¿Cuántas veces agarramos un alimento y miramos cuantas calorías tiene o aporta por porción? Pensar que ese alimento es bueno o malo por el número es un error. Pensar que el éxito de una dieta será en base a consumir ciertas calorías diarias, también. Es en ese instante cuando dejamos de ser consumidores inteligentes y nos alejamos cada vez más de los hábitos saludables. Contamos calorías pero no pensamos en los nutrientes que nos aportan esos alimentos. No pensamos si tienen fibra, grasas saturadas o ácidos grasos esenciales; si son bajos o altos en sodio o si nos aportan alguna vitamina. Pensamos que las bajas calorías son un sinónimo de buena alimentación, nos obsesionamos y nos limitamos a comer determinados alimentos por calificarlos como “engordantes”. El exceso de información nos confunde y la oferta del mercado también. Cada vez existen más productos bajo la denominación de “light”, “Cero” o “Bajas calorías”. Ahora bien, ¿cómo hará la industria para disminuir la cantidad de azúcares o grasas? La respuesta es simple, agrega otros ingredientes que lejos están de ser beneficiosos para la salud. Los años y el éxito de las dietas nos enseñaron que realizar un plan alimentario saludable no es una cuestión de cuentas sino de inteligencia. La clave está en moderar las porciones y controlar la frecuencia de los alimentos que no son tan saludables como también de aquellos que nos resultan más adictivos o tentadores y que tal vez no nos ayuden a cumplir nuestros objetivos como puede ser el descenso de peso.
OPINIÓN
COMENTARIOS