SABIDURÍA, BOMBO, RITMO, VOZ Y TRADICIÓN EN UNA NOCHE DIFERENTE

Vitillo Ábalos y su amor por el folclore, presentes en Cosquín

En la noche del lunes el talento, el respeto por las raíces y la música se apoderaron del festival. Los acordes cautivaron al público, que agradeció de pie.

Los antiguos vinilos de los Hermanos Ábalos, en tiempos donde la información circulaba a paso cansino, formaron a cientos de folcloristas; el último de aquella estirpe, Víctor Manuel Vitillo Ábalos, se presentó el lunes en el Festival de Cosquín, a los 90 años y con rasgos inalterados de pertenencia musical santiagueña.
Con apego a la tradición de una estética y la rítmica perfecta de quien sabe que le pone voz a la danza, Vitillo retomó en Cosquín una gimnasia que cultivó durante 60 años con sus hermanos; acaso hoy desconocida por las nuevas generaciones, aunque recogida por taquilleros artistas (Raly Barrionuevo, Peteco Carabajal) que aprendieron de aquel recorrido.
Penúltimo de los hermanos Ábalos, nacido el 30 de abril de 1922, Vitillo llegó a Cosquín con la agrupación familiar por primera vez en 1966 y se despidió en 1997. "No queremos que uno zapatee y los otros lo estén sosteniendo", justificaba entonces, con dosis de humor, su despedida.
Sin embargo, dueño de una vocación musical incesante, volvió a Cosquín en la pasada edición como invitado de Raly Barrionuevo. Y este año se plantó con su propia formación.
En un gesto que lo define, arribó a Cosquín en micro, bombo en mano, para presentar el repertorio de los Hermanos Ábalos.
"Fue un examen. Porque los abuelos y los padres tenían información de nuestra obra, pero los hijos ya no sé", reflexionó en la madrugada cordobesa.
Con Chakay manta irrumpió en el escenario para luego demostrar, a los 90, su vigencia como bailarín con la "Zamba de los yuyos" y el gato "Bailando con el bombisto", que le dedicaron sus propios hermanos.
"Todo intérprete debe saber bailar. No digo que no se pueda cantar sin saber bailar. Digo que seguro lo hace mucho mejor", aseguró.
"Yo aprendí a bailar -recordó- en el patio de Andrés Chazarreta cuando tenía 12 años, Chazarreta, que era amigo de la familia de mi mamá, le dijo 'prestame a tu chango para que se incorpore al conjunto'. Y fuimos al patio de su casa con Machaquito, donde nos enseñaron a bailar 40 danzas. Pero más que memorizar la coreografía nos enseñó a amar nuestras tradiciones", rememoró.