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Fotos: Gustavo Goyeneche.
LITERATURA

El gran errador

Tras la publicación el año pasado de “Café Homero”, el poeta juninense Claudio Portiglia se refirió en una entrevista con Democracia al proceso de escritura, los temas que aborda en su obra, la ética y la estética de un estilo que le ha valido un nombre propio en el campo de las letras.

Tras la publicación el año pasado de su último libro, “Café Homero” (Vinciguerra, 2017), el poeta juninense Claudio Portiglia (61) se refirió en una entrevista con Democracia al proceso de escritura, los temas que aborda en su obra, la ética y la estética de un estilo que le ha valido varios premios y distinciones en el ámbito nacional. 
“Me siento cómodo con la publicación de este libro (Café Homero)”, comienza el autor de “La espiga se declara soberana”, entre otros renombrados títulos, en diálogo con este diario. “En poesía creo que la evolución tiene que ser hacia la simpleza; un poeta –más allá de los vicios y virtudes- vale más si quien lo lee siente que lo está escuchando hablar”, suelta el poeta, en una de sus primeras definiciones conceptuales sobre su arte. Y agrega: “La escritura, si bien apunta a lo simple, deja resonancias, se trata de ver qué hay detrás de esas palabras”. 
Una de las cuestiones que saltan a la vista al momento de leer su último poemario es la completa ausencia de signos de puntuación. “Es un libro que, desde la cuestión del ritmo, está muy trabajado. Es el tercer libro que publico sin puntuación, es que, si el poema está bien estructurado, la puntuación tiene que estar en la cabeza del lector, hay una pausa natural”, señala.  
Hay en el libro, además una parte con poemas más políticos. “No sé si políticos, pero sí de declaración de principios, con un tono más directo, que a su vez es políticamente incorrecto, pero a los sesenta y un años, lo puedo decir”, afirma. 

Cómo surge un poema
Con respecto al proceso creativo, sostiene que “se es poeta las 24 horas del día, ocurre que el poeta es alguien con los ojos y los sentidos más atentos que el común de la gente”. 
Y añade: “Hay momentos en que siento la necesidad de escribir, no tengo un ritual ni un horario específico, puedo hacerlo tanto de día como de noche, realmente es inexplicable, aunque hay algo físico cuando escribo, algo que se siente en el estómago, algo intestinal”. 
“También escribo en el café (Homero), casi todos los mediodías, ahí estudio, leo, comparto lecturas, y también escribo”, cuenta. “Generalmente escribo en papel, y a la primera versión le sigue otra corregida, y otra, en un proceso que tiende casi siempre a acotar el poema, a sacar la hojarasca”, explica. 

-¿Qué libros tenés en la mesa de luz?
-En la mesa de luz actualmente tengo ensayos de Ernesto Sábado que estoy leyendo, poesías de Patricia Severín (una poetisa muy buena de Santa Fe), una antología de poesía argentina contemporánea; aunque hoy es más lo que releo que lo que leo. Acabo de leer dos novelas, de Eduardo Córdoba y de Ana Guillot, y dos novelas de Kafka, ‘El Castillo’ es muy parecido a la Argentina. 

-¿Qué le dijeron los mozos del café sobre el libro?
-Al mozo de la tarde, que es lector, le gustó el libro; el de la mañana, que es menos lector, no dijo nada, ni sí, ni no, ni blanco ni negro. El dueño me hizo preguntas como algunas de esta nota, de dónde surge la inspiración –que no sé si existe-, por qué tengo esta necesidad de escribir. Las fotos del libro son de un fotógrafo increíble, que es Gustavo Goyeneche. 

-¿Cómo ve el panorama de la poesía actual?
-La movida es grande, es cierto; la autenticidad, en cambio, no es tan vasta. Y en Junín está un poco estancada en la generación nuestra. Sigo con atención a algunos escritores jóvenes, como Luciano Toledo, o Pablo Albarello.

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