“Doctor, no quiero su opinión; solo quiero que me acompañe en el trámite para importar aceite de cannabis para mi hijo que tiene epilepsia”, le dijo una mujer al Dr. Marcelo Di Blasi, neurólogo de niños y jóvenes en San Martín de Los Andes. Desde ese momento, su mirada cambió respecto del cannabis para uso medicinal.
Es que en la actualidad, la ley 27.350, sancionada de forma parcial en el Senado en 2017, establece que para obtener el producto en Argentina, debe ser importado desde países como Estados Unidos (tarde unos seis meses), lo que genera que haya una producción nacional de manera artesanal o “ilegal” por personas que cultivan en sus hogares y un mercado “negro” que le da inmediatez a la causa.
“Hoy tengo 74 pacientes con epilepsia refractaria a los que les he recetado cannabis medicinal. Algunos con autismo que también andan muy bien. Todo el mundo dice que no hay evidencia científica contundente, pero esto se cae a medida que la gente te cuenta sobre la eficacia de los productos derivados de la planta”, reconoció Di Blasi.
En este sentido, el especialista Marcelo Rubinstein consideró que la Ley de Cannabis Medicinal “no solucionó hasta el momento las necesidades de los pacientes” porque no autorizó un “circuito legal de producción y fabricación, control de calidad y venta del aceite”, por lo que el Estado “estimula el mercado negro”.
Rubinstein -representante de Conicet ante el Programa de Cannabis Medicinal de la SecretarÍa de Salud de la Nación formuló esas declaraciones durante la jornada “Cannabis y Salud” realizada en La Plata, y agregó que “cuando las madres peticionaron a los legisladores una ley que las ampare para poder medicar legalmente a sus hijos y aliviar sus problemas, hubo una respuesta y sancionaron la Ley 27.350 en 2017”.
Para los pacientes en tratamiento, la resolución establece que deberán llenar un formulario a través de la página web de la Anmat suscripto por el médico tratante consignando el resumen de historia clínica del paciente, tratamiento recibido y esquema farmacológico; diagnóstico y patologías asociadas, tratamiento y justificación del cambio de esquema; producto indicado, dosis indicada, tiempo estimado de tratamiento y cantidad de frascos indicados.
Dicha legislación fue promulgada parcialmente en septiembre de ese año y hasta el día de hoy no se avanzó en puntos considerados álgidos sobre la fabricación del aceite, el cultivo y tenencia de la planta que siguen siendo actividades ilegales en el país.
Así las cosas, las familias que necesitan el aceite de cannabis para el tratamiento de epilepsias de difícil control o refractarias, terapia del dolor u otras afecciones neurológicas, recurren al mercado ilegal para conseguir el aceite o lo fabrican ellos mismos. En muchos casos llegan a ser detenidos por las fuerzas de seguridad, en el marco de la Ley de Estupefacientes.
Sin embargo, el óleo CBD ha demostrado excelentes resultados en tratar enfermedades y menos efectos secundarios que toda otra medicación usada.
“La ley prohíbe comprar productos nacionales”
El objetivo central de la legislación es “establecer un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor, de la planta de cannabis y sus derivados, garantizando y promoviendo el cuidado integral de la salud”.
En ese entonces, el Gobierno había autorizado al INTA y Conicet, a cultivar las plantas para ser investigadas por un equipo dirigido por un médico especialista en psiquiatría y psicología médica sobre sus tratamientos no convencionales. Uno de esos proyectos se encuentra en la provincia de Jujuy.
El aceite de cannabis o CBD no tiene efectos psicoactivos (un derivado no intoxicante del cannabis), conteniendo menos de 0.05 por ciento de THC, el estupefaciente asociado al uso recreativo de la marihuana, que “es lo que se busca separar con las investigaciones en Argentina, ya que la producción casera no es objetiva y puede contener hasta toxinas cancerígenas” precisa una fuente.
No obstante, Rubinstein opinó que esa norma “fomenta la investigación médica y científica en cannabis medicinal y no les sirvió a los pacientes que la pedían” porque “Argentina prohíbe cultivar la planta” o comprar productos nacionales, ya que no están autorizados y aprobados.
Expuso luego que la ley “pide que el Conicet y el INTA investiguen y planten, pero hay un Ministerio que dice bajo qué condiciones. El problema es que cuando el Conicet pide al Ministerio de Seguridad que vea las instalaciones y cómo trabajamos, éste pregunta si tenemos un proyecto aprobado por la Secretaría de Salud. Es una locura”.
Destacó la necesidad de que las autoridades sanitarias impulsen investigaciones de las propiedades del cannabis medicinal “ante una demanda real de necesidades terapéuticas de pacientes con patologías variadas que no encuentran solución en la farmacología tradicional”.
“Le debemos una respuesta a la sociedad. Tanto a nivel nacional como afuera hay discusión sobre el cannabis medicinal y no medicinal. Tenemos que debatir y aprender porque hay muchos saberes y fundamentos científicos”, dijo, y pidió “no tener miedo”.
“Orientada a la producción industrial”
En esa línea, la presidenta de “Mamá Cultiva”, Valeria Salech, recordó que cuando en 2016 esa ONG pidió al Congreso nacional que regule la actividad “nos devolvieron la Ley 27.350, que no es de uso sino de investigación científica”.
“Está orientada a la producción industrial”, pero “lo que se necesita de forma urgente no es eso sino que se permita a las familias el autocultivo para que puedan acceder al uso de aceite medicinal”, sostuvo Salech, que impulsa el uso de esa sustancia para tratar enfermedades o aliviar algunos de sus síntomas.
Expuso que “frente a eso, quienes militamos la planta para la salud seguimos haciéndonos cargo de la demanda social”, y manifestó que “recibimos 2.000 consultas por mes, pero el Estado no sostiene la situación”.
“Como tenemos que dejar de esperar respuestas del Estado, desde Mamá Cultiva acompañamos, orientamos y promovemos el autocultivo para que las personas se hagan cargo de sus tratamientos”, reflexionó.
Para la mujer “ese camino es el más complejo porque a la gente le da miedo hacer algo ilegal”, por lo que pidió trabajar “desde la autogestión de la salud para hacer consciente a la persona de que el sistema lo excluye”.
Salech apuntó que “nosotros los contenemos y les hacemos saber que no son ciudadanos de segunda”, destacó “el accionar terapéutico de la planta”, dijo que “no tiene efectos adversos ni genera que la persona se vuelva dependiente”. Luego graficó que su hijo con autismo “dependió años de medicación” hasta que “en esta planta noble descubrí una aliada”.
Expresó que “la salud no es la ausencia de enfermedad sino poder gozar de la vida” y añadió que “cuando mi hijo dejó de estar dopado y de ser drogadependiente mirando al infinito con la boca abierta para poder jugar con juguetes, pasó a ser feliz”.
En ese sentido, subrayó que “cuando el concepto de salud es disfrutar de la cosas, estamos abrazando la diversidad”. Destacó la necesidad de “poder gestionar nuestra propia salud para tener soberanía sanitaria”, añadió que “defender la diversidad es clave para un nuevo contexto social” y aseveró: “Mi cuerpo, mi decisión”.
“La construcción es colectiva. Necesitábamos una salud pública que nos integre. La planta es nuestra esperanza. Es nuestro deber como ciudadanos defender y elegir nuestros tratamientos. Tenemos que comprometernos a la legalización de esta terapia para tener una salud inclusiva humanitaria y género”, concluyó.
“El autocultivo, un salvataje”
“El autocultivo, en algún punto, viene a ser un proceso de salvataje en el mientras tanto. Nosotros, desde Cameda consideramos que hay una realidad social construida, pero debemos ir hacia una seguridad en lo que se recibe con calidad. Por eso pedimos un Estado presente con productos de calidad y seguridad”, explicó a Democracia la presidenta de la asociación civil Cannabis Medicinal Argentina (Cameda), Ana García Nicora.
“No sabés lo que estás recibiendo, ya que no tiene estudios bacteriológicos, microbiológicos y de metales pesados. Y además se pueden generar hongos que producen toxinas que a su vez generan cáncer”, alertó.
Como indica la legislación, el aceite solo puede ser usado para el tratamiento de epilepsia refractaria. “Ese fue otro de los puntos que nosotros debatimos, ya que pedimos la ampliación a otras patologías y también lo dialogamos en el Anmat”, afirmó.
“La disposición está, pero lo cierto es que se habla por las acciones y todavía eso no está sucediendo. Y la realidad es que no solo los pacientes lo piden, sino que hay médicos que también lo solicitan para sus pacientes. Por lo que la necesidad es aún mayor”, remarcó.
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