EL FESTIVAL EXPERMIENTA 13 CON LA IMPECABLE PUESTA DE ETELVINO VAZQUEZ
Federico García Lorca volvió a vivir en la noche rosarina
Una puesta que recrea los tiempos finales del genial poeta granadino, donde su muerte se emparenta con los tramos últimos de la vida de Jesús. Una apuesta fuerte.
El asturiano Etelvino Vázquez se puso el domingo en la piel de Federico García Lorca para representar los últimos momentos del poeta, durante el festival Experimenta 13, que organiza El Rayo Misterioso en la ciudad de Rosario.
Con el aporte de dos excelentes intérpretes jóvenes -Cristina Lorenzo y David González- el ex discípulo de Eugenio Barba organizó un espectáculo donde la realidad se confunde con el sueño y la poesía, y en el que toman vida algunos personajes emblemáticos.
De ese modo, homologó el calvario de Mariana Pineda con el suyo propio, en medio de textos extraídos de El público -una osada parabiografía que el poeta nunca vio representada-, mientras marcó el encierro en aquellas tierras andaluzas con personajes de La casa de Bernarda Alba, incluida la temible protagonista.
Llama la atención la asociación que Vázquez hace entre Lorca y la figura de Cristo, tanto en alguna ensoñación donde su madre (la Virgen) protege su cadáver como en la misma secuencia del martirologio que, al momento de la ejecución es una crucifixión.
Fiel a la tendencia estética de Lorca y su tiempo, Vázquez utiliza una suerte de surrealismo en el que sus antagonistas aparecen, desaparecen o se transforman como en el sueño, pueden ser sus aliados o sus enemigos.
En tren de enfrentar el pelotón de fusilamiento -tal como parece haber sucedido en julio de 1936 en cercanías de Viznar, Granada, el Federico mostrado aquí está lejos del héroe y más cerca del hombre común, del miedo y la debilidad.
Por supuesto que nadie está en condiciones de saber qué pasó por la mente del granadino en esas horas, un hombre de carácter jovial y expansivo, acostumbrado ya al dinero, al elogio de la crítica y al festejo de sus allegados.
El Federico de Vázquez es y no es Federico; lo es por el artificio teatral y porque Vázquez es un hombre que dedica su vida a ser médium del poeta, como ya mostró en su visita de 2010 a este festival con un unipersonal memorable.
Pero no lo es porque Federico es una figura elusiva, que en la memoria popular ya no es el eufórico habitante de Buenos Aires en 1933, sino ese inevitable condenado a muerte siempre a punto de marcharse junto a sus desgraciados compañeros Dióscoro González y dos banderilleros anarquistas.
Con el aporte de dos excelentes intérpretes jóvenes -Cristina Lorenzo y David González- el ex discípulo de Eugenio Barba organizó un espectáculo donde la realidad se confunde con el sueño y la poesía, y en el que toman vida algunos personajes emblemáticos.
De ese modo, homologó el calvario de Mariana Pineda con el suyo propio, en medio de textos extraídos de El público -una osada parabiografía que el poeta nunca vio representada-, mientras marcó el encierro en aquellas tierras andaluzas con personajes de La casa de Bernarda Alba, incluida la temible protagonista.
Llama la atención la asociación que Vázquez hace entre Lorca y la figura de Cristo, tanto en alguna ensoñación donde su madre (la Virgen) protege su cadáver como en la misma secuencia del martirologio que, al momento de la ejecución es una crucifixión.
Fiel a la tendencia estética de Lorca y su tiempo, Vázquez utiliza una suerte de surrealismo en el que sus antagonistas aparecen, desaparecen o se transforman como en el sueño, pueden ser sus aliados o sus enemigos.
En tren de enfrentar el pelotón de fusilamiento -tal como parece haber sucedido en julio de 1936 en cercanías de Viznar, Granada, el Federico mostrado aquí está lejos del héroe y más cerca del hombre común, del miedo y la debilidad.
Por supuesto que nadie está en condiciones de saber qué pasó por la mente del granadino en esas horas, un hombre de carácter jovial y expansivo, acostumbrado ya al dinero, al elogio de la crítica y al festejo de sus allegados.
El Federico de Vázquez es y no es Federico; lo es por el artificio teatral y porque Vázquez es un hombre que dedica su vida a ser médium del poeta, como ya mostró en su visita de 2010 a este festival con un unipersonal memorable.
Pero no lo es porque Federico es una figura elusiva, que en la memoria popular ya no es el eufórico habitante de Buenos Aires en 1933, sino ese inevitable condenado a muerte siempre a punto de marcharse junto a sus desgraciados compañeros Dióscoro González y dos banderilleros anarquistas.