La vida actual no da tregua y la tensión  permanente genera cada vez más estrés
PSICOLOGÍA Y SALUD

La vida actual no da tregua y la tensión permanente genera cada vez más estrés

Es una consecuencia de la angustia generalizada, en una sociedad en constante cambio. Acarrea efectos sobre el cuerpo y la psiquis. La palabra de los expertos juninenses respecto a un trastorno que se difunde en la población y toma fuerza tras la pandemia.

Vivir con estrés forma parte de la normalidad de gran parte de la población, a la que desasosiega dificultades económicas, crisis personales, problemas laborales y diversas situaciones angustiantes a diario. El estado general y esperable es el de ansiedad y miedo, causa y efecto de un gran síntoma de malestar, el estrés. Existen fármacos, terapias alternativas, actividades deportivas y hasta videos en internet que apuntan a su tratamiento, y todo indica que, tras la emergencia sanitaria que sacudió al mundo, son muchos los que deben lidiar con ello de forma rutinaria.

Es ineludible también que el estrés ha sido catalizado por la sociedad actual y traducido en un efecto colateral e intrínseco del trabajo y las obligaciones, y un perjuicio con el que hay que convivir para alcanzar una determinada meta. No obstante, especialistas advierten sobre las consecuencias que la exposición constante a la angustia y ansiedad conllevan a nivel psicológico y físico, y, en diálogo con Democracia, analizan otra pesada herencia que la pandemia dejó sobre la población de todas las edades.

Multicausal 

Raquel Petraglia, psicoanalista miembro de APA, explicó a este diario que “el estrés surge ante situaciones de riesgo de la salud mental o física”, y destacó que éstas “pueden ser interiores o exteriores”. Por su parte, Gabriel Scattarello, médico especializado en cardiología, afirmó que “el estrés es una situación de tensión física o emocional que lleva al cuerpo a una reacción determinada”, y que, por ende, puede desencadenarse por múltiples causas, y, en consecuencia, tener distintos efectos.

Asimismo, Scattarello también explicó que “la percepción del estrés varía de forma interindividual”, lo que significa que “situaciones estresantes para una persona pueden no serlo para otra”, y ello dificulta el reconocimiento de una variable particular que lo genere.

Entre las consecuencias, tanto inmediatas como mediatas, del exceso de estrés, se destacan las afecciones tanto psíquicas como físicas. Desde el punto de vista psicológico, Petraglia afirmó que  “el estrés es una acumulación de ansiedad y angustia, que el aparato psíquico no puede tramitar de forma inmediata y genera secuelas”, tales como “irritabilidad, cansancio, insomnio y aislamiento social”.

Por otro lado, desde el punto de vista cardiovascular, Scattarello destacó que se trata de “situaciones cotidianas que desencadenan la liberación de hormonas en el cuerpo”, principalmente “cortizol y adrenalina”, sustancias que tienen efectos como “aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca”.

Síntoma generalizado 

La sociedad actual se halla en permanente mutación, azotada por la inestabilidad social y económica, la crisis de los afectos, y las preocupaciones mundiales. En dicho contexto, es, lamentablemente, esperable que la angustia y el estrés acumulado se conviertan en moneda corriente.

“Las consultas son frecuentes”, señaló Scattarello, que afirmó que “generalmente, primero se acude al cardiólogo porque los síntomas del estrés crónico están emparentados con síntomas cardiovasculares”. 

En dicho sentido, explicó que las alarmas se encienden cuando los pacientes presentan “palpitaciones, dolor en el pecho y falta de aire”. En esos casos, tras descartar la presencia de patologías cardiovasculares, “se les recomienda una consulta con un especialista en salud mental”.

Por su parte, Petraglia enfatizó en el carácter estructural del fenómeno, y destacó que “es un mundo que no da tregua, y genera alerta continua, precisamente luego de una experiencia traumática como la pandemia del coronavirus”. Y ello no parece lejano, si se atiende al modo en que fenómenos como la aparición de nuevos virus y patologías, el calentamiento global y las guerras ponen en tensión constante a la población mundial.

Cabe señalar que, a pesar de que en el sentido común se lo atribuya a la adultez, Scattarello señaló que “el estrés se sufre en todas las etapas de la vida”, y Petraglia afirmó que “los motivos de consulta son el miedo, ansiedad, angustia, insomnio y agotamiento, tanto en niños como adultos”.

Otro efecto inesperado 

Es ineludible que la pandemia trastocó diversos órdenes de la vida, y dejó secuelas notorias en gran parte de la población. En dicho sentido, los especialistas, en contacto a diario con pacientes que sufren de estrés, explicaron a Democracia que el vínculo de la emergencia sanitaria con dicho fenómeno es claro.

“El estrés social que generó la pandemia tuvo una respuesta diferente de cada persona, de acuerdo a su estructura psíquica y experiencia de vida”, señaló Petraglia, que enfatizó que “la exposición al riesgo máximo, sumado a las medidas de aislamiento y lo impredecible, generaron miedo y ansiedad”.

Sin dudas, se trató de un evento inexplicable e impredecible, cuya consecuencia inmediata fue el miedo, lo que Petraglia atribuye “no sólo a la pérdida de la vida y la salud, sino también a las pérdidas económicas o del puesto de trabajo”.

En líneas generales, el estrés social generado por la pandemia alcanzó a cada persona de forma particular y, a partir de la experiencia en su consultorio, la psicoanalista señaló que tuvo efectos muy notorios sobre los niños, adolescentes y adultos mayores. 

Respecto a los jóvenes, explicó que el estrés se produjo en gran medida debido a que “estos dos años coincidieron con el momento en que muchos adolescentes salen del medio endogámico hacia el exogámico, al vínculo con sus pares”. Asimismo, “el vínculo continuo con las pantallas, en detrimento del cuerpo a cuerpo, tuvo efectos en muchos niños y jóvenes”, lo cual se expresa en “conductas de aislamiento, fobia social, hiperconectividad, irritabilidad y miedo”, que aún persisten en muchos de ellos.

En cuanto a este aspecto, Scattarello detalló que “la hiperconectividad evita la socialización, lo que puede generar trastornos psíquicos, con cambios a nivel cardiovascular”, y Petraglia agregó  que “la falta de esparcimiento y contacto físico, así como la hiper informatización, son estresantes”, y, por ello, también se perciben los efectos de la pandemia sobre los adultos. Específicamente, fue en la franja etaria de mayor edad  donde “se vieron muchos casos graves de depresión y aislamiento”, sobre los que aún se trabaja actualmente. 

“El bombardeo de información a través de los medios de comunicación también tuvo efectos negativos”, agregó la psicoanalista.

Por su parte, Scattarello destacó que “en los últimos tiempos ha aumentado notablemente la venta de psicofármacos para calmar la ansiedad”, lo que “demuestra la situación vivida de forma cotidiana”, y es un termómetro que también indica la incidencia de la emergencia mundial en la vida de muchas personas.

“En el 2001, a raíz de la crisis económica, la situación estresante hizo que se duplicara y triplicara la tasa de infarto y acv”, señaló el especialista y, respecto a ello, explicó que “todavía no hay estudios finalizados respecto al impacto de la pandemia en relación al estrés”, cuyos resultados serían, indudablemente, notables indicadores del estado de ánimo general.


 
Secuelas

A pesar de que el mandato social invita a convivir con el estrés, los especialistas advierten sobre las consecuencias negativas que puede ocasionar la exposición continua y en exceso a la angustia, ansiedad y tensión. 

Al respecto, Scattarello destacó que existe una clara diferencia entre el estrés agudo y el crónico, es decir, aquel que se sufre ante una situación particular y el que forma parte de la cotidianidad de la persona. En ambos casos, los efectos a nivel corporal son preocupantes.

“A largo plazo, el estrés crónico genera trastornos en la capa interna que recubre a las arterias, el endotelio”, lo que conlleva a que “tengan menor capacidad para vasodilatarse y aumente la incidencia de hipertensión arterial, infarto de miocardio y de arritmias”, afirmó el especialista. Asimismo, advirtió que el estrés agudo “puede desencadenar las mismas afecciones, pero con mayor magnitud”, y en dichas situaciones se destaca el infarto como una respuesta fisiológica posible.

Sin embargo, el fenómeno no sólo tiene efectos a nivel cardiovascular, sino que, sobre todo el estrés crónico, “aumenta la incidencia de otras patologías”, tales como “enfermedades digestivas, diabetes, insomnio y desgaste físico y emocional marcado”. En dicho sentido, el cardiólogo destacó que se trata de “efectos a largo plazo del estrés”, que decantan en “trastornos psíquicos, como ansiedad y depresión”.

Por otro lado, a nivel psicológico, Petraglia explicó que “las secuelas son notorias”, y, en relación al contexto mundial, señaló que en este momento se perciben “los efectos post pandemia en la vuelta a la presencialidad en el trabajo, la educación y otras actividades”.

En suma, la psicoanalista destacó las consecuencias que tuvo sobre la adultez mayor, donde aún se percibe “miedo y dificultades para reintegrarse a la vida social”, así como también en muchos niños, en quienes el estrés “se expresa con conductas regresivas”, tales como “dormir con los padres o tener pesadillas”. 

Asimismo, agregó que, a nivel general, “otra de las grandes secuelas es la vulnerabilidad hacia las enfermedades y temores hipocondríacos en todas las edades”, pero destacó el modo en que los más pequeños “pudieron reiniciar sus vínculos y actividades al volver a la presencialidad, y tuvieron mayor poder de adaptabilidad”.

Unas horas más de trabajo, un día menos de descanso, una tarde más en soledad pueden ser muy significativas cuando se trata del estrés. Por su parte, Scattarello afirmó que, para combatirlo, “se recomienda socializar más, tomarse recreos del trabajo y estudio, hacer actividad física y descansar entre 7 y 8 horas por día”.

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