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LA EDITORIAL VENDE LIBROS IMPORTANTES A BAJOS PRECIOS

Eloísa Cartonera cumple diez años editando a los más grandes

La pionera de las editoriales cartoneras de América Latina, Eloísa Cartonera, que nació al calor de la crisis de 2001 y editó a Tomás Eloy Martínez, Ricardo Piglia y César Aira, cumple sus diez años en el mercado literario y los festeja con charlas, una muestra de libros, esténciles y un registro gráfico de la historia del sello.
Autodenominada "la editorial más colorinche del mundo", Eloísa Cartonera es una cooperativa de trabajo que ya lleva editados 160 títulos, que se venden a bajo costo en soportes de libros de tapa de cartón pintado que salen entre 8 y 20 pesos.
La editorial, hija de la emergencia económica y de la iniciativa del escritor Washington Cucurto -el único de los fundadores originales que aún es parte del emprendimiento-, el diseñador Javier Barilaro y la artista Fernanda Laguna, se mantiene en el mercado hace diez años con una estética ya consolidada y conocida.
El hecho que haya crecido y se sostenga en el tiempo es, para Alejandro Miranda, uno de los cooperativistas, gracias a "la perseverancia en el tiempo, creer que podía funcionar, el amor al proyecto, la ayuda de los lectores y de la prensa. Esto no es obra de una sola persona", dice en diálogo con Télam.
En enero de 2003, Cucurto y Barilaro viajaron a Chile para vender los libros de poesía de su pequeña editorial, Ediciones Eloísa, pero el futuro del emprendimiento se complicó con los coletazos provenientes del 2001: el precio del papel se disparó y costaba cuatro veces más.
Pero, ante las crisis, el ingenio bulle y el escritor se preguntó qué pasaría si compraran el cartón a los cartoneros que recorrían Buenos Aires y unas resmas de hojas A4 para armar artesanalmente libros muy baratos. Pasó Eloísa Cartonera. La alianza con los cartoneros fue el primer paso, la autogestión como forma de trabajo fue la filosofía y pronto llegó el primer taller de armado en la calle Guardia Vieja en Almagro, que cinco años después se trasladaría al barrio de La Boca, en la calle Aristóbulo del Valle 666.
"Sumamos a los cartoneros como actores del proceso y trabajadores activos, lo que dignificaba su actividad y creaba un vínculo", dice Miranda y agrega: "Los cartoneros dejaron de ser solo proveedores para convertirse en colaboradores en la fabricación de los libros".

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