Es la película con más nominaciones para los premios Oscar, 12 exactamente, y todas merecidas.
Steven Spielberg se sumerge una vez más en el terreno histórico para construir un relato cinematográfico de un momento clave de la historia estadounidense. El film narra la trastienda de las decisiones políticas del presidente estadounidense Abraham Lincoln a la hora de abolir la esclavitud.
La historia está marcada por la Guerra de Secesión, y sus vaivenes en medio de una lucha política, económica y moral sobre la conveniencia o no de terminar para siempre, y constitucionalmente con la esclavitud en los Estados Unidos.
El film, basado en el libro de Doris Kearns Goodwin, centra la atención en la figura de Lincoln, interpretado magistralmente por Dany Day Lewis, y secundado por un reparto sólido y sin fisuras.
Las imágenes son perturbadoramente realistas, si bien los sueños pasan por el blanco y negro y las escenas bélicas mantienen un neutral azulado donde la sangre no es protagonista, las imágenes pasan por íntimos primeros planos de gestos o miradas y en muchas ocasiones la cámara funciona como los ojos de los protagonistas.
El valor de la película, además de la impresionante estética, se sobredimensiona porque el relato muestra todos los posibles matices que adquiere la política en circunstancias claves, y cómo Lincoln es a la vez un hombre con una idea, pero también con sus fantasmas y sus costados algo oscuros.
Convencimiento, manipulación, pugnas, egoísmos, miedos, altruismo, ideales, obediencia, todos estos ingredientes aparecen en los congresistas que a lo largo del film debaten sobre aprobar o no la abolición de la esclavitud.
Un tremendo Tommy Lee Jones le otorga a su personaje del congresista Stevens una importancia que se termina de develar hacia el final del filme. En tanto James Spader construye un puntero político, que no duda en hacer su trabajo a toda costa, y por supuesto por un precio.
Sally Field es el elemento femenino que representa en cierto modo la carga familiar, que arrastra el dolor de un hijo muerto, bordea la locura y el terror de perder otro hijo en la guerra.
La historia cruda, sin buenos y malos, con políticos humanos, sensibles, astutos, leales, corrompibles, resulta un excelente cóctel para conocer a un personaje central del siglo XIX y comprender cómo Estados Unidos llegó a ser lo que es.
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