Hoy se conmemora el Día del Padre en Argentina y no son muchos los casos de padres e hijos que compartan la pasión por el mismo deporte. Cuatro historias generacionales que tienen un factor común, en diferentes tiempos.
En diálogo con Democracia, representantes de fútbol, básquet, ciclismo y arbitraje dieron detalles de cómo sobrellevan el mismo ADN deportivo y qué se siente ser protagonista de ese lazo.
El fútbol en la sangre
Javier y Matías Carpinella, padre e hijo, están unidos por compartir la misma pasión por el fútbol. Javier es un exjugador del ámbito local mientras que Matías se desempeña en la Primera División de Mariano Moreno, club con el que se sienten representados.
Además, varios integrantes de la familia Carpinella tuvieron la posibilidad de estar, alguna vez, dentro de un campo de juego.
Matías recordó sus inicios en el “Bataraz”: “Arranqué a los cuatros años en la escuelita, mi abuelo me llevó por primera vez y jugué hasta los 14 años que pasé a Sarmiento. Luego de cinco años, volví para jugar el Torneo Regional pasado”.
“Me acuerdo desde el primer día que mi abuelo me llevó, de chiquito no quería que se vaya porque no quería que me dejara solo porque no conocía a nadie”, recordó.
El actual futbolista destacó la importancia del acompañamiento de su padre y la relación de ambos en el mismo deporte que compartieron.
“Mi papá siempre me apoyó, de la mejor manera, en todas las decisiones que tomé. Nunca desde el lado de la presión. Siempre estuvo presente desde un lugar lindo”, manifestó.
Además, el joven mencionó lo que le dejó el fútbol a lo largo de todos estos años y que cumplió un anhelo que tenía en su vida desde pequeño.
“Cumplí el sueño que tenía de chiquito que era jugar en Primera con los colores de Moreno. Las amistades son lo que más predomina en los clubes de Junín y es lo más importante. Un recuerdo de mucha alegría fue el último campeonato que jugué en categoría sexta y salimos primeros del Tres Ligas”, aseguró.
Por otra parte, su papá, Javier, contó que la familia está muy identificada con el club del Barrio Molino porque todos pasaron por ahí en algún momento de su vida, desde sus hijos hasta sus dos hermanos y su padre.
“Mi viejo en el año 81 creó la primera escuela de fútbol que se llamó “Osvaldo Zubeldia” junto a Sergio Lippi, Héctor Silva, entre otros. Fue la primera en Junín y en la Región. Yo era muy chico y arranqué ahí”, sostuvo.
“Debuté en Primera en el año 88 y en el 89 ya jugamos firme y salimos campeones con un grupo de chicos que se gestó en esa escuela de fútbol. Después estuve como diez años en Moreno y disputamos varios regionales, en la época de los 90. Fueron años muy lindos” rememoró.
Javier, además, jugó en otros clubes de la ciudad y la zona. Su padre también fue futbolista del club Defensa.
“Cualquier deporte te da las amistades más fuertes en la vida porque son las que vos elegís, las que les gusta lo mismo que vos. Tengo un grupo que quedó, nos seguimos juntando todos los meses a comer y hacemos algún partidito. Creo que es lo más importante del fútbol y más amateur”, comentó.
Con respecto a la actualidad, Javier destacó que continúa ligado al club “Bataraz” y mencionó la buena relación que tiene con el presidente de la institución, Roberto Ayerbe.
“Somos bien de Moreno, empecé a ir a los 8 años y hasta el día de hoy sigo colaborando. El presidente jugaba conmigo, somos amigos y festejamos los cumpleaños juntos. Estamos siempre colaborando y mi viejo también perteneció a comisiones directivas”, sostuvo.
Por último, Carpinella se refirió a las generaciones que siguieron sus pasos.
“Es una alegría que mis hijos, tanto el menor como el mayor, vistan la misma camiseta que yo vestí. Que otra generación lo pueda hacer es una alegría”, finalizó.
En lo alto del ciclismo
Gerardo y Facundo Crisafulli son sinónimo de ciclismo y nadie mejor que ellos para representar una de estas historias de padres e hijos. Son una de las familias, de las pocas, que tiene tres generaciones en la ciudad.
Gerardo fue ciclista, entrenador de la Selección Argentina, entre otros equipos, y actualmente dirige el grupo del Satsaid.
“Soy un amante de los deportes, no solo del ciclismo. El deporte educa, marca caminos, buenos hábitos para la vida y eso fue lo que me motivó a ser entrenador para formar chicos”, expresó.
Con respecto a la relación con su hijo, Gerardo comentó que “le genera una gran satisfacción” que Facundo se desempeñe en el mundo ciclístico.
“Los recuerdos siempre son gratos. El ciclismo me dejó muchos amigos, mucha gente conocida, pude recorrer el país y andar por el mundo con la selección. La balanza siempre está a favor”, aseguró.
Por su parte, Facundo es un destacado deportista profesional de la ciudad y compite en el equipo del Satsaid.
El pedalista volvió para atrás en el tiempo y recordó de qué manera se inició en el mundo de las bicicletas.
“Mi viejo tenía la escuela con chicos más grandes de Bragado, siempre se juntaban a entrenar acá. Salía de la escuela, me iba con él y después me iba a entrenar fútbol a Jorge Newbery. Me prestaron una bici y comencé a ir a entrenar dos días. Me interioricé, iba a las carreras del calendario nacional con mi papá, me gustó y un día volví de un partido y dije que no quería jugar más y quería arrancar a andar en bici”, indicó.
Facundo, con una extensa trayectoria en el ámbito ciclístico, manifestó qué se siente al compartir el deporte con tres generaciones: su abuelo, su padre y él.
“Es sensacional, es increíble que sean tres generaciones y no hay muchos casos. Mi abuelo cuenta algunas historias o anécdotas de su época y ver la diferencia y cómo avanzó todo es extraordinario. Está bueno para saber valorar lo que tenemos”, comentó.
El deportista dio detalles de lo que generó el ciclismo en él y afirmó que le “marcó enseñanzas de vida”.
“El ciclismo me abrió la mente, me ayudó a ver las cosas de diferente manera, de tener otro punto de vista, saber que este tipo de deportes y más si lo haces de manera amateur te marca una enseñanza de vida, que después lo termine adoptando en su vida diaria. Son deportes que estás solo y tenés que luchar día tras día”, expresó.
“El deporte requiere de ser responsable, exigente con vos mismo, ordenado y cuando pasas a otro ámbito lo terminas aplicando. Me sirvió muchísimo para esas cosas, me ayudó a tomarme las cosas de otra manera y a conocer un poco más a las personas”, concluyó.
“Sinónimo” de básquet
Nombrar a un Merlo es sinónimo de básquet en Junín. En esta oportunidad, Ignacio y Thiago no quedaron al margen de esa regla. Padre e hijo vienen de una familia “tradicional” de este deporte.
Ignacio pasó por varios clubes de la ciudad y la zona y, en la actualidad, juega una competencia de Maxibásquet. El jugador indicó que son tres las generaciones familiares en este deporte.
“La familia tiró mucho en este caso, nacimos y ya teníamos una pelota de básquet al lado. Mi viejo vivió en el club Ciclista junto con mi vieja. Cuando nació Thiago, también vio a su tío, primos y a la mayoría de la familia jugar”, manifestó.
Ignacio comentó que se está preparando para jugar el próximo campeonato local de la Asociación Juninense de Básquet junto a su hijo.
“Estoy disputando el Maxi y estaba entrenando para el torneo que viene porque lo queremos jugar juntos. Quiero ser parte del equipo, así me puedo dar el gusto de compartir plantel con él y luego me retiró de manera definitiva”, sostuvo.
Con respecto al debut de Thiago en el básquet profesional, Ignacio aseguró que vivió ese momento con mucha ansiedad y expresó: “A mí se me caían las lágrimas, nunca se está preparado para esas situaciones y yo creí que iba a llegar por el esfuerzo que hace y porque lo deseaba mucho. Es un orgullo que no tiene comparación”.
Thiago Merlo, su hijo, está jugando en el club Ciclista, es uno de los más jóvenes de toda la familia y está haciendo sus primeros pasos como profesional, ya que integró el plantel de la Liga Argentina y tuvo los primeros minutos en cancha.
“El primer año fue raro, no sabía por dónde meterme, ya en el segundo la pasé muy bien y aprendí muchísimas cosas para, en un futuro, querer vivir del básquet”, comentó.
El juvenil recordó uno de los episodios que disfrutó dentro de una cancha de básquet.
“El básquet es una pasión que tengo y no puedo creer que sea un deporte tan lindo. El primer momento que se me viene a la cabeza fue una final contra Argentino, en la que jugaba mi primo, Álvaro, y yo lo presencié. Fue de los recuerdos más lindos que tengo”, indicó.
Árbitros juninenses
Aldo y Franco Calógero, padre e hijo, tienen una estrecha relación con el mundo del arbitraje. Esta familia cuenta con cuatro generaciones.
Aldo es ex árbitro de fútbol, ejerció durante 30 años y hoy acompaña desde afuera a su hijo.
“Es algo muy satisfactorio y muy importante a la vez que tu hijo siga con los mismos pasos de lo que vos hiciste en un principio. Trato de volcarle cosas buenas desde mi experiencia”, expresó.
“Tuve la suerte de andar por todos lados dirigiendo, siempre queda un buen recuerdo y conocidos por todos lados. Más allá de ser buen árbitro, lo que queda es lo que sos como persona, que siempre te recuerden o hablen bien de uno”, indicó.
Por su parte, Franco es árbitro desde hace diez años y se desempeña en los torneos que organiza la Liga Deportiva del Oeste.
Además, cumple su labor en distintos puntos de la provincia de Buenos Aires.
“Es un orgullo, mi abuelo fue el primero y siguió con mi papá. El mismo trabajo que hizo conmigo lo realizó con mi tío. A la vez, es una presión y vengo trabajando hace diez años para llegar a categorías más altas”, sostuvo.
Franco mencionó que su papá lo ayuda a preparar los partidos en los que le toca dirigir y sostuvo que es “una guía” para él.
“Siempre hacemos una lectura del partido que me toca estar designado de la función que sea. Me ayuda mucho su visión y también estamos en contacto permanente. Para mí, es como una guía y eso es muy lindo. Después de cada partido hablamos porque siempre hay cosas que mejorar”, finalizó.
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