Con un inicio de temporada que superó ampliamente lo ocurrido en años anteriores, el turismo nacional atraviesa uno de sus mejores momentos. Ya desde los últimos días de diciembre, los veraneantes comenzaron a movilizarse hacia las distintas localidades de la costa atlántica que por momentos superaron el 90% de ocupación hotelera.
Pero dentro de este buen presente hubo una ciudad que picó en punta como uno de los destinos más elegidos por los argentinos y fue Mar del Plata. Con la capacidad hotelera a punto de alcanzar el 90% de ocupación, los comerciantes ligados al turismo aseguraron que no se veía una temporada de estas características desde las décadas del ‘80 y ‘90.
Es que durante la primera quincena de enero llegaron a la ciudad un total de 696.104 turistas, número que además de superar por un 9,2% lo ocurrido en el año 2022, también rompió el récord de visitas del que tenía registro el Ente Municipal de Turismo (EMT). Ante este panorama prometedor, las autoridades en la materia esperan que el número de veraneantes siga creciendo durante la última semana de enero, por lo que desde el EMT le solicitaron a los propietarios de inmuebles, hospedajes y hoteles que comuniquen su disponibilidad y que de desear ofrecer sus propiedades en alquiler oficialicen su oferta porque la ciudad “está colmada”.
En ese marco, desde el Colegio de Martilleros y Corredores Públicos, detallaron que la ocupación extra hotelera, es decir la referida a casas particulares, departamentos y chalets, también cuenta con un alto índice de demanda y en el último fin de semana la ocupación fue del 90%. Más allá de este auspicioso presente, los comerciantes locales notaron que la similitud con aquellas temporadas gloriosas solo tienen que ver con el caudal de turistas y no con el estilo de vacaciones que acostumbraban hacer.
Es por eso que se puede conjeturar que en lo que va del 2023 primaron las vacaciones “gasoleras”, en las que los veraneantes redujeron sus gastos hasta la mínima expresión, evitando los planes y las salidas más costosas de la ciudad. Quienes pasan cada verano en “La Feliz”, aseguran que ya no se ve a los turistas estudiando las carteleras de los teatros de la Avenida Luro para definir a qué espectáculos asistirían durante su estadía en la ciudad, como si ocurría en otras épocas.
La misma escena se repite en la galería Roxy, meca del teatro independiente. De todos modos los amantes del teatro que quieren ir a pesar de todo, pueden hacerlo cuidando sus bolsillos al aprovechar promociones, descuentos y 2x1. La clave que persiguen los veraneantes para no extralimitarse en los gastos es apegarse al presupuesto que manejan a diario en sus ciudades de origen. Para eso quienes se alojan en departamentos o casas optan por cocinar allí y así evitar las salidas a bares y restaurantes.
¿Pero qué pasa en los días de playa? Allí el gasto es inevitable, aunque los más precavidos lleven heladeras portátiles repletas de sandwiches, frutas y bebidas evitar tentarse por la oferta de los vendedores ambulantes resulta muy difícil. Los precios de las comidas típicas de la playa varían según el balneario y el servicio.
Por ejemplo si se compra en los puestos ubicados en la rambla frente a la Bristol los super panchos cuestan $400, las hamburguesas con lechuga y tomate a oscilan entre los $800 y $1.000 y los sandwiches de milanesas entre los $1.000 y $1.200. Ahora si se espera a los vendedores ambulantes que llevan la misma comida hasta la costa, todo sufre un incremento de alrededor de $100. Para los que buscan darse un gusto y salir del modo ahorro, los locales gastronómicos en los paradores de la playa son la opción indicada.
En ese sentido, en las playas del sur se encuentra Helena Beach, en donde los comensales pueden disfrutar de un plato de rabas a $2.800 y si así lo desean por $800 lo pueden acompañar con una porción de papas fritas.
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