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FERVOR RELIGIOSO

Monseñor Poli dijo que “la riqueza de nuestro pueblo es espiritual”

Lo expresó en la homilía de la misa central de la festividad de San Cayetano. Cientos de fieles se acercaron para pedir salud y trabajo.

El arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, aseguró que “la verdadera riqueza de nuestro pueblo” no son “sus recursos naturales”, como suele repetirse, sino “la espiritual” que “se pone de manifiesto en sus gestos de solidaridad” y en lo inquebrantable de su “fe”, que se mantiene incólume aún “ante las injusticias y humillaciones”.
“Los argentinos sabemos hablar y valorar los recursos naturales con los que Dios creador dotó a nuestro territorio. Y muchos piensan que esa es la riqueza más importante del país, pero la verdadera riqueza de nuestro pueblo es la espiritual”, afirmó monseñor Mario Poli en la homilía de la misa central de la festividad de San Cayetano que se desarrolló frente a la basílica del barrio de Liniers, con la asistencia de miles de personas que se encolumnaron a lo largo de once cuadras.
Poli aseguró que la espiritualidad es “el verdadero tesoro de nuestro pueblo” porque es lo “que nos hace solidarios con los demás, lo que nos mantiene de pie frente a las postergaciones, con una fe y esperanza que no se quiebran ante las injusticias y humillaciones”.
Por otro lado, el arzobispo hizo hincapié en la “renovación de la esperanza” que implica cada nueva celebración de San Cayetano, al tiempo que deslizó una crítica contra formas de empleo no digno.
“Nadie mejor que ustedes, queridos peregrinos, saben que hoy se renueva la esperanza. Los pobres y los humildes saben de estas cosas y por eso están aquí haciendo el sacrificio de horas de colas para encontrarse con el que sabe escuchar de veras”, afirmó.

Cientos de fieles 
Lejos del vaivén habitual de autos que suele saturar la calle Cuzco a la altura de Rivadavia, la cuadra permanecía cortada al tránsito desde este domingo y colmada de puestos de venta de figuras del santo en infinita variedad de tamaños, velas, rosarios y llaveros, así como también café, tortas fritas, mates, pantuflas y espigas de trigo.
Mientras del otro lado de las vías del tren el ritmo comercial de Liniers continuaba con su frenesí habitual, sobre las veredas aledañas a la iglesia de San Cayetano se vivía una exaltación distinta: gente que lloraba, se abrazaba, mujeres con niños aferradas a una vela, hombres sosteniendo estampitas, con rosarios en las manos, personas que rezaban, que donaban, que pedían, besaban imágenes del Papa o simplemente caminaban en silencio.
“La primera vez que vine era chica y desde entonces no falté jamás”, aseguró Rosa Liliana, de 46 años, quien llegó desde Laferrere para pedir por “la salud de un sobrino y trabajo para su hijo”.

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