Las mil y una formas de los miedos al compromiso en las relaciones amorosas actuales vislumbran una nueva tendencia que los especialistas denominan Síndrome Houdini o el auge de los escapistas sentimentales.
Aseguran que siempre existió pero en estos tiempos se hace bastante más evidente, incluso, muchas de las personas que asumen esta conducta no sólo tienen miedo al compromiso sino, por lo general, una herida sentimental que dificulta la construcción afectiva con el otro.
El llamado síndrome apunta a quienes todo el tiempo evitan cualquier tipo de vínculo emocional, sea por miedo a sentirse sometido o por una inseguridad aparentemente injustificada.
Allá lejos quedaron los tiempos en los que el único camino en la vida parecía ser casarse y tener hijos. El concepto de estructura familiar ha ido mutando y hoy existen diversas formas de familias: monoparentales, matrimonio gay, múltiples formas de maternidad y muchos hombres y mujeres que eligen no tener hijos.
En esta explosiva paleta de colores, aparecen los que pueden gritar “amor, amor” a los cuatro vientos y así, a cuento de nada, desaparecer de golpe como si nunca hubiesen experimentado el más mínimo sentimiento.
Relaciones como forma de “consumo”
Según la psicóloga de nuestra ciudad Micaela López, cuestiones como las parejas y la falta de compromiso pueden tener varias interpretaciones, “pero podríamos pensarlo de acuerdo a dos ejes, que por supuesto siempre están interrelacionados. Por un lado el atravesamiento de las cuestiones sociales y culturales y por otro lado lo que concierne a la estructura de cada sujeto, es decir, lo individual”.
En el plano social, “la nueva forma de organización social y económica, con todas las características propias de la postmodernidad, como el consumismo, individualismo, hedonismo, relativismo, impactan en la subjetividad del hombre y en los estilos vinculares que establece. La característica que prima en este contexto es el disconformismo”, asegura la profesional.
Se puede observar además una nueva forma de lazos sociales más endebles, también de vínculos familiares y de pareja.
“Hay una fuerte idealización del consumo y manipulación de los deseos a través de los medios de comunicación, que llevan a pensar el concepto de libertad, reducida a la libertad de consumir objetos, viajes, diversión, servicios, lo que claramente incide a la hora de pensar un futuro generando incertidumbre en el plano afectivo”.
Para la psicóloga López, “pensar en el aquí y ahora hace que aumente la tendencia a la falta de compromiso para establecer relaciones de pareja, como así también la evitación de su legalización, es decir más personas viven solas aunque compartan afectos”.
También hay más parejas “que no desean tener hijos ya sea porque priorizan proyectos individuales, o por razones económicas o porque el hijo ya no es envestido como fuente de realización. Si el anterior imperativo era trabajá y se responsable, el actual imperativo, sería consumí y divertite”, enfatizó.
En esa línea, en tiempos de modernidad líquida, como lo pensó el sociólogo Zygmunt Bauman, no son pocos los especialistas que sostienen que actualmente el amor tiene en muchos casos el signo de una transacción comercial: es un dar para recibir y nunca un gesto desinteresado.
Muchas veces las relaciones se piensan como bienes de consumo, que luego de satisfecha la necesidad, se tira para pasar a lo siguiente.
Escapar del otro y de uno mismo
El ir y venir permanente entre el enamoramiento y el rechazo, y entre la idealización y la decepción también parece ser una cualidad de los escapistas sentimentales.
Como no pueden establecer un contacto honesto con la otra persona, la relación se vive desde la imaginación, por lo que se crea un patrón cíclico de atracción, excitación, duda, miedo y fuga.
En cuanto al eje de lo individual, según López, “tiene que ver con las dificultades que tiene cada sujeto para mantener vínculos estables de pareja. Detrás de esta falta de compromiso, se encontraría el miedo al abandono, el miedo a sufrir y a lo que el amor implica. En general hay alguien que demanda, que tiene miedo a ser abandonado, y alguien que se resiste a esa demanda, por miedo a ser invadido, a dejar de ser uno mismo”.
Ambos miedos son complementarios y se retroalimentan mutuamente, “por eso aparece tan habitual la presencia de parejas de ‘opuestos’: el que demanda y el que huye. Y en todo esto como en toda relación, lo que se pone en juego son los sentimientos que tienen que ver con nuestra propia historia familiar, de la infancia, con los modelos parentales. Cada vez que establecemos un vínculo, en este caso de pareja, se actualizan las emociones que quedaron grabadas en nuestra infancia, los miedos, las frustraciones”.
Por otra parte hay sujetos que tienen una tendencia a idealizar las relaciones.
“Son quienes quedan atrapados en la etapa de enamoramiento, en la que el otro es el ideal, todo lo que soñamos, y no se encuentran maduros para pasar a una etapa posterior, en la que esa investidura cae y aparece ese otro real, con sus defectos”, explicó López y agregó: “en este caso prefieren abandonar, cambiar de relación y así siguen buscando toda la vida ese otro ideal, quedando detenidos en esa primera etapa y así sucesivamente. En este último caso también responde a un modelo de búsqueda que tendrá que ver con la constitución subjetiva de ese sujeto en los primeros años de vida”.
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