A mediados del años pasado, la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA) en Argentina realizó un llamado de atención, por la enorme presión que imponen a los adolescentes los modelos físicos aceptados por la sociedad, ya que los casos de bulimia y anorexia se han triplicado a lo largo de las últimas décadas en nuestro país.
Los trastornos alimenticios son enfermedades neuropsicobiológicos, es decir, que influyen diferentes causas por los que las personas los padecen. Entre las más conocidas se encuentran la bulimia y la anorexia, pero también existen otros como la vigorexia y la dibulimia, que surgieron con más fuerza en los últimos años.
“No es que la persona no quiere comer para verse flaca, sino que hay trastornos psicológicos que surgieron desde chicos y que repercute con el tiempo en la mente, y también hay rasgos biológicos y genéticos”, explica la Licenciada en Nutrición y especialista en Trastornos Alimenticios, María Agustina Murcho.
En cuanto a la bulimia, las personas que la padecen suelen tener atracones recurrentes seguidos de métodos compensatorios. Estos métodos “no son solamente vómitos, como se uele creer, sino que también son días de ayuno, ingesta de laxantes, diuréticos, y ejercicio físico excesivo”. Por otra parte, la anorexia es la inanición, es decir, el no comer.
En general, estos trastornos prevalecen más en la mujer y se empiezan a despertar en la pubertad o en la adolescencia. “Salvo la vigorexia, que es la obsesión por generar masa muscular, y prevalece en los hombres”, informa Murcho.
La vigorexia es un trastorno que se conoce como “la anorexia al revés”, ya que “se ven muy flaquitos y en realidad tienen mucha masa muscular”. Este es un trastorno que se desprende de la nueva moda fitness y "100% saludable" que se pregona.
“El ejercicio y la comida condiciona su vida porque deben comer mucho hidrato y proteína, llegan a deshidratarse porque no toman agua para que se les marque el músculo, pasan muchas horas en el gimnasio, le da más importancia al ejercicio que a los hijos y la familia, y toman muchas sustancias tóxicas como anabólicos, proteínas, esteroides”, detalla la especialista.
En cuanto a los más chicos, estos trastornos se empiezan a despertar debido a diferentes causas, como un entorno familiar disfuncional o el bullying. “Padres separados, abusos sexuales o violencia, pueden ser a veces la raíz para que se desarrollen estos trastornos. También depende mucho del bullying, porque es muy común que a una persona a la que la burlan, empiece a seguir cuentas de chicas fit o modelos y comience a tener diferentes conductas en su alimentación”, explica Murcho.
Las primeras alertas a tener en cuenta para reconocer que alguien cercano, ya sea hijo, hermano, novio o amigo, está padeciendo un trastorno es la distorsión de la imagen corporal. “Una persona que tiene un peso normal o bajo peso y se ve gorda, o al revés. Si hay preocupación excesiva por la comida o por el ejercicio, si se ve que no comen, y salen siempre a la hora de comer, o comen muy rápido y van al baño, o si se encuentran envoltorios en el cuarto”, son conductas que hay que observar para poder diagnosticar y ayudar a tiempo.
“El descenso de peso rápido, la amenorrea, que es la ausencia de menstruación en mujeres, la caída del pelo, palidez. Uno se da cuenta cuando una persona está en bajo peso por no comer o por genética”, asegura la nutricionista.
Al momento del diagnóstico, es fundamental que la persona sea tratada por un conjunto interdisciplinario de profesionales. “Se debe realizar un tratamiento integral con un nutricionista, médico, psicólogo, especializados en trastornos alimentarios, no con cualquier profesional. Y siempre contar con alguien que brinde apoyo y contención”.
Promover una alimentación saludable es la clave para evitar caer en estos trastornos. “La clave es realizar las cuatro comidas y no eliminar ningún grupo de alimentos, ni prohibirse alimentos distintos. Por ejemplo, si voy a un cumpleaños comer pizza es normal. Realizar ejercicio moderado, controlar las emociones, porque la comida y las emociones van de la mano”, recomienda.
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