¿Es posible alimentarse bien durante el invierno, con todas las calorías que el frío obliga a tener en el cuerpo, y no engordar en el intento? A esta altura, el desafío no sólo asoma como algo posible sino como una meta trazada cada vez por más personas. Y si bien se las suele asociar con el verano y la llegada de los primeros calores, las dietas también son un plato fuerte en épocas de mucho abrigo.
Hay algo que es bien sabido: controlar la calidad de los alimentos y los ingredientes de los platos es fundamental para evitar engordar, sobre todo en una época del año en que se suelen consumir comidas más calóricas para no sufrir tanto el frío.
“No hay que obsesionarse con las calorías sino prestar atención al valor nutricional de los productos que comemos”, apuntan desde el equipo de Nutrición de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA), y agrega: “Llevar una alimentación saludable en invierno es posible si se controla la calidad de los alimentos y los ingredientes de los platos, por ejemplo, consumiendo vegetales en cada comida”.
“Además de llevar adelante una alimentación adecuada y de buena calidad se debe hacer ejercicio, ya que el organismo necesita de muchos nutrientes para funcionar y mantener la temperatura corporal cuando hace más frío.”
Los especialistas señalan que incorporar vegetales no implica pensar en ensaladas frías o en la típica de lechuga y tomate, sino que se puede hacer una variedad de comidas calientes nutritivas y sabrosas.
“Se pueden acompañar los vegetales con carnes o hidratos de carbono, y cuando hablamos de carnes no se debe pensar sólo en las rojas, sino también en incluir el pollo, el pescado, el cerdo o cualquier otro tipo de animal”, remarcan y sugirieren elegir dentro de los hidratos arroz integral, legumbres -como arvejas, lentejas, garbanzos o porotos-, pastas y papas.
Para comer sano en invierno también se debe quitar siempre la grasa visible y la piel a las carnes antes de cocinarlas, así como evitar las cremas, embutidos y los postres muy calóricos. La nutricionista Julieta Lupardo, por su parte, coincide y agrega que para poder mantener el peso en esa época del año es “fundamental” hacer actividad física.
“Además de llevar adelante una alimentación adecuada y de buena calidad se debe hacer ejercicio, ya que el organismo necesita de muchos nutrientes para funcionar y mantener la temperatura corporal cuando hace más frío”, señaló, y advirtió que si bien con las bajas temperaturas la ingesta calórica aumenta, no hay necesidad de que se vea relacionada con un aumento de peso.
“Es necesario el aporte de hidratos de carbono complejos, proteínas, grasas de buena calidad, fibra y una adecuada hidratación, y para eso hay que realizar las cuatro comidas diarias (desayuno, almuerzo, merienda y cena) y agregar colaciones como un caldo de verduras casero o infusiones para dar saciedad y aumentar la temperatura corporal”, afirmó.
En cuanto a las calorías, todos los especialistas consultados coincidieron en que no es necesario contarlas, sino que por el contrario ese hábito puede resultar peligroso porque hay personas que tienden a obsesionarse.
“Lo mejor es llevar una alimentación variada y equilibrada prestando atención al valor nutricional de los alimentos que consumimos y no tanto a las calorías, es decir, poner el foco en aquellos nutrientes que son beneficiosos para la salud”, se apunta.
Por ejemplo, en el caso de las grasas, que no deben eliminarse de la dieta, se debe elegir aquellas ricas en ácidos grasos mono y poli insaturados por sus beneficios para la salud cardiovascular, señalan los expertos, quienes precisan además que se encuentran en el aceite de oliva, canola o girasol, frutos secos, palta o pescados de mar.
“De todos modos es importante recordar que todo plan nutricional depende de cada paciente, ya que cada uno cuenta con características personales y deberá cuidar más uno u otro nutriente”, enfatizan.
Los especialistas remarcan además la importancia de entender las etiquetas de los alimentos que consumimos y subrayan que aunque un producto tenga envoltorio verde o sea de una marca relacionada con las bajas calorías, eso no necesariamente implica que así lo sea.
“Lo mejor es llevar una alimentación variada y equilibrada prestando atención al valor nutricional de los alimentos que consumimos y no tanto a las calorías, es decir, poner el foco en aquellos nutrientes que son beneficiosos para la salud”, se apunta.
La realidad, según se apunta, es que muchos de esos atributos o adjetivos pueden ser usados de forma absoluta o comparativa. Son absolutos con respecto a los valores determinados en el Código Alimentario Argentino: por ejemplo, un alimento será bajo en grasas si tiene menos de tres gramos de grasas totales cada 100 gramos de producto, o será cero en grasas trans si tiene menos del cinco por ciento en el total de las grasas del producto.
Pero cuando el adjetivo es usado de manera comparativa significa que dicha condición es respecto de otro alimento de iguales características: así, un caldo de verduras reducido en sodio quiere decir que tiene menos sodio que el mismo caldo en su versión original, e inclusive a veces no necesariamente quiere decir que tenga en realidad poca sal.
Cuando se leen las etiquetas de los alimentos también se debe prestar atención al tamaño de la porción a la que hace referencia el envase y pensar si esa será la que se va a ingerir. “Por ejemplo, en el caso de galletitas, si el paquete considera que tres unidades es la porción estándar y nosotros nos vamos a comer por lo menos seis, pues habrá que multiplicar por dos el aporte de todos los nutrientes”, se remarca.
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