La tradición coloca a Mendoza, San Juan y otros territorios lindantes con la Cordillera de los Andes en primer lugar al momento de hablar de vinos. Pero lo cierto es que, para fortuna del sector, las alternativas se diversifican. Y así es como entran en escena paisajes y lugares ajenos a la vitivinicultura hasta hace poco tiempo.
El sur de la provincia de Buenos Aires es uno de estos actores con pretensiones de papel protagónico. Desde el 2000 a esta parte, emprendedores impulsan una serie de proyectos en ciudades como Médanos y Tandil, o aprovechan las bondades naturales de la Comarca de Sierra de la Ventana para expandir las fronteras comerciales del exitoso Malbec.
La producción de vino en el territorio bonaerense -impensada tal vez hace muchísimos años atrás- se consolidó con el correr del tiempo y también se expandió desde la región sudoeste hacia otras zonas.
En la actualidad el número de bodegas asciende a 8 y además de abocarse a la elaboración de ese elixir de la vid también proponen diversas actividades turísticas: visitas guiadas, catas dirigidas, degustaciones, charlas técnicas, gastronomía temática con maridaje y productos cosméticos, indicaron desde la Subsecretaría de Turismo del Ministerio de Producción.
A partir de la implementación del Programa Rutas Gourmet (2011) se toma al vino como un producto turístico y luego como resultante del trabajo conjunto entre emprendedores y autoridades tanto municipales como provinciales se conforma la Ruta del Vino.
Las bodegas “Saldungaray” y “Cerro Colorado”, ambas del partido de Tornquist, y “Al Este” del municipio de Villarino fueron las primeras en integrar ese corredor gastronómico. Luego se sumaron “Cordón Blanco” (Tandil), “Ital Malal” (Saavedra), “Costa y Pampa” (General Pueyrredón), “Finca Las Antípodas” (Junín), “Myl Colores” (Coronel Pringles) y “Vinos Uribelarrea” (Cañuelas).
Esos establecimientos elaboran vinos de diferentes cepas: Malbec, Rosé Extra Brut método tradicional, Tannat, Cabernet Sauvignon Blanc, Pinot Noir, Merlot, Syrah, Petit Verdot, Tempranillo, Chardonnay y Sauvignon Blanc, Cabernet franc, y Semillo.
El único del Noroeste
En una Región en la cual nadie se imaginaría este tipo de emprendimiento, desde hace cinco años viene creciendo en Junín el primer viñedo no sólo de la ciudad sino el único en todo el noroeste bonaerense ubicado en Querandíes y Garibaldi, detrás de la Laguna El Carpincho.
Se encuentra emplazado en la finca Las Antípodas y surgió del gusto de un grupo de amigos amantes del vino y encantados por los proyectos originales, que suelen abundar en el mapa de iniciativas comerciales.
En 2013 el sueño de elaborar el vino propio se hizo realidad con la colocación de 1380 plantas, de las cuales más de 600 son Malbec y más de 500 Petit Verdot, cuyas cepas producirán los varietales y un blend. En lo que respecta a las restantes 200 unidades de Cabernet Franc, desde la finca esperan una mejor cosecha para la próxima temporada 2019.
La gran vendimia comenzó en marzo de este año y las uvas ya están en proceso de fermentación para la elaboración del mosto y posteriormente el producto final: un vino tinto proveniente del suelo de la llanura pampeana de Junín.
En diálogo con TeleJunín, el emprendedor juninense Mariano Tessone, aseguró: “Nos es muy útil la difusión de lo que estamos haciendo. Empezamos en julio de 2013 y este es el quinto verano que tienen las plantas con un proyecto a largo plazo”.
“Este año logramos el objetivo de realizar la primera cosecha y obtuvimos unos 100 kilogramos de Malbec y 160 kilos de Petit Verdot. Nunca habíamos logrado llegar cerca de estos números, ya que hace dos años tuvimos 20 kilos de Petit, mientras que en 2017 se nos perdió la producción debido al tema del clima. Este año, a diferencia de nuestros vecinos, el clima seco nos vino muy bien”, informó.
“Las primeras siete hileras de viñedos son de uva Malbec y Petit Verdot, mientras que las tres restantes de Cabernet Franc que aún no están produciendo, ya que tuvimos muy poco que no dio bien y las otras son más pequeñas porque las plantamos tiempo después”, expresó.
“Hacerlo en nuestro suelo”
“Hacer un viñedo fue sólo por nuestra afición al vino y por ganas de hacer algo distinto como una segunda actividad, como un cable a tierra y nos pareció que lo debíamos hacer en nuestro suelo juninense”, sostuvo Tessone.
“El principal obstáculo fue la falta de conocimiento nuestra que las suplimos con nuestra asesora, enóloga Gabriela Celeste quien nos ayuda muchísimo, pero vive en Mendoza por lo que a veces cuesta el doble. Acá en Junín, salvo alguna ayuda de Gerardo Pereira que conoce bastante del tema, no tenemos a nadie”, afirmó.
“Después tenemos el exceso de humedad por las intensas lluvias que es bastante complicado para nosotros más ahora que tenemos que poner la malla blanca para evitar a los pájaros que es nuestro principal enemigo público a quienes les encanta las uvas”, indicó.
“Además todo el mundo que tenga una planta de frutales en esta zona como higos y duraznos, se les complica muchísimo. A ellos les gusta la fruta, a nosotros el vino”, exclamó.
“Por otro lado esta cobertura tiene pequeños orificios y se concentra más la humedad que se acentúa con las redes. Este año como viene seco y con pocas lluvias, no tuvimos ese problema y la uva llegó sana porque la acumulación de agua genera hongos en la planta”, subrayó.
“Tenemos que hacer un trabajo fitosanitario riguroso cada 15 días, y a lo mejor en Mendoza se hace cada 40, que cumpliéndolo y con ayuda del clima, lo logramos hacer de manera óptima”, explicó el emprendedor.
“El otro obstáculo que tenemos son nuestros amigos con los productos herbicidas que son terribles cómo nos dejan nuestras plantas. La vid, al igual que al tomate son testigos para el agroquímico 24D para saber cuánto afecta en la vegetación”, informó.
“Estos productos le hacen muy mal al viñedo, lo deforma y lamentablemente no podemos lograr controlarlo ni solucionarlo, aprendiendo a aplicar productos y riego como para levantarlo”, reveló.
Una bodega a pocos kilómetros de Capital
Horacio Spinazzola, productor de “Vinos Uribelarrea” afirmó: “Tener el viñedo más cerca de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) nos abre la posibilidad a pensar en el turismo” ya que su finca “Don Atilio” está ubicado a tan sólo 63 kilómetros de CABA y a 82 de la capital provincial, La Plata.
Este hombre de familia italiana relató cómo surgió la idea: “En el año 1996 se derogó la ley que prohibía el cultivo de la vid de vinificar en la provincia de Buenos Aires y Entre Ríos, y dije: ‘Bueno, nos vamos acercando al tiempo de tener el viñedo’, y después no inventé mucho, extrapolé el proyecto uruguayo, estamos a la misma latitud que Canelones, zona donde anda bien el Tanat, el Syrah y el Merlot".
En diciembre de 2017 finca “Don Atilio” abrió sus puertas a los turistas a quienes ofrece durante sábado, domingo y feriados una recorrida por los viñedos; luego por el proceso de elaboración en la bodega y finalmente una degustación de vinos con una picada, todo por un valor de 300 pesos por persona. Los grupos son de 15 a 18 integrantes en dos turnos a las 11 y a las 16, cada visita tiene una duración de dos horas aproximadamente.
Además Spinazzola adelantó que el 23 de junio celebrarán la festividad de San Pedro y San Juan con la quema de las zarzas de los viñedos que se podaron el año pasado para tener “una buena temporada”.
Vinos del Sudoeste
La bodega Saldungaray (Tornquist) nació como idea en el año 2000 al observar las condiciones climáticas de la zona, “en 2003 se cultivó, en 2007 tuvimos la primera cosecha y en 2008 los primeros vinos a la venta”, recordó Manuela Parra, una de las integrantes de esa empresa, quien luego añadió que la serranía de Ventania tiene un microclima: humedad baja, 500 milímetros anuales de lluvia y gran amplitud térmica que favorece la producción de un buen vino.
En esa línea, explicó que en términos generales un vino agradable al paladar debe tener “buen cuerpo y buqué, una complejidad de aromas”.
Parra destacó que si bien cada cepa tiene sus características el clima serrano le otorga ciertas notas que hacen a la identidad propia del terruño.
Por otra parte, indicó que la bodega es un proyecto enoturístico ya que los visitantes pueden recorrerla, realizar degustaciones y también obtener productos de vinoterapia conocidos por sus cualidades antioxidantes.
Más allá de la diversidad de cepas que existen en la producción de esta bebida en la provincia de Buenos Aires cada región aporta su propio aroma y sabor que hace único a cada vino.
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