Paralelamente a la multiplicación de la oferta de alimentos hiper procesados -casi listos para consumir- que se exhiben en las góndolas de los supermercados, aumentan, del otro lado de la vereda, los cultores de la vida sana que proponen volver a la cocina, a las pequeñas huertas y, por sobre todo, dejar a un lado el placer que pueden generar algunos sabores en pos de la consciencia.
Calma, respiración profunda, atención plena sobre lo que ocurre en nuestro interior, y disfrute de cada bocado y cada sorbo que ingerimos. Todo ello, preferiblemente en silencio y sin urgencia.
Estos son, además de los culinarios, algunos ingredientes de la comida zen o alimentación consciente, una práctica que gana adeptos en todo el mundo: no sólo en Oriente, de donde es originaria, sino sobre todo en los países occidentales, donde es objeto de investigación científica y llegó a imponerse como norma en algunas empresas.
Los empleados de Google, en California, pueden utilizar una hora para almorzar a conciencia en el campus de la empresa estadounidense, una práctica que aumenta el bienestar laboral y que, además, beneficia a la compañía porque, según los expertos y la evidencia disponible, aumenta la claridad y concentración mental y la energía física de los trabajadores, además de mejorarles el ánimo.
La nutricionista platense Cibeles Guerrero plantea que el concepto de “alimentación consciente” es muy amplio y cada uno tiene una forma particular de entenderlo y aplicarlo. En su caso, considera que “supone un empoderamiento, porque supone trabajar de forma autogestiva con la salud”.
“Significa tener una base de conocimiento que me permita detectar en qué momento me siento flojo, anémico, cuándo es tiempo de volver a consumir alimentos que sean alimentos y no productos ultra procesados”, dice la nutricionista, y agrega: “Si me despojo de mis preconceptos y entiendo qué es lo que me lleva a comer lo que estoy comiendo, puedo elegir mejor”.
Para la especialista, la alimentación consciente se basa en contar con información suficiente para tomar las mejores decisiones en cuanto a las comidas diarias. Sin embargo, aclara que no sólo se trata de elegir alimentos, también implica tomar consciencia del cuerpo, de los vínculos, de las relaciones. “También los vínculos me nutren, la comida representa amor e importa mucho el contexto en el que se consume”.
Aunque seguir esta filosofía no necesariamente implica ser vegetariano o vegano, por lo general los adeptos terminan por volverse a una de estas opciones.
“Lo mejor no tiene que ser enemigo de lo bueno. Una cosa no cancela a la otra. Lo importante es incorporar frutas, verduras, frutos secos, y si el asado de los domingos hace feliz, se puede seguir comiendo. Lo de dejar la carne por completo es una decisión muy personal”, dice Guerrero.
Para investigar los beneficios de la alimentación consciente, la doctora Lilian Cheung, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard (EE. UU.), reunió al equipo de la Fundación Pilgrim de Atención de la Salud de dicha universidad, y les pidió que le dedicaran algo de tiempo a una almendra recubierta de chocolate, observando lo que hacían, pensaban y sentían al comerla.
“Nuestro ritmo de vida es cada vez más rápido, de modo que no tenemos la misma capacidad de introspección. Por eso, alimentarse a conciencia es cada vez más importante. Necesitamos preguntarnos si nuestro cuerpo necesita ciertos alimentos, por qué comemos uno u otro o si sólo lo hacemos porque estamos tristes y estresados”, dijo la nutricionista.
En las investigaciones de Cheung también se realizaron pruebas como la siguiente: los participantes tenían que elegir una comida que le guste mucho, llevarse un bocado a la boca y masticarlo con lentitud y sin hablar. Concentrándose en la textura, sabor, color y aroma de esa comida.
Tras el primer bocado de ese alimento, debían notar el impulso de comer más. Entonces dejaban el tenedor sobre el plato para tomar consciencia de la lucha interna entre el deseo de seguir comiendo hasta atiborrarse y la consciencia de que, si lo hacían, podían engordar.
“Nuestro ritmo de vida es cada vez más rápido, de modo que no tenemos la misma capacidad de introspección. Por eso, alimentarse a conciencia es cada vez más importante”.
Para algunos expertos como Cheung, actos tan sencillos como comer lentamente y disfrutar plenamente de cada bocado y sorbo ayudarían a solucionar la obesidad ya que, para muchas personas, “comer rápido significa comer más”.
La “alimentación consciente” implica no sólo elegir cada alimento a consciencia, sino también tener registro de lo que ocurre en el cuerpo.
La idea descansa sobre la premisa de que al experimentar los placeres y las frustraciones de cada comida, la tensión interior entre el “quiero” y el “no me conviene”, una persona puede comer una hamburguesa a conciencia y disfrutarla mucho más, y darse cuenta de que su organismo ya ingirió suficiente y que en la siguiente comida necesita una ensalada.
La alimentación consciente también permitiría reconocer por qué se siente un ansia intensa de comer en determinados momentos y qué factores (emociones, situaciones, ideas) refuerzan el hábito de atiborrarse de comida.
El concepto de “alimentación consciente” proviene de las enseñanzas del budismo zen, en el que muchos maestros alientan a sus discípulos a meditar mientras comen, a ampliar su nivel de conciencia a la vez que prestan atención plena a las sensaciones que les produce observar, sostener y masticar cada bocado.
“El zen es un camino para ampliar la conciencia, una práctica que ayuda a encontrar otra forma de vivir el presente y contemplar la realidad, un arte que consiste en dejar la mente en paz y sosiego”, explica el psicoterapeuta José María Doria.
“También puede considerarse un estado de consciencia, que puede aplicarse a todas las áreas de la vida, y mediante el cual se revela la naturaleza esencial del ser humano, que está unido al universo de forma indivisible”, añade.
Para vivir y alimentarnos en clave zen, según Doria, “tenemos que prestar atención sostenida a lo que sucede dentro y fuera nuestro, hacernos conscientes de lo que estamos viviendo, cómo lo estamos viviendo y qué hacemos con lo que percibimos. Se trata de vivir nuestra vida cotidiana en absoluta contemplación. Observando y dándonos cuenta de lo que pasa aquí y ahora”.
También implicaría “atender a nuestros pensamientos sin identificarnos con ellos ni que nos hagan perder la calidad ni la presencia del instante que estamos viviendo, observándolos como una corriente que va desde las memorias al porvenir, que fluctúa a lo largo del día, que llegan, pasan y desaparecen”, añade.
Uno de los grandes aliados de la alimentación consciente es el silencio, que tradicionalmente, ha sido cultivado por las distintas culturas como requisito primordial para iniciar todo camino de crecimiento interior”, explica Doria, en cuyo monasterio ‘Kay Zen’ se realizan retiros de silencio y atención consciente y se practica cotidianamente la comida zen.
Según Doria “aplicar el silencio y la atención sostenida durante la comida tiene ventajas insospechadas: uno es consciente de lo que hace en cada instante: masticar, sentir, separar los sabores, tragar, saber lo que come y en qué cantidad, paladear cada sorbo y bocado con los cinco sentidos”.
Libros
El crecimiento de esta tendencia también se refleja en el mercado editorial: cada vez se editan más títulos centrados en la alimentación saludable, natural y a consciencia y no tanto en dietas, como ocurría en otras épocas.
Un ejemplo es el libro que publicó el chef y periodista Pablo Martín “La revolución de la cocina”. Fue el primer libro gourmet de alimentación consciente que se editó en el país (2014), porque, según su autor, “nadie todavía se quiso jugar con este tipo de alimentación”. Este libro se agotó apenas salió y rápidamente fue reeditado.
Con la propuesta de vivir “una nueva experiencia gastronómica”, en el libro Martín explica tentadoras y diversas formas de consumir cereales, legumbres, vegetales, frutas, algas y brotes junto a los testimonios de gente que modificó sus hábitos alimenticios como Axel, Julieta Díaz, Patricia Sosa, Claudio María Domínguez, Daisy May Queen, Marcela Kloosterboer y Luis Pavesio, entre otros.
Para el autor, la alimentación consciente “significa ser consciente de lo que estás consumiendo, no digo que esté mal comer galletitas, pero antes informarse, leer los ingredientes. Puede decir en el paquete que son saludables, pero si se dan vuelta se encuentra jarabe de fructosa, productos hidrogenados, glutamato monosódico, sustancias que no hacen bien a la salud. Desde el conocimiento se puede elegir qué consumir”.
La proliferación de restaurantes saludables, las ferias orgánicas que se multiplican por el país, los mercados de productores, los sitios y blogs por mil en la web, y las ventas on line de productos de este tipo, no hacen más que confirmar un nuevo rumbo en materia de alimentación consciente y viva, como denominan a los alimentos con cocción que no supere los 45 grados.
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