Tratar con adolescentes rebeldes no suele ser fácil. Menos aún para sus padres, que muchas veces sienten que la desobediencia de los chicos, en la casa o en la escuela, los supera. Aunque la rebeldía es una característica en esta etapa de la vida, no en todos se manifiesta de la misma manera. Algunos casos pueden resultar alarmantes y parecer inmanejables. Especialistas hablan de algunos aspectos que los adultos deberían considerar.
“La adolescencia es un período de inestabilidad, de búsqueda y de cambios. Es una etapa del desarrollo que invita a transgredir las normas o a cuestionarlas”, explica la psicóloga Emilia Canzutti, licenciada en psicología, especializada en niños y adolescentes y coordinadora del equipo Infanto Juvenil del Centro de Desarrollo y Fortalecimiento del Niño y su Familia.
La especialista plantea que cuando los chicos atraviesan esta etapa la opinión de los padres pasa a un segundo plano y ellos se sienten dueños de la razón. “Es un mundo de pares donde lo más importante es compartir con ellos las experiencias”, afirma.
La psicóloga Silvia Medina, señala: “Empiezan a ver a los padres reales, con sus errores y aciertos. Se sienten fortalecidos de manera tal que los pueden confrontar”.
Medina explica que en la primera etapa de la adolescencia (entre los 15 y los 17 años) se entra en un período de identificación del yo: se transita un ensimismamiento para formar al futuro adulto.
“El chico busca reconocerse a sí mismo y diferenciarse de los otros. Empieza a mirar a los adultos referenciales que lo rodean con una actitud crítica. Necesita poner un límite y una diferenciación entre él y los otros porque está elaborando a su propio adulto”, afirma Medina, y explica que por eso empiezan a confrontar mandatos y a transgredir normas y límites.
En este sentido, la rebeldía, que generalmente supone mostrar desprecio por algunos adultos o por la autoridad, debe entenderse como parte natural del proceso y no como una agresión personal. Sin embargo, coinciden las expertas, esto no implica tolerar faltas de respeto o malos tratos. Si ya existieron episodios del estilo, recomiendan preparar una respuesta apropiada por si hubiera un siguiente.
Recomiendan que los padres o adultos responsables eviten caer en insultos o muestras de resentimiento, ya que los chicos podrían sentirse con licencia para actuar o responder de la misma manera.
Marcar límites y plantarse firmes ante el cumplimiento de algunas normas, como festejar las buenas acciones y comportamientos serían claves para guiarlos en el crecimiento.
Otra recomendación de los expertos es escucharlos, tratar de comprender lo que les pasa y elegir, con la cabeza fría, las batallas que vale la pena pelear. “Incluso se les puede pedir a los chicos que propongan alguna solución a los conflictos”, dice Medina.
El despertar sexual
“Otra característica de esta etapa es el inicio del despertar sexual. Se producen cambios corporales y hormonales que hacen que el deseo esté a flor de piel. Esto los hace sentir que ya son grandes para beber, para tener sexo, están convencidos de que saben lo que hacen y se sienten orgullosos de hacerlo”, comenta Cazutti.
Por otro lado, la especialista señala que cuando los niños empiezan a crecer y entran en la adolescencia, los padres enfrentan una problemática que les resulta muchas veces difícil de resolver: “¿Cómo dejamos que comiencen a separarse de nosotros?”.
Promover una separación sana entre padres e hijos
Frente a este interrogante, Cazutti plantea que algunos padres, por temor a que sus hijos se equivoquen o sufran, pretenden controlarles todas las actividades o son sumamente rígidos y determinan casi todo lo que sus hijos deben hacer, como si siguieran siendo pequeños.
“No permiten que experimenten y aprendan a ganar autonomía tomando decisiones dentro de un ámbito cuidado”, señala.
En cambio otros -dice la especialista- se desentienden rápidamente y dejan a sus hijos librados a su suerte. Abandonan el cuidado y muchas veces los dejan expuestos a situaciones peligrosas o difíciles de resolver.
“Estas conductas muchas veces se producen porque están demasiado preocupados por sus situaciones personales y otras porque abandonaron su rol de padre porque no saben cómo atender las necesidades de los adolescentes”, dice Cazutti.
Las especialistas coinciden en que estos modelos de actitudes se deben evitar. “En principio es importante que los padres marquen y actúen con firmeza frente a las transgresiones y a los excesos de los chicos. Por otro lado, deben buscar un espacio de acercamiento que muchas veces está en alguna actividad compartida. Si encuentran ese espacio, podrán vincularse desde un lugar no conflictivo”, dice Medina.
Cazutti remarca que el proceso de separación de los hijos debe considerarse una tarea que tiene que comenzar mucho antes de entrar en la adolescencia. Y diferencia el control del cuidado.
“Controlamos para tener el dominio de la situación, por temor al peligro. Sucede cuando no confiamos en ellos ni en nosotros. Para permitir una separación y el desarrollo de la individualidad es necesario poder cuidar estando lejos físicamente de nuestros hijos”, señala Cazutti, y plantea la importancia de cultivar una buena comunicación, haberles enseñado a tomar decisiones, a respetar y respetarse y saber tomar precauciones y cuidarse.
“Para los papás muchas veces es doloroso soltar a sus hijos, se llenan de miedos, y les cuesta aceptar que ellos tienen que comenzar a decidir por qué caminos quieren caminar, como también equivocarse y aprender de la experiencia. Los padres pueden acompañar el proceso estando cerca para escuchar, aconsejar, y muchas veces marcar los límites en los cuales ellos caminarán”, dice.
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