Allá lejos y olvidados quedaron los modelos de pareja que sabían respetar nuestros abuelos y que tenían dos premisas bien claras: vivir bajo el mismo techo pase lo que pase y seguir juntos hasta el fin de los tiempos. Hoy, pasado el amanecer de un nuevo milenio, los formatos cambiaron y las relaciones parecen haber mutado hacia vínculos más flexibles y, según varios especialistas, incluso más sinceros. Divorciados, viudos y hasta solteros sin hijos que apuestan al amor lo hacen cada vez más mediante nuevas formas de pareja surgidas en el siglo XXI: vivir en casas separadas y sin la clásica promesa de amor eterno.
El cambio de hábitos ya tiene un tiempo entre nosotros y hasta un nombre que lo identifica: L.A.T. (“Living Apart Together”), que significaría algo así como estar juntos pero viviendo separados. La tendencia viene creciendo año tras año y, si bien en cada caso se puede encontrar una historia personal que enmarca la decisión de “no convivencia”, quienes optan por este modelo de relación muestran un desencanto -que puede basarse tanto en la experiencia propia como en la ajena- ante la vida en pareja.
Se trata, además, de un fenómeno que no reconoce fronteras y que se expande al ritmo de la globalización. En Estados Unidos, por caso, se estima que 1,7 millones de parejas casadas viven en casas separadas. En Inglaterra, otras 2.2 millones de personas viven como LAT. El Economic and Social Research Council evaluó en ese país qué parejas son las que están optando por vivir separadas. De un total de 572 encuestados LAT, el 61% correspondía a jóvenes menores de 35 años; el 5% estaba casado. Además, el 30% aseguró vivir separado de su pareja por elección, considerando que era una alternativa positiva para relaciones duraderas, sobre todo, luego de haber sufrido malas experiencias en romances anteriores.
Miradas
“Hasta el siglo pasado las parejas tenían desde el comienzo como meta la legalización del vínculo y el mandato de `hasta que la muerte los separe`. La cantidad cada vez más creciente de divorcios demostraron que este formato tradicional produce mucho desgaste”, dice la psicóloga Adriana Guraieb.
La especialista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), sostiene que “quienes ya han atravesado por una separación o son hijos de padres separados prefieren evitar estas promesas de eternidad y, además, se ve cada vez con mayor frecuencia la elección de relaciones estables sin convivencia. Esto no implica falta de compromiso con el vínculo sino el desarrollo de un nuevo formato de pareja que evita las complejidades que demandan vivir bajo el mismo techo, sobre todo en términos económicos que son el principal causal de separación”.
En su experiencia, este formato de “juntos pero cada uno en su casa” es más común entre las parejas muy jóvenes y entre aquellas que ya tienen sus nidos vacíos de parejas anteriores. “Otro cambio que se observa desde hace tiempo es la postergación de maternidad y la paternidad”, apunta la experta, para quien las parejas suelen buscar primero su realización profesional personal, viajar, y después tener hijos.
Según su visión, incluso, “salen cada uno por su lado, cultivan amistades personales y eso no implica una crisis de la pareja sino todo lo contrario”.
No muy distinto es lo que opina la doctora en psicología Mónica Cruppi: “El amor eterno fue un mito en todos los tiempos -asegura-, pero actualmente hay mayor conciencia de que el amor es un sentimiento abstracto cuyo vínculo debe trabajarse a diario para sostenerlo en el tiempo, no está dado de una vez y para siempre”.
En este camino de transformaciones que fue haciendo carne aquella idea de Vinicius de Moraes de que “el amor es eterno mientras dura”, Cruppi sostiene que “cada pareja fue generando su propio modelo exitoso y la existencia de un vínculo estable en casas separadas se fue volviendo cada vez más habitual”.
Según un estudio realizado sobre mil casos por la Universidad de Palermo y la encuestadora TNS Gallup, “para los argentinos la clave del éxito de las relaciones de pareja radica en la confianza (35%), la buena comunicación (21%), la comprensión y el respeto mutuo (19%)”.
En referencia a las nuevas tecnologías, la encuesta reveló que el 89% de los jóvenes (entre 18 y 24 años) cree que Internet es un buen medio para conocer a alguien, mientras que sólo el 49% de los mayores de 65 años opina lo mismo. Sin embargo, el 54% de los encuestados piensa que la gente que busca pareja en la red no es del todo honesta sobre su vida no virtual.
“El amor marca un acontecimiento en la vida, inaugura un espacio psicológico nuevo que trasciende al sujeto y nos ayuda en todos los órdenes de nuestra vida”, asegura Cruppi. Y agrega: además va en contra de los intereses del capitalismo porque genera la ilusión de sentirse completo y esto hace que la persona no necesite consumir tanto, a diferencia de sentirse vacío que nos empuja a drogas, medicamentos, sexo y otras ilusorias vías de escape.
De acuerdo a la visión de la profesional, “quizás el gran cambio de estos tiempos es que la gente va encontrando nuevas maneras de ser feliz en pareja, aceptando las diferencias del otro, construyendo el mañana a partir del hoy; entonces no está la promesa de amor eterno pero, quién te dice, estén toda la vida juntos”.
Beneficios
Entre los beneficios de vivir separados las parejas suelen destacar el tener más temas de conversación y contar con más tiempo para hacer actividades que al otro no le gustan, como mirar determinado programa de televisión.
Otras de las razones que encuentran las parejas para la no convivencia es la de “preservar las características individuales de cada uno, sin que interfieran negativamente en la relación”.
“El amor eterno fue un mito en todos los tiempos -asegura-, pero actualmente hay mayor conciencia de que el amor es un sentimiento abstracto cuyo vínculo debe trabajarse a diario para sostenerlo en el tiempo, no está dado de una vez y para siempre”
El advenimiento de este fenómeno puede interpretarse de la mano con otro que también creció en los últimos años: las parejas conocidas como Dinky, que significa “double-income, no kids” (doble ingreso sin hijos). El término designa a aquellos que pese a mantener una relación estable, deciden posponer la paternidad de forma indefinida o renuncian a ella definitivamente.
En los ‘90, en el libro “Solas”, la escritora española Carmen Alborch utilizó el término “neosolteros” para describir a los profesionales que gozan de un buen pasar económico que les permite viajar, comer afuera, ir al cine y al teatro, entre otros gustos, y que disfrutan de su soltería y no priorizan la vida en pareja ni el casamiento.
Estas características personales, que rompen con el mandato de una familia tradicional, también suelen encontrarse en quienes forman parejas LAT o Dinky.
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