Ya sea tomando un helado, bañándose, jugando..., precisamente en las vacaciones la gente tiende a sacar muchas fotos de sus hijos y a compartirlas en chats y redes sociales. ¿Esto no representa ningún problema? Frecuentemente sí, advierten especialistas en protección del menor.
Exponer detalles de la vida de los niños y niñas en las redes se denomina hoy “sharenting”, que se compone de las palabras inglesas “share” (compartir) y “parenting” (crianza de niños). Sin embargo, muchas de estas imágenes preferentemente no deberían ir a las redes, por diferentes motivos.
“Dependiendo de la edad del niño o niña, se desea compartir momentos que sorprenden o fascinan. Así se llega a que los padres fotografían a sus hijos en todas las situaciones de vida”, afirma Kristin Langer de una entidad que asesora a los padres sobre cómo educar a sus hijos en relación a los medios digitales.
Y, lo que hoy a los padres les parece genial, en algún momento quizá se convierta en motivo de vergüenza para el hijo o hija y también pueda traer como consecuencia la burla y el “mobbing” (acoso).
El coronavirus incrementó todavía más este fenómeno, porque durante la pandemia, las posibilidades de que los miembros de la familia y los amigos tomen parte en la vida de los niños se vieron y se ven limitadas.
“A raíz de que los encuentros directos frecuentemente no se concretan, se eligen mucho más frecuentemente otras formas de intercambio. Los videos y las fotos son absolutamente parte de ello”, afirma Langer.
Antes de postear: pensar en el futuro
Ralph Schliewenz, encargado del bienestar de la infancia y los derechos de los niños de la Asociación Profesional de Psicólogos y Psicólogas Alemanes, recomienda que los padres se pongan en el lugar del niño o niña y piensen en el futuro antes de publicar fotos y videos.
“Incluso una situación de la que mi hijo hoy puede estar orgulloso puede ser súper vergonzosa dentro de cinco años, golpeando y dañando su autoimagen como adolescente”, alerta este psicoterapeuta especializado en niños y adolescentes. Porque los niños no pueden prever las repercusiones hasta una determinada edad, “por eso necesitan protección en lo referente a decisiones de este tipo”, afirma.
Una vez que las imágenes se encuentran en la red, pueden ser copiadas y utilizadas de forma indebida para otros fines, por lo que incluso las fotos supuestamente inofensivas pueden volverse críticas.
“Si fotografío a mis hijos durante las vacaciones en la playa, quizá hay fotos en trajes de baño y, tal vez, en niños muy pequeños, a raíz del calor quizás directamente sin traje de baño. Y si estas imágenes terminan en la red, pueden difundirse rápidamente”, advierte Langer.
Analice siempre: ¿la foto puede estimular a alguien?
La experta indica que los padres deberían desistir de compartir fotos en las que los niños se encuentran en dicho tipo de situaciones o similares. Y añade que hay personas que buscan este tipo de imágenes para su satisfacción sexual.
“Esto no es infrecuente y, como padres, deberíamos formularnos la pregunta: ¿deseo contribuir posiblemente a que ciertas personas reciban estas imágenes de mi hijo o hija como material de visualización? Es bueno y también importante que los padres salvaguarden aquí la esfera privada de la familia”, opina.
Por lo tanto, la federación alemana del sector de Internet “eco” recomienda que, antes de publicar, debería revisarse qué se ve en las imágenes, además de con quién y en qué plataformas se compartirán.
Al fotografiar, se puede tomar como parámetro lo siguiente: “¿Esto podría ser vergonzoso en algún momento, o bien podría esta toma estimular o excitar a alguien?” Esta, indica, resulta siempre una buena pregunta.
Tapar el rostro con sombrero o lentes de sol
La coach de medios Langer recomienda que, en las fotos que se deseen publicar y en las que se ve el rostro, se le coloquen al niño gafas de sol.
“Las fotos o los videos que muestran la zona de los ojos son muy expresivos”. También se puede usar un sombrero o cobertura en la cabeza que ensombrezca parte de la cara, sugiere.
Otra posibilidad es editar posteriormente las imágenes, por ejemplo, pixelando la cara o cubriéndola con un emoticono. “Eco” también sugiere que, al subir imágenes con el teléfono inteligente, hay que prestar atención a que esté desactivada la ubicación. De lo contrario, otros podrán ver dónde fue tomada la fotografía.
Quien desee publicar en las redes sociales debe revisar en todo caso las configuraciones de privacidad y seguridad. Otra medida que tiene sentido tomar es restringir los grupos que pueden acceder a álbumes y fotos o compartir las imágenes solamente con parientes o amigos estrechos.
Involucrar al niño en los planes de difusión de la imagen
Pero no solamente compartir en las redes sociales y los messenger puede resultar problemático. Según indica la experta de privacidad infantil, también subir material a la nube es algo que debe contemplarse con cuidado, porque con ello se confían datos personales a una empresa y el acceso puede ser hackeado. Por lo tanto, lo más seguro es mantener las imágenes y videos solamente en el disco duro.
Y, al igual que otras personas, los niños tienen derecho a su propia imagen. Langer explica que lo que sucede es que, dependiendo de su edad, aún no pueden tomar sus propias decisiones sobre la difusión, porque todavía no pueden evaluar las consecuencias.
Por ello, la experta recomienda involucrar tempranamente a los niños en la decisión de si se toma una fotografía, lo que resulta posible de manera gradual a partir de la edad preescolar.
En general, es una buena idea hablar activamente con los menores sobre quién puede ver la foto, tanto en línea como offline. Ralph Schliewenz también recomienda involucrar a los niños: “Lo más importante es comunicarse siempre con el niño y verlo como sujeto, y no como objeto”.
¿Qué hacer cuando las imágenes ya están circulando?
¿Y qué pasa cuando involuntariamente las imágenes ya circulan por la red? “Un potencial abuso de esas fotos o videos escapa a mi control.
Cuando mi identidad e intimidad se ve afectada de esa forma, eso tiene potencial de trauma”, advierte Schliewenz.
Cuánto afecta una situación semejante difiere de persona a persona, acota. Lo importante es que los padres sean conscientes de su equivocación: “Los errores son humanos y suceden. En el mejor de los casos, padres e hijos aprenden juntos a través de ellos”, apunta el psicólogo.
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