Tener carnet de conducir es el principal objetivo de jóvenes, adultos y personas mayores, pero aprender con familiares y manejar por calles de tierra no es lo ideal cuando lo que se necesita es el conocimiento del tránsito real, con peatones, otros autos, obstáculos y estímulos.
No son muchas las autoescuelas que trabajan en la ciudad, pero sí suficientes para atender la demanda de aprendices de todas las edades, con necesidades y conocimientos diferentes.
Algunos cursos rondan los 30.000 pesos y las clases individuales pueden llegar a costar 6.000 pesos la hora. Los instructores usan coches doble comando, enseñan tanto en circuitos cerrados, como en la ruta y la ciudad, y acompañan a los alumnos a rendir. Un recorrido por el mundo de las escuelas de manejo.
Los cursos
Antes de rendir el examen teórico-práctico para obtener la licencia, son muchos los futuros conductores que optan por aprender el procedimiento en una escuela de manejo. En la ciudad, no abundan los instructores en ejercicio y, consultados por Democracia, señalaron que reciben un importante volumen de alumnos mensualmente.
Martín Cornago, instructor matriculado desde 2015, e integrante del Foro de Seguridad Vial, está al frente de la autoescuela Mac Driver, cuya sede está ubicada en Benito de Miguel 161. En su caso, considera que “hay un mínimo de 10 clases para que la persona vaya a rendir sin problemas”, pero ofrece módulos de 6 y 10 sesiones teórico-prácticas de acuerdo a las necesidades de cada aprendiz. Las prácticas suelen realizarse en la pista del autódromo local y dentro de la ciudad, y Martín acompaña a los alumnos a rendir en la fecha estipulada por el municipio.
Por su parte, Juan Domingo Salvatierra, instructor desde el año 2000 al frente de Academia 1114, ubicada en Belgrano 292 y abierta en 2012, señaló que piensa sus clases en función de la edad y el nivel de los alumnos. “Para una persona no mayor a 35 años, brindamos un curso de 5 horas, que incluye el acompañamiento al exámen práctico. En caso de ser mayor de esa edad, se necesita un mínimo de 8 horas”, señaló y aclaró que “el alumno se libera de la academia una vez que aprueba el exámen práctico”.
Aprender a manejar en una autoescuela no es sólo cuestión de estar acompañado por un instructor, sino incorporar los fundamentos básicos y adquirir confianza al manejar. Para ello, y como medida de seguridad, las escuelas cuentan con un coche doble comando, con un mecanismo dual de pedales que el acompañante puede operar si lo juzga necesario.
“Lo primero que evalúo es a la persona. Si no tiene ninguna noción de los pedales y cambios, empezamos en el circuito cerrado y recién cuando lo tienen incorporado salimos a la ciudad”, explicó Cornago, quien, al igual que sus colegas, considera que el funcionamiento de los pedales y el volante es primordial para cualquier aprendiz, y ello debe estar afianzado al momento de poner primera.
Y no sólo eso. “Desde el momento en que el alumno se sube al auto, debe saber que hay ciertos pasos que se hacen antes de arrancar. Uno no se puede poner el cinturón mientras está andando”, agregó el instructor.
Cabe señalar que, al no ser una actividad regida por un código o programa establecido a nivel nacional, cada instructor elige de qué modo deben aprender sus alumnos a manejar y así obtener su licencia. En el caso de Juan, por ejemplo, tras una introducción opta por darle al aprendiz experiencia en ruta. “En la primera clase, durante los primeros 20 minutos le explicamos los fundamentos básicos y luego arrancamos”, señaló el instructor, y así recorren la ruta 7, 188 y la avenida Circunvalación. En la segunda clase, ya se enseña a doblar correctamente y se visita el circuito donde se rinde el exámen, que se practica definitivamente al tercer día.
Sin ir más lejos, desde las autoescuelas recuerdan que el exámen práctico no evalúa si el alumno sabe conducir, sino que apela al conocimiento de ciertas técnicas específicas, como estacionar a 180° y 45°, y entrar por una calle y retomar por otra. No obstante, el esfuerzo de los instructores radica en que, aún así, ese conductor pueda manejar correctamente, y por ello todos los aprendices visitan la ciudad durante las clases. “El alumno debe salir de la autoescuela preparado para salir a la calle”, afirmó Cornago, y Salvatierra aclaró que “tras el curso, el alumno sabe cómo reaccionar en una esquina, doblar y estacionar, pero no es un experto”.
En definitiva, el anhelo de tener carnet de conducir y la distancia de los exámenes respecto a lo que ocurre en el tránsito real, obligan a los instructores a no perder de vista el objetivo real de la autoescuela. “Mi exigencia es salir a la calle y mi lema es ´enseñar a conducir, no a sacar el carnet´”, sentenció Cornago.
Lo que hay que aprender
No sólo los jóvenes de 17 o 18 años desean aprender a manejar para obtener su licencia, sino también personas de todas las edades, que asisten a las escuelas y toman clases para perfeccionarse.
Consultados al respecto, los instructores señalaron que, incluso, tienen como alumnos a adultos mayores de 70 años que, cada año, deben renovar su licencia. “En muchos casos, recibimos a personas que enviudaron y que quieren aprender a manejar, aunque suele llevar más tiempo en ese caso”, señaló Salvatierra.
Por ello, cada clase y cada hora arriba del auto es distinta al resto. Cada alumno tiene diferentes limitaciones, necesidades y conocimientos, y la tarea del instructor es conciliar eso con el objetivo de aprender a manejar.
Además, hay casos que demuestran que el único objetivo no es sólo estar habilitado para circular. “Muchos de mis alumnos vienen con el carnet ya sacado a incorporar más conocimientos”, explicó Cornago.
La confianza no se gana fácilmente sobre las cuatro ruedas en movimiento, pero la presencia de una persona idónea y preparada, en un auto también pensado para dicho propósito, hace que ello no sea un gran obstáculo.
Es que, tal como destacaron desde Academia 1114, “los temores el alumno se los saca en el acto, porque sale manejando desde la puerta de su casa y el primer día salen a la ruta”. Asimismo, en Mac Driver enfatizaron en que “el conductor debe entender que es la autoridad dentro del auto y que tiene la responsabilidad”, para que asuma el compromiso cuando circule sólo por la calle.
Respecto a los fundamentos básicos, que conforman el plan de estudios de las autoescuelas locales, Salvatierra destacó la importancia de “conservar el carril, mantener la vista al frente y usar los espejos y las señales”, pero admitió que “lo que más cuesta es doblar y maniobrar, lo más interesante del manejo”.
Si bien los módulos teóricos digitales, que se complementan con el manual entregado a cada aspirante a obtener la licencia, son muy completos y de lectura y visualización obligatoria, los instructores no dejan de lado los consejos y fundamentos teóricos con sus alumnos.
“Les transmito experiencias y planteo situaciones cotidianas para que sepan qué hacer en esos casos”, explicó Cornago, que aclaró que, aún así, “la mejor educación se recibe en casa” y la escuela debe complementarse con las buenas prácticas.
“El tiempo hace a la experiencia, y en la autoescuela uno no adquiere experiencia, sino que se educa”, destacó.
Calle de tierra vs autoescuela
En los pueblos y las ciudades chicas, una práctica cotidiana es que familiares o allegados del aprendiz le enseñen a manejar en las afueras, donde el tránsito es prácticamente nulo y difícilmente se replican las condiciones auténticas a las que se deberá enfrentar el futuro conductor cuando obtenga el carnet.
De acuerdo a los instructores consultados, ello es un método deficiente. “Se suelen arrastrar errores cuando no se aprende en una autoescuela, por eso es fundamental asistir a clases”, explicó Cornago, que recordó que “en otros países, como España, si no se asiste a una autoescuela no se puede rendir el exámen”.
En la misma línea, Salvatierra advirtió que la calle de tierra lejos está de asimilarse con la auténtica experiencia de manejo, donde intervienen imponderables, obstáculos y otros conductores y transeúntes. “Aprender a las afueras no es lo mismo que dentro de la ciudad, la experiencia del tránsito real es irremplazable”, afirmó. Definitivamente, sacar un alumno a la ruta o las principales calles de Junín no se compara con hacerlo en zona de quintas.
Además, como trasfondo también es ineludible el rol que tiene el instructor como agente de conocimiento, que debe transmitir con la pedagogía necesaria al alumno. “Muchas veces, los padres o tíos enseñan, pero abandonan porque les resulta incompatible”, observó Cornago. Un desconocido preparado y autorizado para ello es, sin dudas, mejor.
Balance
Lo cierto es que la situación actual del tránsito local no es óptima. En ediciones anteriores de Democracia, desde la Subsecretaría de Control Ciudadano municipal advirtieron por el incremento de víctimas fatales en accidentes de ruta y por la cantidad de vuelcos y caídas de motos. Con más de 400 siniestros y 15 fallecidos durante 2022, los números son un llamado de atención a los conductores y autoridades.
A modo de balance, Cornago fue crítico con el estado actual del tránsito en la ciudad. “Estamos abandonados respecto a la educación, nosotros también formamos parte de la mala circulación y el estado del tránsito”, sentenció.
En dicho sentido, explicó que lo atribuye a que “el mayor error que se ve en la calle es el no respeto de las normas” y que, sumado a ello, “nadie hace un mea culpa” de la situación. Como instructor matriculado en la ciudad, Cornago conoce las limitaciones de los conductores en la calle como así también las del sistema, y por eso llama a una mayor rigurosidad y exigencia en los exámenes para obtener la licencia.
“Falta educación, y si eso no se complementa con un buen exámen, no ayuda”, afirmó, y criticó la falta de directivas unificadas para todas las ciudades y provincias, lo que deriva en formas distintas de evaluar y con diferentes grados de dificultad para conductores que luego se cruzarán en una esquina, una ruta o una autopista.
Por su parte, y como miembro del Foro de Seguridad Vial, Cornago señaló que “los controles deben ser más rigurosos y se necesitan más policías de tránsito con autoridad para detener”, puesto que “la conducción es un arma” y, en manos equivocadas, es mortal.
Las cifras
Los números a nivel nacional y local son los indicadores del estado del tránsito, el grado de negligencia de conductores, la efectividad de los controles y la calidad de la infraestructura.
De acuerdo a las cifras facilitadas por la asociación civil “Luchemos por la Vida”, entre 1992 y 2019 hubo un total de 210.904 fallecidos en siniestros viales. Además, los números indican que en 30 años, entre el 92 y 2022, no se ha bajado considerablemente la cifra anual de muertes en accidentes: 7.075 y 6.184 respectivamente.
Por su parte, las estimaciones revelan que el 54% de los fallecidos son menores de 35 años y los motociclistas representan un 47%.
En Junín, las cifras difundidas por la Agencia Municipal de Seguridad Vial no son más alentadoras, dado que entre 2018 y 2022 los siniestros con lesionados sólo han descendido de 1.285 a 1.132.
Como trasfondo, también es palpable lo que ello trae aparejado para el sistema. “Los accidentes también implican un gasto grande para el Estado, no sólo un perjuicio para los damnificados”, destacó Cornago.
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