Los estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young recibirán el Premio Nobel de Medicina 2017, por sus “descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan lo que se conoce como “reloj biológico”, anunció la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo.
Los galardonados han explicado “cómo plantas, animales y humanos han adaptado el reloj biológico” para “sincronizarlo con las rotaciones de la Tierra”, lo que se aplica tanto al “jet lag” que causan los viajes transatlánticos en avión como para la función clorofílica de los vegetales.
Este reloj adapta la fisiología de forma “drástica” a las distintas fases del día, al denominado ciclo circadiano, regulando desde la conducta a los niveles hormonales, la temperatura corporal o el metabolismo, explicó el jurado en su fallo. Los científicos galardonados aislaron el gen que controla el ritmo biológico diario al codificar una proteína que se acumula en las células durante la noche y se degrada durante el día, indicó la agencia española Efe. Además, identificaron componentes adicionales de las proteínas que influyen en el reloj interno de las células, apuntó la argumentación del Instituto sueco.
Explicación
Santiago Plano, investigador del Conicet, explica la importancia del tema que abordaron los ganadores del Nobel de Medicina.
El cuerpo tiene un mecanismo que le permite adaptarse a los cambios que están por ocurrir. Es una homeostasis -un conjunto de fenómenos de autorregulación- predictiva. A las seis de la mañana va a sonar el despertador, entonces a las cinco y media el cuerpo ya empieza a producir hormonas que le van a servir para despertarse. Estos sucesos que ocurren antes de que ocurra algo, para que el cuerpo se adapte, están controlados por un reloj.
El reloj biológico sabe qué hora es y mantiene al cuerpo en hora. Uno muchas veces no le presta atención a los mensajes que le da el cuerpo, pero más o menos tenemos hambre al mismo horario y tenemos ganas de ir al baño al mismo horario. Todos esos mecanismos están orquestados por este reloj que está en nuestro cerebro y le dice al cuerpo qué hora es.
El desajuste entre el estilo de vida y el reloj biológico está comprobado que aumenta la incidencia en ciertos tipos de cáncer. Todavía no está del todo estudiado si es que aumenta la probabilidad de tener cáncer o si empeora la situación para aquellos que ya son proclives, cuando hay un componente genético. Pero sí se sabe, epidemiológicamente hablando, que las personas que sufren trastornos en el reloj -sea por jet lag y sobre todo porque trabajan en turnos rotativos- tienen mayor incidencia de ciertos tipos de cáncer.
También se generan muchos desequilibrios metabólicos y se tiende al sobrepeso y luego a la obesidad. Porque se empieza a desincronizar el cuerpo, y uno de los principales ritmos que controla el reloj es el de la ingesta. Por ejemplo, las personas que trabajan a horarios rotativos comen a horarios en que no tendrían que comer.
Para sincronizar el reloj, hay que tratar de llevar una vida más “natural”. Ir a dormir de noche lo más temprano posible y estar levantado de día lo más temprano posible. Ponerse la mayor cantidad de horas posibles a la luz del sol. Por lo menos, salir a almorzar a un lugar donde haya una ventana a la que pegue el sol directo. Y limitar el uso de pantallas -celulares, computadora, tablet y TV- durante la noche.
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