LA IDEA NACIÓ EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Y TOMÓ VUELO PROPIO

"El fruto", un proyecto de tesis que se convirtió en un filme real

Los jóvenes cineastas, Miguel Baratta y Patricio Pomares, convirtieron en un documental rural un trabajo que se gestó en sus años de estudiantes en la UBA.

En la brecha abierta por cineastas como Lisandro Alonso y Lucrecia Martel, dos jóvenes cineastas, Miguel Baratta y Patricio Pomares, rodaron El fruto, que comenzó como tesis universitaria y terminó un tiempo después como largometraje.

El material del que surgió el filme, cuentan los realizadores, tenía como destino ser nada más que un trabajo de tesis de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires, que tras ser evaluado como tal, quedó inconcluso, guardado y sin destino, en principio. 

Años más tarde, al preparar su ópera prima, Baratta se pone en contacto con la productora Masa Latina, comandada por el cineasta Sergio Mazza (que esta semana también estrena Graba), quien se interesa en aportar lo necesario para terminar el proyecto, que recientemente compitió en el Festival de Cine Joven de Valencia 

La historia tiene lugar en Carlos Keen, un pequeño poblado de la Provincia de Buenos Aires con 400 habitantes, en el que, como en otros apacibles vecindarios, las agujas del reloj parecen correr con una parsimonia muy particular, como si el lugar estuviese congelado en el tiempo. 

Juan es un hombre mayor que habita en Carlos Keen y vive una historia ínfima, que los cineastas registran de una manera casi documental, en la que subrayan la hipnótica riqueza de ese paisaje llano, según explican, de horizontes rectos e inalcanzables. 

Acaba de jubilarse, y en la fábrica en la que trabajó, mientras sus compañeros siguen con su tarea, él junta los objetos que lo acompañaron todos esos años en una caja de cartón que llevará consigo a su humilde casilla, en la que vive en la más absoluta soledad. 

En la ducha del lugar se da él último baño, que Baratta y Pomares registran casi como un acto de purificación, en el que el agua devuelve vida al cuerpo y se lleva consigo todo rastro de pasado; la cámara recorre su cuerpo, lo escruta, lo muestra tan viejo como es en realidad. 

"En la penumbra de su cuarto, los chirridos de los resortes de la cama van acompañando la amarga e inestable sensación interna. Juan termina por incorporarse, camina hacia el baño y rompe en un vómito alterado, cargado de nerviosismo y tensión", dice el guión.