En un momento de grandes transformaciones sociales, los paradigmas de crianza también van mutando. Y en medio de estos cambios, el tradicional “castigo” para educar a los chicos es cada vez más resistido por docentes y padres, que, a su vez, buscan nuevas formas para marcar los límites.
Las creencias que por estos días cuentan con mayor aceptación sostienen que castigar a los hijos los aleja afectivamente de sus padres porque “siembra el miedo” en los menores.
En este sentido, el castigo como estrategia educativa estaría desfasado. El objetivo, para muchos padres, es encontrar la forma de poner límites sin recurrir a la prohibición y a los cánones del pasado. La diferencia entre enseñarles a pensar de obedecer, en determinado momento, está más en boga que nunca.
Sin embargo, para la psicóloga y terapeuta familiar Norma Beninati, los objetivos de este método de crianza (promover el diálogo con los chicos y una relación más cercana) no se cumplen.
“Los padres -dice- se han emparejado con los hijos, les preguntan a las criaturas pequeñas lo que quieren y después quedan presos de lo que los chicos van decidiendo. Esto genera una paridad entre padres e hijos que nos resta posibilidades de saber qué les pasa a nuestros hijos, porque ellos deciden que no quieren hablar, a dónde quieren ir... se les da la oportunidad de decidir cosas que en realidad son decisión de los padres”.
Los padres se han emparejado con los hijos, les preguntan a las criaturas pequeñas lo que quieren y después quedan presos de lo que los chicos van decidiendo
La especialista considera que después de la dictadura todavía en el país no se terminó de trazar la diferencia entre autoritarismo y autoridad, “a su vez los padres de 40 años fueron criados sin límites, porque fue una época en la que se hizo una apología de que los límites eran malos, motivo por el que les cuesta marcárselos a sus hijos”.
Nora Koremblit de Vinacur, secretaria del departamento de la Asociación Psicoanalítica Argentina, plantea que es necesario entender el concepto de crianza para poder hablar luego de los límites.
“Al nacer todo bebé necesita de afecto y alimentación para poder crecer y sobrevivir. Está comprobado que sin estos dos elementos es muy dificultosa la supervivencia”, dice la especialista, y alerta: “Es difícil hablar de límites si antes no hubo afectos adecuados para la crianza. Mal podemos limitar aquello que primero no se brindó”.
Desde que un bebé nace ya se van estableciendo los primeros cuidados, afectos, encuentros amorosos, pero sin saberlo también pautando los primeros límites: “Luego de los primeros meses se van estableciendo horarios más claros de alimentación, de sueño y más adelante la enseñanza del control de esfínteres”, describe Koremblit de Vinacur.
El niño acepta ciertas normas a las cuales lentamente podrá ajustarse y le permitirán acceder a la cultura y renunciar a sus propios deseos. “Los padres, de común acuerdo, ya que debe ser consensuado por ambos, son los que fijan el modo de crianza y los límites a establecer para un mejor crecimiento”, afirma la especialista.
¿Qué son los límites?
Koremblit de Vinacur explica que es un límite decirle a un niño que no puede tocar un enchufe aunque no entienda muy bien por qué. También lo es no permitirle soltarse de la mano de un adulto al cruzar la calle aunque ya pueda mediar una explicación más clara y pueda comprenderla. Sin embargo, advierte que se deben ir modificando las condiciones de acuerdo a la edad y a la capacidad de comprensión del niño.
Para la especialista es clave que las pautas sean dichas con firmeza y afecto, a fin de que quede claro que se lo ama y se lo cuida mejor estableciendo con solidez estos límites. “Para los adultos es necesario que entiendan que de este modo se cría a un niño mejor adaptado a la sociedad, donde hay cosas que se pueden y otras que no”, dice Koremblit de Vinacur, y agrega: “A medida que crecen es importante involucrarlos al establecer ese límite. Si lo pueden entender mediando la explicación adecuada para la edad es probable que sea aceptado con mayor facilidad... De ese modo van a comprender por qué lo que se les restringe es necesario y cuál debe ser su responsabilidad”.
Siguiendo la lógica de la especialista, una buena medida es establecer en conjunto con ellos los beneficios de esos límites, por ejemplo horarios en el uso de dispositivos electrónicos, horas de sueño y cansancio al día siguiente.
“Las órdenes arcaicas que se establecían donde el límite era la última palabra del adulto, ya han sido desechadas. En parte porque es difícil para el adulto sostenerlas y para el niño de entenderlas”, dice Koremblit de Vinacur.
Para Beninati los padres deben ser más claros y “no deberían temerle a la comunicación con los hijos”. Por otro lado, considera que un problema de esta época es que los padres no se paran delante de los hijos como adultos: “Esto también se manifiesta en la escuela... Hemos emparejado los vínculos y hay menos respeto hacia los docentes y hacia los padres”.
La especialista considera que cuando los padres dejan que los hijos tomen decisiones, “en realidad los están “ahijando”, cuando en realidad los padres tienen que hacerse responsables de la educación de los hijos”. Para Beninati la educación no implica castigo sino una sólida comunicación.
“Siempre se instauraron límites desde el momento que se nace, al no recibir el bebé aquello que inmediatamente se requiere. Solamente por tardar en llegar a alimentar al bebé o no estar presente en el momento exacto en que el niño lo solicita -dice Koremblit- la crianza es también frustración, pero en la medida que sea paulatina va ser mejor tolerada. No todo llega en el instante que se desea. La espera es necesaria para poder crecer en forma madura y adecuada”.
Las especialistas coinciden en que una buena crianza no implica acceder a todo lo que el niño solicita, sino que los límites adecuados son necesarios para crecer sanamente. “Es difícil imaginar una niñez donde no hubo límites. Si fueron escasos o confusos puede llevar a cuadros de mayor perturbación en la adolescencia”, asegura la especialista.
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