Maníes y porotos sobre las mesas, cartas, copas de vino, asado, canelones, canchas de bochas y pool, esa es la tradición que mantiene viva la mística de las cantinas y clubes de barrio de Junín, en los cuales las personas buscan pasar un buen momento, desquiciar el cotidiano o regresar al hogar con una sonrisa después de la jornada laboral.
Juntarse entre amigos, charlar, escuchar, hablar de uno, hacer silencio, mirarse a los ojos y reírse. A veces, en las cosas simples de la vida está escondida la felicidad.
En tiempos de globalización y pérdida de las identidades locales, se erigen como seres de otros tiempos en medio de una vorágine de innovadores emprendimientos gastronómicos que vienen imponiéndose en los últimos años en la ciudad, en sintonía con los bares, restó y pubs de las grandes metrópolis.
En este contexto, los clubes juninenses como el Suixtil, Gimnasia y Esgrima, El Chingolo, Recreativo Italiano, Rivadavia y Villa Talleres siguen conservando su estilo desde hace décadas, y se convierten en un atractivo original en medio de la sobrepoblación de propuestas modernas.
Son las 18.30 del miércoles y Mariano Etcheto se acerca caminando, es el encargado y cantinero del club Suixtil, situado en Ramón Hernández 750, quien abre las puertas para comenzar a recibir a los parroquianos. Con una extensa trayectoria, el club fundado el 29 de abril de 1951, continúa siendo un punto de encuentro para los vecinos, en el cual la amistad prevalece por sobre todas las cosas.
Un lugar de encuentro y desahogo
“Viene gente al bar y a jugar a las bochas”, cuenta el encargado, mientras comienza con su tarea detrás del mostrador y ordena el salón. Y suelta: “El club está un poco parado, ya que acá se formó una comisión nueva porque los que estaban se fueron, dejaron todo así nomás y los muchachos que están ahora hacen lo posible para ponerlo al día, pero es difícil”.
Además hay una mesa de pool y se juega a las cartas, preferentemente truco o escoba. La jornada comienza a la mañana, hasta las 15, y las puertas vuelven a abrirse a las 18, todos los días. “Por ejemplo hay una mujer que se llama Ángela, que viene todos los días, de 18.30 a 21, que juega a las cartas con los muchachos y es la reina del club”, comenta Etcheto.
“El club es un lugar de encuentro que significa todo y la amistad es lo más importante para nosotros. Es venir a desahogarse de todos los problemas de la vida cotidiana y de cómo está el país: uno dice una cosa y otro opina otra”, describe.
Desde la dirección, Ricardo Cabrera afirma a este diario que se conformó una nueva comisión hasta que se “acomoden las cosas del club para poner todo en orden y hacer todos los trámites necesarios. Estamos con Cristian Raimundo como presidente y yo también atiendo las canchas de bochas”.
“Concurre mucha gente y acá a la noche lo encontrás todo lleno. Hay cenas, peñas y siempre con las canchas de bochas llenas. Acá primero que todo hay amistad y un ambiente familiar también. Pasamos unos lindos días”, explica.
“La gente viene, se divierte, se charla de política o de lo que sea, siempre confrontando desde la amistad lógicamente, ya que cada uno tiene su opinión y se dialoga con respeto. Acá viene el que toma una cerveza, el que toma tres, el que no toma o bebe una gaseosa. Tenemos mucha gente de la Región (Saforcada o Laplacette) que se acerca a jugar a las bochas”, señala.
“Actualmente estamos haciendo un torneo nocturno individual que se juega los martes, jueves y viernes, a partir de las 20. El 5 de agosto organizamos un torneo por la Federación y vienen jugadores de Rojas, Pergamino, Chacabuco o Lincoln”, indica.
“Las canchas son sintéticas y tratamos de mantenerlas de la mejor manera, ya que se juegan unos buenos torneos. Antes eran de tierra y se colocaban maderas, para luego poner las sillas y mesas y se armaba un salón de baile o una comida”, afirma.
Cabe destacar que el partido de bochas cuesta 25 pesos por persona, es a 12 tantos y se puede jugar en parejas o de manera individual.
“Se hacen peñas los miércoles o viernes”
El Club Gimnasia y Esgrima de Junín también atesora una historia singular, en su sede situada en calle Pellegrini 566, todos los días, después de las 17, los vecinos se arriman al barrio El Picaflor para compartir momentos, esos que son cotidianos pero que le saben esquivar a la rutina y reconfortan.
“El club está como siempre. Ahora está viniendo más gente y la Municipalidad nos ayudó mucho con el subsidio para los clubes argentinos, nos sirvió para salir adelante, ya que la situación económica está medio complicada. Pero con esfuerzo se puede seguir”, resalta el presidente de la entidad a Democracia, Claudio Gómez.
“Todos los días viene gente. Algunos llegan a la mañana a tomarse una copa, charlar un rato y después se van”, señala. Y agrega: “A las 17 ya empiezan a llegar para jugar a las cartas y los chicos a practicar para los torneos de bochas. Por ejemplo el domingo pasado se hizo un torneo zonal acá en Junín, entre Rojas y Chacabuco”, destaca.
“Nuestra iniciativa es no cobrarles la inscripción a los jóvenes que se inician a jugar a las bochas, para incentivarlos y que se vayan arrimando al club y practicando”, remarca.
“Generalmente se hacen peñas los miércoles o viernes en el club, donde se juntan a comer asado. Se ponen de acuerdo entre los 15 o 20 que van a comer y se organizan previamente mediante un pizarrón donde se anota quien quiera venir”, explica.
“Acá además tenemos el servicio de cantina y bebidas, ya que pusimos en regla muchos puntos con el Municipio como los planos de la luz o el gas. Ahora nos faltan los planos del inmueble porque los que tenemos son muy antiguos y bomberos necesita los actualizados”, afirma.
“Acá, risas es lo que sobra”
El Chingolo, con 90 años de vida, continúa resistiendo a las nuevas olas, situado en Mayor López y Possio, si bien funcionó en varios locales, conserva las mesas y la decoración que lo identifica desde sus comienzos.
Son las 18.30 y el encargado, Nato Navarro, pone todo en su lugar, esperando que lleguen los primeros vecinos y amigos, que no tardan en aparecer. “Este bar debe tener como 90 años y yo hace casi veinte que estoy acá. Ahora se juega a las cartas y antes a las bochas, que ahora ya no están más. Además hace bastante tiempo que no hay comisión”, lamenta.
“Antes había peña todos los miércoles, pero también se cortó y ahora prácticamente no se hace más nada. Viene gente grande de barrio a jugar a las cartas y a tomarse algo. Nosotros abrimos todos los días, de 9 a 13 y de 18 a 23”, agrega.
“Los clubes están mal. Antes casi todos tenían bochas y ahora quedan tres. Cuando se va la última persona que es habitué acá, yo me voy también y no me quedo a esperar a nadie”, aclara, como una forma de evitar posibles problemas.
“Según los días, hay veces que está lleno y otras veces no tanto. También depende mucho del poder adquisitivo. Las personas toman cerveza, vino, caña, whisky, vino con coca o seven up con limón”, indica.
“Este club tuvo como tres lugares y antes se laburaba bien, ya que había más actividad porque había una canchita de fútbol en frente del local y los jugadores después se cruzaban al Chingolo”, expresa.
“El único club en el que se debe jugar bastante a las cartas es acá. Es la peña de todos los días de la gente que sale de trabajar y se vienen. Acá risas es lo que sobra. Pero ahora está más tranquilo que antes y la tranquilidad no tiene precio”, remata.
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