocionales que los ayudarán en su vida adulta: la resiliencia, la flexibilidad, el poder adaptarse, entre otras. Los niños nacen con una motivación natural para explorar y aprender. Aprendamos a no estar pendientes de ellos en exceso, a dejarlos explorar y a equivocarse. Esto es confiar en que van a hacer un buen uso de la libertad que les damos”, finaliza Lewin.