La imagen de San Cayetano tal como la conocemos hoy con las espigas es producto de una campaña de “marketing religioso” que nació tras la necesidad de sobrellevar la crisis social y económica que dejó el estallido mundial de 1929.
Según refiere un documento publicado en la web del santuario de Liniers, el Padre Domingo Falgioni, el principal promotor de la difusión de San Cayetano fue quien propuso agregar las espigas, en representación del pan, fruto del trabajo digno.
A partir de ese momento, se empezaron a imprimir y a difundir las estampas con esa nueva imagen de San Cayetano y la oración. Según la tradición oral, la imagen que hoy se venera en el santuario de Liniers fue fabricada en una santería prestigiosa que ya no existe, ubicada frente al templo.
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Quien tuvo la posibilidad de visitar esa parte del barrio, pegada a las vías del tren Sarmiento, habrá visto cómo en las santerías de la zona se mezcla la gran devoción al santo del trabajo con el esoterismo.
Los locales venden imágenes gigantes de San Cayetano, a la par que las del diabólico San la Muerte, Yemayá, y la divinidad de la fertilidad y el mar, entre muchas otras.
También se ofrecen esencias para preparar “amarres del ser amado”, velas para rituales, sales para baños de limpieza energética, objetos para hechizos y jabones para la abundancia, el amor y el sexo.
El aroma de los distintos inciensos se percibe al caminar por la vereda de estos comercios.
Si bien Liniers es la tierra de San Cayetano, también lo es del paganismo, a través de objetos para realizar magia negra y otras prácticas esotéricas.
La necesidad de obtener soluciones rápidas puede hacerles tocar distintas puertas. En estas escasas cuadras de la calle Cuzco conviven las posibles soluciones mágicas con una auténtica devoción cristiana a San Cayetano; esto da lugar a un hibridismo donde emerge a la vez la superstición, la religión y lo esotérico.
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