Detrás del “no compres, adoptá” no sólo hay años de reivindicaciones y la lucha de los proteccionistas contra la explotación animal. También, y fundamentalmente, hay historias de abandono, violencia, y soledad.
Cientos de perros y gatos aguardan en los caniles de los refugios locales a que una familia les de una nueva vida. Para ello, previamente, una extensa red de trabajo tuvo que sacarlos de la calle, rescatarlos cuando estaban en peligro y protegerlos con recursos escasos.
Un recorrido por la entrega de quienes dan la vida por los animales, un baluarte que intenta reparar los daños que ocasiona la falta de conciencia en la sociedad.
Proteccionistas a tiempo completo
Los animales no saben de horarios, plazos ni burocracia. Un cachorro dentro de una caja, en medio de un descampado, no puede esperar paciente a que alguien lo rescate. Eso es lo que hace tan importante el trabajo de los proteccionistas de animales.
La Asociación Juninense Protectora de Animales, la entidad que preside Luciana Panizza y está próxima a cumplir su 50° aniversario, cuenta con su propio refugio en La Agraria.
Allí vive Alicia Canzonetta, que cuida de los animales hace más de 7 años, y se reconoce proteccionista desde hace más de 2 décadas.
A cargo de 150 perros, y algunas cotorras, Alicia dedica plenamente su trabajo diario a los animales. “Arranco muy temprano a la mañana, empiezo a cocinar para todos los perros, les doy de comer y después atiendo a cada uno”, detalló.
En paralelo, desde el otro lado de la pantalla, está en contacto con Carmen Asfura, proteccionista desde hace 12 años y que hoy está a cargo de la logística y el manejo de las redes sociales de AJPA. “El refugio muestra el movimiento permanente de rescate que hace la institución”, señaló Carmen a Democracia, y agradeció el trabajo en conjunto con sus colegas para atender cada caso, en una actividad que, reconoce, la hace feliz.
“El desafío es que queremos cambiarles la vida a los animales, y trabajamos para ellos”, destacó.
Hace casi 50 años, la mamá de Nuria Maltese, otra de las referentes entre las proteccionistas locales, integró el equipo que fundó AJPA. Hoy, con el amor por los animales que trae desde la cuna, Nuria se dedica a lo mismo.
“En la quinta donde vivo y tengo el refugio ya vivía a los 3 años, cuando teníamos 25 perros. Aprendí a caminar agarrada de un ovejero que era mi amigo”, recordó.
Es que en La Caprichosa, su granja, cuenta con un refugio, Tierra de Ángeles, una guardería, Patán, y un vivero. Allí cuida de 150 animales, en una actividad diaria que muchas veces implica dejar de lado su profesión de abogada.
“El trabajo es continuo, en el día a día, siempre surge algo”, afirmó Alicia y, en la misma línea, Nuria señaló que “no se trata sólo de dinero, sino de tiempo y dedicación”. Caminar entre los pastizales, visitar cada barrio, hacer un rescate en medio de la noche; no tienen temor y pareciera que actúan por instinto, pero son conscientes de que su trabajo le salva la vida a los animales.
“Esta es la vocación que tengo y a la que no voy a poder escapar nunca” , afirmó Nuria. Y Carmen destacó: “Hago esto porque les agradezco a los animales los momentos lindos que uno pasa con ellos”.
En red
Nadie se salva sólo. Ni los animales, ni las propias proteccionistas que los ayudan. En Junín, afortunadamente, la red es extensa, y el trabajo en conjunto es la piedra angular para que el sistema funcione.
“Las proteccionistas somos, en su mayoría, mujeres. En AJPA somos pocas, pero también hay muchas proteccionistas independientes”, explicó Alicia. Además, respecto a la división de tareas, agregó que “todos tienen su trabajo”, y que la comunicación es fundamental para saber quién buscó el animal, quién lo llevó a la veterinaria y quién se encargará de darle tránsito hasta la adopción, por ejemplo.
Por su parte, Carmen afirmó que, detrás de cada caso, hay una evaluación para determinar cómo actuar, pero señaló que la prioridad es, siempre, “hacer un lugar más en el refugio para recibir perros”.
“Es importante destacar el trabajo que hacen las proteccionistas en Junín, que le ponen el cuerpo y alma a la situación”, destacó Nuria, que es parte de quienes trabajan por fuera de AJPA.
El apoyo de la sociedad
Las dificultades para el financiamiento son comunes en todos los casos en los que se dedican al rescate de animales. La venta de rifas y las donaciones a menudo necesitan el complemento del bolsillo de las proteccionistas, y la situación se hace insostenible.
“No hay presupuesto para los perros”, lamentó Nuria, que recuerda la época en que AJPA disponía de las instalaciones y los veterinarios de Zoonosis para atender a los animales rescatados, un claro contraste con la situación actual, en la que las deudas de atención médica no dejan de crecer.
“La asociación recibe apoyo del municipio pero también se hace cargo de muchos gastos. No recibimos ninguna partida presupuestaria fija, y mucho de lo que hacemos es gracias a las donaciones”, expresó Carmen, que agradeció las posibilidades de acercarse a los vecinos a través de las redes sociales.
Asimismo, advirtió que, además de sus propios animales, también prestan ayuda a los juninenses que tienen que atender a sus mascotas, lo que incrementa notablemente sus gastos en veterinaria.
Por su parte, AJPA cuenta con un sistema de socios que aportan mensualmente a la causa, y se complementa con las donaciones recibidas y los colaboradores que se acercan al refugio periódicamente. Recientemente, el municipio construyó allí 20 nuevos caniles, medida muy aplaudida por el sector.
En cuanto a las proteccionistas independientes, la situación también se agrava, sobre todo cuando se trata de alimentar a decenas de bocas a diario. “Siempre se necesitan donaciones, pero lo importante es el apoyo constante. Se consume mucho alimento y las bolsas son cada vez más costosas”, explicó Nuria, que reconoce que “hubo épocas muy complicadas” para llevar adelante su refugio.
Adopción responsable
El lema de “no compres, adoptá” ha sido, quizá, una de las conquistas más importantes en la opinión pública por parte del sector. Pero no fue un punto de llegada, sino, precisamente, el comienzo de una etapa con muchos desafíos.
“Tener un animal implica compromiso. Ellos viven un tiempo determinado, y nosotros tenemos que comprometernos a cuidarlos toda su vida”, afirmó Nuria, quien, al igual que sus colegas, reconoció que dar en adopción una mascota es una gran responsabilidad.
En el caso de AJPA, el proceso se inicia, generalmente, a través de redes sociales, pero consta de diferentes etapas. “Pueden venir al refugio, y muchas veces se va a visitar a la familia a su domicilio, para evaluar que tengan el cercado necesario y las condiciones para tener un perro”, detalló Alicia.
Sin embargo, el proceso no termina con una familia que se lleva al animal. “Después del seguimiento, queda un vínculo entre los adoptantes y nosotros, tanto con Carmen como conmigo. Yo suelo llamar y pedir fotos y videos”, agregó la proteccionista.
En cada canil hay una historia diferente. El abandono y el maltrato son, generalmente, lo que llevó a muchos animales hasta ahí, pero nunca se pierde la chance de tener una nueva vida. “Nosotros visibilizamos cada perro, lo publicamos, le ponemos un nombre, lo cuidamos y luego lo damos en adopción”, explicó Carmen.
Entretanto, la demanda por lugares en los refugios no deja de crecer, y los perros adultos son los menos elegidos para tener una nueva familia. “Hay perritos que han nacido acá y que han muerto acá sin conocer un hogar”, lamentó Alicia, y destacó que “el perro adulto conoce a su familia y rejuvenece, les da sus últimos años de amor incondicional, cariño y agradecimiento”.
“Eso es lo que nos da fuerza” , agregó Carmen.
Cuentas pendientes
Consultadas al respecto, las proteccionistas concuerdan en que, afortunadamente, mucho ha cambiado en los últimos años, pero enfatizan en la toma de conciencia respecto al cuidado y derecho animal.
En el caso de Nuria, que abre su granja ciertos fines de semana para recibir visitas, hace hincapié en la importancia de acercar información a los más chicos, para que todos sepan cómo se trabaja en los refugios y cómo cuidar a los animales. AJPA, por su parte, suele dar ciclos de charlas en colegios con el mismo propósito.
“Por más que haya un millón de proteccionistas, nosotras ya ponemos el granito de arena, pero es necesario que el cambio sea a nivel social”, sostuvo Nuria.
En dicho sentido, Alicia puntualizó la necesidad de que se extienda la castración, que se realiza de forma gratuita y con turno previo en Zoonosis. “En el refugio cada vez somos más, hay que castrar a los animales para que se revierta la situación”, afirmó.
Mientras tanto, entre la angustia de ver casos atroces a diario, y la lucha incansable para que termine el maltrato y destrato animal, las proteccionistas llaman al compromiso e involucramiento de los juninenses en la causa.
Legislación débil
Tanto la Ley 27.330, sancionada en noviembre de 2016 y que prohíbe las carreras de galgos, como la Ley 14.346, que pena el maltrato animal, fueron banderas del activismo de los protectores de animales. Años después de lograr dichas conquistas, sin embargo, el panorama es desalentador.
“La ley de maltrato animal debería reforzarse. Cuesta mucho hacer la denuncia y que luego haya respuesta del municipio”, explicó Carmen, que considera que “la sociedad tiene que cambiar, y eso incluye a la Justicia”.
Por su parte, Nuria puntualizó que “ambas leyes son acertadas, pero los fiscales tienen que tomar lecciones de derecho animal para que se apliquen correctamente”. El trasfondo, además, es que muchas veces ni siquiera se toma la denuncia cuando los vecinos se acercan a la comisaría.
“La patrulla rural nos pide a las proteccionistas que denunciemos y hagamos públicos los casos, porque ellos no pueden hacer nada”, agregó Maltese.
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