Pese a que en general los argentinos se preocupan mucho por alimentarse en forma saludable, la mayoría de ellos desatiende un aspecto no menos determinante para cuidar su salud: la hidratación. Más de la mitad de la gente en el país no llega a consumir un litro y medio de agua al día cuando lo recomendable para mantenerse sano son por lo menos dos.
El dato surge de un relevamiento realizado por la Consultora Kantar que incluyó a más de un millar de personas adultas de todo el país y que dejó en evidencia otra faceta no menos preocupante del fenómeno: en Argentina solo dos de cada diez padres consideran que la hidratación “es relevante” para asegurarles a sus hijos una buena salud.
“Estar hidratado significa que el agua que consumimos a través de bebidas y alimentos guarda un equilibrio con aquella que se pierde por transpiración, respiración y eliminación por vía urinaria”, explica la médica Paola Harwicz, especialista en Cardiología y Nutrición, quien considera fundamental que los más pequeños naturalicen el hábito de tomar agua a través del ejemplo de los adultos para generar un cambio desde temprana edad.
Como señala la especialista, el consumo regular de agua es “fundamental para que el organismo funcione de manera adecuada: favorece la eliminación de residuos a través de la orina, controla la temperatura, modula la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lubrica las articulaciones, participa en distintas vías metabólicas y facilita la digestión.
De ahí que “hay que estar atentos de ofrecerles agua a los niños pequeños y los adultos mayores, que son los más vulnerables al riesgo de deshidratación, y no esperar tampoco uno mismo a tener sed para beber”.
Un equilibrio esencial
“Mientras que en general nos preocupamos por saber comer bien y conocer aquellos alimentos que vamos a ingerir, prestamos muy poca atención a hidratarnos correctamente y hacerlo con regularidad”, coincide en señalar el fisioterapeuta Jesús Domínguez, al enumerar los múltiples efectos que tiene el consumo de agua en el funcionamiento corporal.
“El cuerpo humano está formado por alrededor de un 78% de agua, un elemento clave para transportar el oxígeno y los nutrientes a las células, pero también para la correcta transformación y absorción de los alimentos, para lubrificar las articulaciones y asegurar el buen funcionamiento de las mucosas y el sistema nervioso, entre otras funciones”.
Por eso, “cuando el cuerpo nos hace sentir sed lo que busca es restituir su equilibrio electrolítico para garantizar una correcta transmisión de los impulsos eléctricos, un mecanismo clave para que los órganos cumplan funciones. Y es por eso también que la sensación de sed desaparece al aportarle los electrolitos que necesita en cantidad suficiente”, explica Domínguez.
De acuerdo con diversos estudios, la cantidad ideal de agua que necesita un adulto al día son dos litros y medio. De esta cantidad, 1.200 ml deben provenir de la ingesta de líquidos; 1.000 ml de los alimentos que comemos y 300 ml son la consecuencia de los procesos metabólicos internos de nuestro cuerpo. Claro que se trata de cantidades aproximadas que deben ajustarse a las condiciones climáticas, el nivel de actividad de la persona y su edad.
Si bien la opción por excelencia para la hidratación diaria es el agua, ya que no aporta calorías ni aditivos, los especialistas señalan que también se puede recurrir al consumo de jugos, infusiones, sopas y caldos para mejorar nuestra hidratación.
Retención de líquido
“El agua también ayuda a eliminar las toxinas –explica Domínguez-. Cuando este proceso se ve dificultado por diferentes motivos, el organismo tiende a retener líquido para ‘diluir’ estas toxinas ácidas y que irriten menos las paredes celulares”, puntualiza.
“La retención de líquido puede suponer un aumento de peso notable. De hecho, cuando una persona se inicia en un ayuno o realiza cambios nutricionales para bajar la carga tóxica de su dieta comiendo más vegetales o ingiriendo menos comida, los primeros días experimenta una pérdida rápida de peso –dice-. Es por eso que hidratarnos correctamente es clave tanto para lograr el bienestar físico y emocional, como para mantener un peso corporal adecuado y saludable”.
Según el fisioterapeuta, “engordamos más debido a nuestra forma de beber, es decir, a causa de nuestro nivel de hidratación, que a nuestra manera de comer, la cual a su vez puede estar condicionada por nuestra mejor o peor hidratación. En ocasiones, tenemos sensación de hambre cuando realmente lo que tenemos es sed.
“En algunas personas la sed no aparece porque se han acostumbrado a no hacer caso a esta sensación, en su lugar su cerebro activa en ese momento la sensación de hambre, pero de hambre de comer dulce”, comenta Domínguez.
COMENTARIOS