Hay argentinos que tienen apellidos conflictivos, que provocan burlas o risas, y que se tornan una carga pesada en la vida cotidiana. Aunque la mayoría lo termina aceptando, otros van a la Justicia para pedir cambiarlo.
El trámite para pedir el cambio de apellido se inicia en la Justicia. Si el juez considera lo que la ley de nombres (la 18.248) llama "justos motivos", ordena rectificar la partida de nacimiento: en la mayoría de los casos, se saca una letra del apellido, se achica y hasta existe la posibilidad de cambiarlo por el apellido materno.
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"La ley dice que el nombre y el apellido son inmutables, sólo se pueden cambiar a través de un proceso judicial sumarísimo, es decir rápido, si el juez considera que hay ‘justos motivos', explica Claudia Corrado, directora del Registro de las Personas bonaerense. "Son pocos los que piden cambiarlo".
Un ejemplo común entre los pedidos judiciales es el apellido "Concha" que se transforma en "Conca". Otro caso es "Verga" que puede quedar como "Vera" o "Vega". En territorio bonaerense, hay 1.500 que cargan el apellido Concha y a más de 500, Verga. Otro ejemplo que recuerdan en las oficinas bonaerenses es el de un traductor de inglés llamado "Crap", que en inglés es "mierda". La Justicia le permitió agregarle una "a" y quedó "Crapa".
"No es fácil llevar un apellido que suponga algo ofensivo para consigo mismo", dice el psicólogo y psiquiatra Juan Tesone, autor del libro En las huellas del nombre propio. "Para llevarlo -lo mismo ocurre con el nombre de pila- es importante poder hacerlo propio y disfrutarlo. Si esto no ocurre ya sea por motivos personales o porque la semántica es lesiva para la persona, está la posibilidad de cambiarlo".
Y avanza: "Es cierto que hay apellidos que son una tortura constante, que logran humillar. En esos casos es necesario comprender que el apellido tiene que ser digno".
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