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NUEVOS VÍNCULOS

Madres feministas: Las nuevas crianzas que apuestan a la libertad, el diálogo y el respeto

En el día de la familia, Democracia reunió a cinco mujeres activistas por los derechos y la igualdad de género. Dieron su visión sobre cómo llevan adelante la maternidad y qué valores apuntan a transmitir a sus hijos..

Sería raro hablar de “nuevas mujeres” porque en cierta medida somos las mismas pero a su vez sería incomprensible suponer que lo somos, a la luz de todos los cambios que se vienen generando en este siglo XXI, nurturados por la lucha feminista para recuperar los derechos negados a lo largo de la historia.
Sin dudas, el movimiento es hoy el sismo que nos hace revisar, repensar cada concepto, cada estereotipo aceptado como tal y sobre todo como “normal”. Y es el mismo que nos obliga a replantear no solo la cuestión de género sino muchas ideas preconcebidas, así como superar el formato de familia venerado por siglos.
En el Día de la Familia, Democracia reunió a cinco mujeres, que son parte de distintas agrupaciones feministas de nuestra ciudad quienes contaron cómo crían a sus hijos hoy, cómo se diferencias de sus propias crianzas y lo que esperan transmitirles.  

Diálogo y más acceso a información 
Celeste Fresedo tiene 34 años y es mamá de Adán, de nueve años, a quien asegura que busca criar con la verdad, diálogo y con más acceso a información. 
“En principio me interesa quitar esa visión de la teta como algo sexual y así fue criado mi hijo, relacionándolo como lo que es, el alimento y ver el cuerpo de una mujer de otra manera. Quitar de eje el cuerpo como algo sexual es lo que mamó de chiquito porque yo traté de vincularlo a mi trabajo y está acostumbrado a ver eso”, asegura Fresedo quien además de artista visual es puericultora en Lactancia Materna Junín y Dj, además de ser parte de Mujeres Músicas Junín.
“Desde mi trabajo en Artes Visuales él está acostumbrado a ver y escuchar sobre feminismo. Desde lo performático, mi obra habla de los estereotipos y él está muy fresco en eso. En esto de que no hay estereotipos, que no es tan homogénea en los cuerpos sino la diversidad y lo heterogéneo que existe”, explicó y resaltó, sobre todo en este siglo y este año “donde estamos tratando cantidad de leyes importantísimas”.
En comparación con la crianza que Celeste recibió, destacó que trata de ser clara, “de hablarle con la verdad, cosa que no han hecho conmigo si bien tengo padres bastante abiertos y dialogaron muchísimo conmigo, pero en cuanto a ver cosas, ahí es donde yo lo dejo más que acceda”.
Asimismo destacó la importancia de los cuestionamientos y las preguntas, para poder desarrollar en casa: “Se trata y yo trato de que todo lo que vea me pregunte, lo cuestione, lo desarrollamos o lo desarmamos juntos, construimos juntos también porque él viene con cuestionamientos”.

Mamá de Matilda y Olivia, de 10 y 7 años, Sole Otero tiene 38 y es docente de primaria, miembro de la agrupación Almendra Feminista y se considera “una afortunada” en cuanto a cómo fue criada.
“Más allá de los mandatos sociales, mi familia era bastante piola y me criaron con bastante libertad en torno a los estereotipos y lo que una tenía permitido y lo que no cuando niña”, contó Sole.
“Sí había menos acceso a muchas informaciones y determinadas situaciones que estaban más naturalizadas, que no estaban buenas y hoy tenemos la suerte de criar a mis hijas en otro contexto, saber de un montón de derechos y transmitírselos, que lo sepan. Y entonces cuando como mamá una la pifia un poquito están ellas para recordártelo o hacértelo ver”.
La diferencia más grande, según Sole, con su crianza, tiene que ver con que “hay menos tabúes en casa y nos podemos comunicar mucho más. O al menos tratamos de ofrecerle más espacio de comunicación. Ahora tratamos que la información se busque y se charle en casa para ofrecerle mayor amplitud y miradas posibles”.
El hecho de que tanto ella, como el papá de Matilda y Olivia tengan otras parejas, según Sole “les abre el marco y ya tenemos un caminito recorrido,  a pesar de que son chiquitas, tanto  con lo que tiene que ver con otros miembros de la familia, instituciones en las que participan. Todo se comenta, se charla en casa”. 
“Siempre les remarco que se tienen que cuidar mucho. Les pasa con  sus amigos, el nombrarse feministas, al tener una mamá activista, lesbiana, las pone en una situación diferente. Pero desde luego tienen la absoluta libertad de ir generando sus experiencias e ideas. Nada es una bajada de línea o eso intentamos. Eso es la diferencia con mi infancia, la comunicación y la información, el poder abrir la mirada y no quedarse con lo que uno cree como  verdad absoluta”.

Aprender juntos
Débora Vigna es mamá de Alejo, de 16 años, y trabaja en el area de salud metal, de acompañante terapéutica escolar y es profesora de Educación Especial.
A sus 41 años, desde hace ocho forma parte de Belabanda Tamboras y es feminista activista. 
“Si bien soy feminista desde antes de ser madre, la llegada de mi hijo hizo tambalear varias estructuras: me di cuenta de que todavía había un montón de procesos de deconstrucción que me tocaban enfrentar, más allá de todo lo que ya había leído y vivenciado dentro del feminismo. Tenía que seguir enfrentándome todo un mundo de batallas machistas y  patriarcales”, explica y rememora, entre otras cosas, la violencia obstétrica “la cual reconocí mucho tiempo  después por falta de información”. 
Débora explicó que “en mi casa se habla, se respira feminismo, se puede charlar, debatir de todo con el respeto que merece;  totalmente diferente  contraria a mi crianza en mi casa. Cuando era niña no se hablaba con  libertad de ningún tema; ni política, ni sexualidad,  los roles de géneros eran muy marcados por sobre todo desde mi linaje paterno”.
Por el contrario hoy, asegura: “Criar desde el feminismo a mi niño para mí es clave en la educación de nuestras criaturas si queremos un futuro donde la discriminación sexista desaparezca”. 
Asimismo destacó que “mi pequeño gigante de batallas es que feminismo no es estar en contra de los hombres, sino  que es un movimiento que reclama la equidad real entre las personas, eliminando la opresión bajo la que vivimos las mujeres, ya que sufrimos muchas desventajas”. 
Débora asegura que su deber como madre es muy grande “para que mi hijo sea independiente, crea en el poder de él mismo y escapen de los estereotipos que la sociedad sostiene y muestra como modelos a seguir”. 
Entiende que desde la crianza: “Nos falta un montón de aprendizaje juntos, él me enseña a ser mamá todo el tiempo, y yo le enseño algunas herramientas para desenvolverse en la vida, para aprender con la empatía y hacerlo poderoso, que crea en él cada día y realmente responsable de sus acciones y su vida”. 

Criar en libertad y respeto
38 años Juli Miranda es profe de música, activista en Colectiva Feminista Las Violetas y mamá de Camilo, de 13 años. 
Asegura que la forma en que cría a su hijo, “no es tan diferente en ciertas cuestiones troncales de cómo me criaron a mí. Tal vez por una cuestión de que Camilo tiene su papá. Yo soy lesbiana, algo que surgió cuando Camilo tenía 3 años y eso cambió no solo mi vida, sino la de él y la de su padre, obviamente, cuando nos separamos y comencé a vivir mano a mano con mi hijo. Solos  los dos”, explicó y destacó que llevan adelante una crianza compartida, “super amorosa, por parte de los dos”.
Y aclaró que “la crianza de Camilo, eso sí me lo transmitieron mis viejos, es en base a la libertad, entre todas las cosas”.
“Quizas lo que hice, teniendo en cuenta lo que atravesaba mi vida y era la sexualidad, ese dejar de ser hétero para vivir ser lesbiana, cambió en que la libertad que le trasmito a Camilo es también a la hora de ser quién es”. Algo que no se negocia y en lo que destaca que su familia, la apoyó de la mejor manera. De hecho, asegura que Camilo “es criado por mí, por su padre, por  mi mujer. Estamos casadas y somos sus dos mamás porque así  lo decidió”.
“La crianza de Camilo está basada en su libertad, que se sepa libre y que no alcanza con ser libre uno sino que se es libre cuando todos y todas somos libres. No solo mi libertad individual sino la colectiva. y que todos gocemos de los mismos derechos y obligaciones”, destacó.


Por su parte, Manuela Suárez, miembro de Almendra Feminista y mamá de Oliverio, de 2 años remarcó la importancia de la lactancia en la crianza.
“Mi mamá no me amamantó, tuvo que empezar a laburar y siempre fue con mamadera. Yo me propuse trabajar con mi hijo y abordarlo lo más respetuosamente posible”, explicó la joven de 29 años que aseguró que su hijo sigue lactando a demanda. 
“Significa noches y días sin descanso y es un trabajo, más allá de que está invisibilizado y no remunerado. Son horas dedicadas, poniendo el cuerpo en algo fundamental como es la lactancia”.
Manuela aseguró: “Yo tuve el privilegio de poder quedarme con mi hijo hasta casi los dos años. Pude terminar mis estudios gracias a mi compañero, un padre presente, a una familia que sostenía y no solo lo biológico sino a este grupo de compañeras que hemos sabido poder compartir esta crianza que es lo fundamental para que las tareas de cuidado no queden en una sola persona, invisibilizadas en casa”.
Destacó la forma de crianza respetuosa, libre y creando espacios, “que no siempre se tienen y que buscan llevar adelante en Almendra”.
Sobre lo que espera para su hijo, destacó: “Que vea que en casa las cosas no  estás divididas por género o sexo, todos colaboramos y lo cuidamos para que tenga las libertades y el amor y respeto que se merece, con sus derechos. Que sea libre, sin mandatos ni estereotipos”.

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